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Voto de Sines Crúpulos:
5
Drama Texas, principios del siglo XX. Una historia sobre la familia, la avaricia y la religión. Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) se traslada a una miserable ciudad con el propósito de hacer fortuna, pero, a medida que se va enriqueciendo, sus principios y valores desaparecen y acaba dominado por la ambición. Tras encontrar un rico yacimiento de petróleo en 1902, se convierte en un acaudalado magnate. Cuando, años después, intenta ... [+]
15 de febrero de 2008
309 de 470 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me habría gustado titular la crítica "zapatero a tus zapatos", pero no puedo, porque D. D-Lewis es un actor como una catedral. Sabe llorar sin caer en el dramatismo facilón, sonreír y caer simpático, fuma con estilo, cuando bebe parece sediento y cuando come, hambriento. Puede expresar la ira y la inocencia en un mismo plano, es creíble cuando mata, es creíble de borracho, de resaca o dormido, cojea con estilo y se come la pantalla incluso si le sacan de espaldas. Hasta el bigote le sienta bien.

La película es un retrato. El retrato de un hombre que asume ser un canalla sin redención. Un monstruo sin compasión alguna. Un ser compuesto exclusivamente de carne, hueso y ambición. Un pordiosero millonario. Un rico miserable. Un hombre que desprecia la religión, reniega de sus profetas, aborrece la ternura y carece del sentido de la responsabilidad.

La historia es muy cinematográfica, de esas que tanto suliveyan a los jurados. Y Paul Thomas Anderson la cuenta al estilo clásico, en tramos con escenas bien diferenciadas, dosificando los momentos emotivos y con una fotografía espectacular. Y no cae en la tentación de recrearse en planos majestuosos ni frases para la posteridad.

Así que el espectador agradece, en los tiempos que corren, poder disfrutar de un film sin movimientos bruscos de cámara, destellos luminosos, golpes orquestales, planos secuencia interminables y desorden temporal. Tan sólo recuerdo un par de flash back y ninguno de ellos es de tipo "onírico-blanquecino".

Tal vez abuse, eso sí, de sus dos mejores recursos:
una banda sonora maravillosa que exprime en exceso, llegando en algún momento a ser las imágenes las que acompañan a la música y no al revés y
su actor principal, que aunque lo borda de tal manera que no llega a cansar, su omnipresencia en el filme no deja profundizar en otros personajes a los que se podía haber sacado más jugo.

En resumen: una gran producción, una buena película, una música excelente y una magistral interpretación.

Tiene pinta de que los Oscars van a ser para esta cinta un paseo, antes y después de la alfombra roja. Aunque nunca se sabe.
Sines Crúpulos
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