Nada de complicados análisis de pruebas estilo CSI, ni arduas investigaciones de todo un equipo de profesionales: en esta serie se regresa a los métodos detectivescos al más puro estilo Miss Marple, y unas suelas gastadas, unas manos sudorosas, un alfiler olvidado o un temblor de labios, ya son pruebas suficientes para conseguir la confesión del malo de turno.

El protagonista hace y deshace a su antojo, y sus compañeros solo están para poder alabarlo. Y lo más jodido es que el tipo no es policía, sino un ex -showman de la tele de esos que en mis tiempos se les llamaba adivinos, pero que ahora se dicen mentalistas. Se podría hacer un gran remake a la española, con Juan Tamariz al frente del Cesid, y sería una serie igual de verosímil pero bastante más cachonda.

En fin, que no es más que una bobería ideal para ver recién cenado y a punto de ir a planchar la oreja.