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Voto de antonalva:
8
Drama Ante un tribunal, Zain, un niño de 12 años, declara ante el juez. -¿Por qué has demandado a tus propios padres? -Por darme la vida.
13 de marzo de 2019
32 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estos últimos años, casi todo el cine proveniente de El Líbano me ha parecido de lo más interesante e instructivo que se ha podido ver en salas comerciales, realizado en lo que conocemos como ‘Oriente Medio’, una de las zonas más conflictivas e ingratas tanto de la segunda mitad del siglo XX como las primeras décadas del XXI, crisol irresoluble de culturas, religiones e ideologías que nos muestran las muchas contradicciones y conflictos que asolan nuestro atribulado presente y que tiñen de sangre y congoja nuestros días y bañan de pesimismo y desolación nuestro futuro. Se nos presenta aquí una recargada y caótica coctelera con algunos de los temas que impregnan nuestros insomnios diarios: la maternidad mal entendida (o entendida como fuente de recursos crematísticos), la inmigración ilegal o alegal, la trata de seres humanos como mercancía, el trabajo infantil (en vez de poder asistir a la escuela y así formarse para romper la aciaga esclavitud de la pobreza) y los abusos lacerantes a la dignidad humana…

Quizás se le pueda reprochar a su directora y coguionista, Nadine Labaki, el haber querido meter demasiadas cosas durante el desarrollo de la trama, pero también es verdad que la vorágine que se despliega ante el espectador como un confuso mosaico nos permite escrutar la complejidad de un mundo al borde del infierno, lleno de privaciones, anhelos, decepciones y sueños, donde la mugre cotidiana aún nos permite atisbar cierta bondad natural inmarchitable en los corazones de sus sufrientes protagonistas, donde el amor y la compasión son las piezas indispensables que nos permiten salir adelante pese a la adversidad y el dolor en que vivimos. Este exceso de problemas e historias nos permite escudriñar la complejidad del mundo actual, donde todo parece poderse comprar o vender sin ningún remordimiento moral ni atisbo de misericordia, donde nada que no tenga un precio tiene valor alguno. Exceptuando solo la honestidad.

Nada de lo que vemos puede considerarse novedoso o inaudito, aunque en realidad lo más reseñable estriba en la fuerza y ternura que rezuman sus imágenes y la verdad que desprende su protagonista infantil, hilo conductor de este descenso al averno, atravesando la podredumbre inmisericorde que nos anega y la fortaleza personal que nos redime. El catálogo de calamidades y desdichas que sufre y padece no busca la complicidad sensiblera u oportunista ni pretende invocar el gimoteo quejumbroso y dócil de la víctima, sino que nos abofetea con rabia y desesperación, como un grito colérico de resistencia e ira ante la crueldad e indiferencia de un mundo insolidario, desmemoriado e injusto.

No gustará a quienes vayan al cine para evadirse del hedor ordinario. Pero gustará a quienes se preocupen por sus semejantes y quieran comprender sus infortunios.
antonalva
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