Vamos que el chico, el hijo del director -magnífico por cierto-, no sale vivo de esa ni rezando al santo patrón de todas las Rusias, primero porque dos prisioneros rusos en territorio checheno están siempre bajo la tutela del mando jefe de las fuerzas armadas y no del cacique de un pueblo, segundo porque los rusos no cumplen en el primer canje, tercero porque raramente hacen prisioneros, cuarto porque intentan escapar, quinto porque matan dos personas en su huida -me da igual quien fuera, esta gente no pregunta-, sexto porque es así, es lo que pasa, les cortan el cuello y no te salva más que un pastón o una misión de fuerzas especiales... la película tiene más fallos, que una chica musulmana menor se quede a solas con el prisionero y se hagan colegas es Walt Disney. Bonito, pero de fábula.

Tampoco sale bien parada las cochambrosas escenas de acción del principio, más propias de una teleserie española.

Sin embargo, todo ello esta vez no me importa, la película de Sergei Bodrov es tiernamente sentimental y cálida, y tiene momentos de verdadero cine y encima nos habla del perdón y del rencor. Casi nada.

Y es que encima tiene una música y unos paisajes preciosos.

Nota: 6,7.