Haz click aquí para copiar la URL
Voto de antonalva:
8
Bélico. Drama La guerra no acaba cuando se firma la paz. Cuando Alemania se rindió en 1945, en la costa occidental danesa comenzó otra dura batalla: la de los jóvenes soldados alemanes que fueron obligados a retirar miles de minas plantadas en la arena por el ejército nazi. Zandvliet muestra el maltrato infligido a esos prisioneros, un oscuro episodio de posguerra poco conocido. (FILMAFFINITY)
10 de marzo de 2017
55 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi tierra. Tierra de minas. El juego de palabras del título original fija la temática de esta cinta que explora e ilustra una anécdota apenas conocida de la posguerra mundial. Niños soldados, apenas adolescentes, cuyo único crimen fue ser prisioneros de guerra en territorio liberado, carne de cañón propicia para servir de chivos expiatorios de los crímenes de sus mayores, víctimas de una venganza inhumana con el objetivo de limpiar o borrar la humillación y deshonra de una ocupación lacerante y de la ofensa insoportable de no haberse podido o sabido enfrentar con éxito a los nazis invasores. Pero como en tantísimas ocasiones, pagan justos por pecadores – y la mayor afrenta es haber caído en el olvido.

La crueldad humana no conoce de razas, fronteras o nacionalidades. Y la compasión o la empatía tampoco. Es el relato mínimo y sombrío de una tarea imposible: limpiar de minas las playas de Dinamarca. Y como era una faena no sólo difícil y peligrosa, sino suicida, se decidió utilizar a los presos como herramientas útiles para alcanzar la deseada meta. Sin ninguna consideración sobre su licitud o moralidad, sin reconocer que se estaba incurriendo en los mismos abusos y atropellos que tanto se censuraba y condenaba del nazismo. Conviene recordar unas palabras Hermann Hesse: “Lo blando es más fuerte que lo duro; el agua es más fuerte que la roca, el amor es más fuerte que la violencia.” Y un clásico como Cicerón lo resumió en que no hay “Nada más opuesto a la justicia que la violencia.”

Y violentar a unos niños – aunque hubieran sido forzados a coger las armas hacia el final de la contienda por falta de adultos – para someterlos a nuevas vejaciones y brutalidades por el mero hecho de ser alemanes, fue un episodio vergonzoso que forma parte del inagotable y penoso museo de los horrores del funesto siglo XX. Y es un acto de honestidad volver la vista atrás y rescatar su silente dolor y hacerlo presente. No aprenderemos porque el ser humano es lobo para el hombre, pero al menos aún somos capaces de conmovernos por su infortunio y su padecimiento, con la vana esperanza de que no volvamos a repetir los yerros del pasado.

Excelente muestra de cine antibelicista – o humanista – de la mejor estirpe y calidad. Sobrio, implacable, nada edulcorado y del todo pertinente. Basta con mostrar a unos niños travestidos de soldados, arrastrándose exangües sobre la arena luminosa de una playa, desenterrando minas como si fueran tesoros, malviviendo en una choza infecta, tratando de subsistir soñando con el improbable regreso para reflejar la sinrazón de la guerra. Una joya cruel y turbadora.
antonalva
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow