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Voto de cinedeautor:
9
Drama. Romance "Había una vez un joven príncipe cuyo padre, el rey de Oriente, lo envia a Egipto para encontrar una perla. Pero cuando llega, el pueblo le sirve una taza. Al beberla, se olvida de que era el hijo de un rey, se olvida de la perla y cae en un profundo sueño." El padre de Rick (Christian Bale) solía leerle esta historia cuando era un niño. En la actualidad, siendo Rick ya adulto, el camino hacia Oriente se extiende ante él. (FILMAFFINITY)
9 de enero de 2016
32 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comentar una película del genio tejano siempre es muy delicado, puesto que defender sus películas puede que lleve a uno a enemistarse con quien creías tu amigo. Probablemente sea uno de los directores más polémicos del panorama actual; pero, a diferencia de otros como Lars Von Trier o Gaspar Noe, cuyos objetivos son provocar al espectador, Malick divide a la gente por las formas de estructurar una historia. Su filmografía vive en una continua metamorfosis artística cuyo fin único parece que es el de despojar de todo protagonismo a los propios protagonistas. Es decir, que las imágenes hablen por sí solas y que los actores sean meros objetos que ayuden a comprender las ideas que están en el aire. Esto es lo más cercano que tiene uno a la poesía, solo que en este caso sería visual. Cada plano aparentemente ordinario está provisto de grandes significados y es a partir de esos fragmentos donde radica la esencia de la película. Hemos visto cómo en los últimos años, han sido varios los directores que han querido imitarle. Podemos nombrar a A.J. Edwards, estrecho colaborador suyo, que el año pasado se estrenó como director con The Better Angels para contar la infancia de Lincoln. Tan maravillosa como olvidada. Afortunadamente, Malick es de los pocos directores (americanos) que siguen considerando el cine como un arte plástico y no tiene ningún problema en experimentar en cada una de sus películas para seguir evolucionando como artista y creador de historias. Y es que es muy interesante estudiar la evolución en sus obras desde que empezó en con Malas Tierras, un film narrativamente convencional, hasta su último proyecto, To the wonder, donde la radicalización de su lenguaje se había llevado al extremo. Huelga decir que los enemigos de este director, sobre todo desde el estreno de esa obra maestra que era El árbol de la vida, ni se molesten en visionar cinco minutos de Knight of Cups, al igual que los desconocedores de su obra al completo. Terrence es como el colegio, hay que empezar desde el primer curso e ir avanzando poco a poco hasta llegar a comprenderle. Los amantes de su última etapa -la que empieza con El árbol de la vida- disfrutarán con ella.

"Había una vez un joven príncipe cuyo padre, el rey de Oriente, lo envía a Egipto para encontrar una perla. Pero cuando llega, el pueblo le sirve una taza. Al beberla, se olvida de que era el hijo de un rey, se olvida de la perla y cae en un profundo sueño". Él es el príncipe y su padre el rey. La perla representa el sentido de su vida, aquella meta a la que uno aspira alcanzar para ser feliz. Pero la realidad le absorbe, le atrapa y, como si fueran arenas movedizas, le hunden hasta la profundidad de la oquedad. Y le hacen ser consciente de que lo que observa no es fruto de su imaginación a través de terremotos. Vaga por la calle intentando responder las incógnitas de su vida. ¿Cuáles fueron aquellos sucesos que le marcaron para siempre? ¿Qué le deparará el destino? Es por ello que, vencido de buscar la pieza que le falta, busca respuestas en una médium para que le ayude. Pero no hay futuro en él, todas las cartas sacadas por la bruja representan su oscuro pasado. Aquel que intenta olvidar; porque, al igual que la joven manchada de pintura negra y con varias especies de caretas que sale al comienzo de la película, es imposible ser otro completamente nuevo. Puede aparentarlo pero no convertirse en alguien que no quiere ser en el fondo (" Todos estos años viviendo la vida que ni siquiera conocía"). En realidad Rick podría ser el protagonista de La dolce vita o de La gran belleza. Ese Gambardella que asistía a fiestas con gente adinerada y despreocupada de los asuntos terrenales. Una especie de semidiós que tiene absolutamente todo al alcance de su mano. Esta idea viene representada a cargo del español Antonio Banderas, personificando la lujuria.

Nueve cartas del tarot son las sacadas por la bruja (el Caballero de Copas, la Luna, el Ahorcado, el Ermitaño, el Juicio, la Torre, la Alta Sacerdotisa, la Muerte y la Libertad). La primera representa la obra en global (y da nombre al film) y las otras ocho dan título a los capítulos en los que se divide la película. De esas ocho, cinco tienen que ver con desencuentros amorosos que tuvo en el pasado: Luna (Imogen Poots), el Juicio (Cate Blanchett), la Alta Sacerdotisa (Teresa Palmer), la Muerte (Natalie Portman) y la Libertad (Isabel Lucas). Las tres que quedan corresponden a la relación conflictiva con su hermano, con su padre y a los excesos que ha tenido en su vida. De este modo, la película constituye un continuo flashback contando las experiencias funestas de Rick. Primero sus distintas relaciones amorosas, de las que sale mal parado. Ya sea por su forma errónea de amar ("Tú no quieres amor, tú quieres experiencias"), de sucesos imprevisibles o de amores no correspondidos. Segundo cuenta las relaciones conflictivas con un padre al que ya no comprende, a pesar de los esfuerzos de este último por impedir que se aleje, y cuenta de la misma forma el tenso vínculo que tiene con su hermano, al cual le acusa de la muerte de su otro hermano: Billy. Traumas, sin duda, que le empuja a experimentar y llenar el vacío de un falso contenido, como son las mujeres (o prostitutas) con las que pasa la noche o las discotecas a las que acude. Pero en realidad está dentro de una cárcel rodeada de rascacielos que hacen de frontera entre él y la libertad. Encarcelado en una ciudad llena de adornos -No sabemos en determinados momentos si está en un escenario o en la propia calle- pero sin alma, y que ensucia hasta el mar que tiene al lado. Es por ello que Malick radica la redención en la naturaleza. En cada roca, en cada árbol, en el bosque o en una carretera sin un aparente destino situada en medio del desierto. Los aviones, tantas veces observados por Rick, sobrevuelan ambos territorios y viajan sin complicaciones a través de los dos mundos: El infierno y el paraíso.

- Sigue en spoiler sin spoilers-
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedeautor
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