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Voto de antonalva:
5
Comedia. Drama Después de hacerse famoso interpretando en el cine a un célebre superhéroe, la estrella Riggan Thomson (Michael Keaton) trata de darle un nuevo rumbo a su vida, luchando contra su ego, recuperando a su familia y preparándose para el estreno de una obra teatral en Broadway que le reafirme en su prestigio profesional como actor. (FILMAFFINITY)
9 de enero de 2015
490 de 846 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que tedioso es utilizar la técnica para maquillar, velar u ocultar la falta de ideas o las incongruencias de una trama exangüe, repetitiva, ostentosa, hinchada e indigesta. Porque estamos ante una de las películas más sobrevaloradas de la temporada, donde se confunde pretendida brillantez con falsa pedrería de saldo o bisutería de mercadillo veraniego: brilla, parece querernos seducir, se contonea garbosa pero deja a las claras que aunque la mona se vista de seda, mona se queda. En este caso, las ansias por impactar visualmente (¿celos de Alfonso Cuarón?) acaban por acogotar y lastrar lo que podría haber dado lugar a una película interesante sobre lo que es el estrellato, la popularidad y el talento.

No le faltan virtudes reseñables: sobre todo los actores están perfectos en un ejercicio coral muy elogiable, donde se complementan con envidiable fluidez, complicidad y compenetración. También resalta el reflejo del mundo del teatro, con sus servidumbres, enconos, petulancias, orgullos, egos estratosféricos e inseguridades abisales o arbitrarios críticos prejuiciosos… todos están retratados con cruel malicia, penetrante poder de observación y astuta ironía. Pero el intento de filmar la mayor parte de la cinta en un único (falso y falaz) plano secuencia no es una de sus virtudes, ya que lastra la fluidez narrativa, resulta artificioso y cansa porque hay demasiados momentos de tránsito (para maquillar los ensamblajes ‘invisibles’ o para demostrar un virtuosismo que no es tal). El cine es emoción y esta película no emociona ni a las plañideras de pago.

Por ello, el conjunto me resulta insatisfactorio, como si su director y coguionista hubiera querido abarcar demasiadas cosas, sucumbiendo a su exceso de ambición. Se hace pesada, premiosa, cansina, repetitiva y previsible. Su temática tampoco es nueva (¿qué es talento?, ¿qué es la fama?, ¿están relacionados?) ni se presenta ninguna variación novedosa ni ninguna reflexión original, tan solo asistimos a la enumeración de los consabidos tópicos (éxito mediático frente a talento esforzado, crítica mendaz y recelosa cegada por su vanidad prepotente, fatigosa relación paterno-filial emponzoñada por las ausencias laborales de un padre distraído y narcisista, etc.). Y uno se pregunta qué nos quieren decir o qué nos quieren contar que justifique y compense el precio de la entrada.

Sin llegar a ser un truño, se acerca peligrosamente a serlo. Es pretenciosa, asfixiante y naufraga sobre todo por el tono de jactanciosa importancia y arrogante trascendencia que tiene y los aires de inteligencia autosuficiente y chulesca con que se reviste. El insoportable lastre de la petulancia.
antonalva
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