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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
7
Drama Nueva York, principios del XX. Crónica de la vida de una humilde familia de inmigrantes irlandeses que reside en el barrio de Brooklyn. El padre es un hombre amable, pero con problemas de alcoholismo; la madre una mujer luchadora, y la hija pequeña es una chica brillante que sueña con salir del barrio para emprender una nueva vida. (FILMAFFINITY)
18 de junio de 2009
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Típica película del sistema de estudios, sin apenas exteriores, donde destaca por ejemplo ese patio con escalera de incendios –acceso al mundo de los protagonistas al modo de la escalera de “Un tranvía llamado deseo”- que a Kazan no le parecía de efecto realista o verosímil por su artificiosidad, pero que visto hoy conserva el encanto de aquel sistema de producción clásico de decorados y sets de rodaje. Y un poco lo mismo puede decirse de todo el metraje.

Radica la aportación fundamental de la película en un tono melancólico de recapitulación e infancia navideña, y en una dirección de actores que reclama nuestra atención por encima de soluciones de imagen o de desarrollo dramático. El distintivo visual de Kazan aún quedaba lejano, y en esta película casi ni se apunta siquiera. Completamente vencido estuvo el realizador, advenedizo él, a las soluciones del director de fotografía y a un montaje final en el que no tuvo mucha participación. La fotografía, de hecho, es muy funcional, sin elementos líricos en su empleo, siendo utilizada de forma práctica para subrayados narrativos de fácil digestión -rostros sombreados en alguna escena intensa y tal-.

La cinta incorpora, además, algunas de las preocupaciones de cine social que conforman una constante en parte de la obra de Kazan, perspectiva a la que recurrió también en teatro.

Las interpretaciones no tienen todavía dimensión “Strasberg”, claro, pero Kazan trabajó con los actores empleando atajos, quedando especialmente satisfecho con los resultados ofrecidos por Jimmy Dunn y Peggy Ann Garner, como comenta en sus diálogos con Jeff Young, que al parecer tenían en sus vidas personales puntos tangenciales de contacto con sus papeles -él por su condición de alcohólico y ella por la relación con su padre en la vida real-. Todos esos elementos fueron resquicios empleados por Kazan para obtener dentro del formato de cine de estudio clásico –que observamos en decorados, planificación de escenas, guión y peso en las decisiones del productor- algunas muestras de interpretaciones de intensidad “método” sin que siguieran, evidentemente, método alguno.

Este último comentario puede parecer anecdótico, sin más peso que la acumulación improcedente de información, pero se me ocurre que ofrece conclusiones si realizamos el ejercicio de contraponer el melodrama convencional hollywoodiense de la época, por un lado, y el mayor hincapié de esta película en la configuración de personajes y no tanto de situaciones. Y es que creo que ese dato, de alguna manera, avanza el tipo de director que, por primera vez, se ponía detrás de las cámaras en esta “Lazos humanos”.
Bloomsday
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