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España España · Madrid
Voto de Juanma:
5
Drama Un accidente marca y distancia a una madre (Jennifer Connelly) y a un hijo (Cillian Murphy). Ella llega a ser una famosa artista; él, un peculiar cetrero que vive marcado por una doble ausencia. Una joven periodista (Mélanie Laurent) propicia un encuentro entre ambos, que los lleva a plantearse la posibilidad de entender el sentido de la vida y del arte a pesar de las incertidumbres. (FILMAFFINITY)
26 de marzo de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La tercera película como directora de Claudia Llosa reincide una vez más en el localismo casi marginal que protagonizaba sus anteriores films, aunque para la ocasión abandone la comodidad que podía suponerle jugar dentro de casa para localizar su historia en el frío ambiente cercano al Círculo Polar Ártico. Allí, contextualiza esta historia, narrada en dos tiempos diferenciados, de una madre superada por la desesperación en pos de lograr la determinante ayuda médica que su hijo más pequeño necesita para seguir viviendo y la del vástago mayor, que ya adulto, encierra en su pecho una herida de difícil cicatrización. En un minucioso y ajustado montaje en paralelo, No llores, vuela nos irá contando ambas tramas hasta el momento en el que la primera genera el arranque de la segunda, llevando a cabo con ello una catárquica conexión entre ambas que debía servir también de giro balsámico a las emociones que hubiesen ido naciendo en el espectador.

Sin embargo, la cinta de Llosa no termina de perfilar esa idealizada redondez debido a que, a lo largo de su desarrollo, a No llores, vuela se la pasa completamente por alto conectar con sus imágenes los ánimos del respetable. Y es que en su recorrido por el film, uno ha de enfrentarse a la desconcertante dicotomía que puebla el interior de No llores, vuela. Por un lado, la directora juega como nadie con el tiempo interno de sus imágenes, dilatando algunos importantes momentos para con ello dar forma a un lenguaje estrictamente reflexivo, muy bien conducido gracias al empleo de ralentís y de una dirección de fotografía exquisita y hermosa, en lo visual, y a la dispersión que genera todo el mapa sonoro de la película, esculpiendo un tiempo (que diría Tarkovski) preciso e intransferible en algunos gloriosos, bellos y embelesantes momentos, redundando así en la carga onírica de un film que basa su específica belleza en la pretensión de equiparar la culpa y el perdón a milagrosos actos de pura fe.

Pero el alcance de tal pretensión resulta limitado desde casi los primeros compases del film, cuando la extrañeza y el desconcierto sacuden a un espectador absorto en la embriaguez que le despiertan unas imágenes enormemente estilizadas sostenidas por una estructura del todo desequilibrada. El contraste que conlleva el que toda la película se sustente en una puesta en escena amparada en el uso y abuso de una cámara febril y en constante movimiento, que por momentos parece buscar conatos de realidad para una ficción que se retuerce en medio de una inabarcable alegoría existencial, echa por tierra las posibilidades empáticas del film. La gelidez que cubre por completo el andamiaje de la película genera con el espectador un distanciamiento difícil de asumir, tanto que ni hechos tan ferozmente trágicos como es el abandono de un hijo por su madre, logran removernos por dentro.

Al final de No llores, vuela queda la sensación de que la temperatura, en términos de humanidad, la elevan los trabajos de todo el elenco de actores. Todos muy bien en sus roles, aunque sea por muchos motivos Jennifer Connelly la que merezca destacarse por encima del resto. Su capacidad tantas veces antes manifiesta para expresar mucho con la única ayuda de su mirada vuelve a evidenciarse a lo grande aquí, donde además la intérprete disfruta de admirables momentos para demostrar que sigue siendo una experta en resultar al mismo tiempo conmovedoramente frágil y seductoramente autosuficiente, logrando de forma magistral algo tan difícil de conseguir como es "actuar" el envejecimiento de su personaje sin caer en socorridos lugares comunes o escudarse en la máscara que pueda proporcionar la espléndida labor de maquillaje. Es ella, claro está, el punto fuerte de una película áspera y dura, aunque desgraciadamente irregular, pero también balsámica en su manifiesta capacidad para traspasar las limitaciones de su estructura formal y sondear un boceto de final feliz a la altura de las pretensiones esotéricas planteadas por un film de, eso sí, transparente coherencia.

http://actoressinverguenza.wordpress.com
Juanma
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