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Voto de antonalva:
6
Animación París, 1930. Salvador Dalí y Luis Buñuel son las principales figuras del movimiento surrealista, pero Buñuel ve cómo se le cierran todas las puertas después del escandaloso estreno de "La edad de oro", su primera película. Sin embargo, su buen amigo, el escultor Ramón Acín, compra un billete de lotería con la loca promesa de que, si gana, pagará el documental que su amigo quiere rodar sobre Las Hurdes, una de las regiones más ... [+]
28 de abril de 2019
28 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos dudan de que el aragonés Luis Buñuel (1900-1983) es uno de los grandes genios del cine. Sin embargo, dada su atípica trayectoria cinematográfica, desarrollada en tres países diferentes – Francia, España y México – pocos caen en la cuenta de que se trata de uno de los exponentes más inclasificables y heterogéneos de lo que algunas veces ha venido en llamarse Edad de Plata de la cultura española o la vertiente cinéfila y universal de la Generación del 27. Pero como dijo su coetáneo Max Aub (1903-1972), otro singular y ecléctico ejemplo de la diáspora cultural española: “uno es de dónde cursa el bachillerato”. Resulta evidente que la aparente contradicción entre su innegable realismo y sus inmoderados toques surrealistas son una aportación única en su género, de raíz netamente española. Pero se nos olvida, porque somos desagradecidos con todos aquellos que encuentran la fama más allá de las fronteras nacionales.

No sé si la presente obra le hace justicia a la personalidad ‘histórica’ de Luis Buñuel. Pero en cualquier caso abre una muy interesante reflexión sobre lo que es – o puede llegar a ser – un documental, tanto en su planteamiento como en su realización. Al igual que siembra serias dudas sobre la verdad (o veracidad) de unas imágenes que, no por ciertas o posibles, fueron manipuladas a conciencia por su director con el fin de causar un mayor impacto para provocar la necesaria intervención política y social para remediar el atraso en que vivía sumida una región española a comienzo de los años treinta del siglo XX. La falta de empatía y compasión hacia las personas y hacia los animales hoy nos puede parecer incomprensible e inadmisible, pero debe verse con los ojos de entonces para no sacar conclusiones erradas ni perder de vista que lo que Buñuel trataba de crear con “Las Hurdes. Tierra sin pan” (1933) era un panfleto de denuncia. Y como tal, permanece como uno de los iconos de referencia del séptimo arte.

Nos encontramos con un ejemplar cine de animación dirigido a un público adulto e ilustrado, capaz de entrever, más allá de las impactantes imágenes, el objetivo perseguido: ayudar a que unas personas, ciudadanos españoles, dejaran atrás el siglo XIX y pudieran beneficiarse de las mejoras en la sanidad, educación y cultura de las que gozaban sus demás compatriotas de otras latitudes. Sin embargo, el cine nos repite y devuelve, una y otra vez, las imágenes rodadas entonces – no sin artimañas ni desafueros – convirtiendo en leyenda inalterable lo mismo que se denuncia.

Sin ser una gran obra, lo mejor es la reflexión que provee: ¿Hasta dónde podemos o debemos llegar cuando denunciamos una injusticia?
antonalva
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