Aunque estaría dentro de las diez más esperadas nuevas series de la temporada “New Girl” se ha convertido en la sorpresa cómica por méritos propios. La sitcom no tiene un argumento original, los personajes secundarios encajan en moldes para nada novedosos y sus tramas no son nada del otro mundo. Entonces, ¿por qué gusta tanto? Por una y única e indiscutible razón: Zooey Deschanel. Lo hace tan bien que aparecen en los televisores nebulosas, pétalos de flores y sonrisas que hacen temblar de la risa hasta a los mismos ángeles. Sí, se merece una nominación directa a los Emmy.

Muchas veces un personaje es una serie. No es que Jess tenga la capacidad del Dr. House o el Dr. Cooper pero podría ser la hermana de intercambio de Poppy (“Happy: Un cuento sobre la felicidad”) dentro del formato donde pertenece: la sitcom. Jess y Poppy comparten profesión y una visión optimista ante la tragedia aunque la protagonista de “New Girl” tiene unos delirios mucho más incontrolables. Su argumento parte de que Jess, en pleno despelote-sorpresa, descubre a su novio, cuya melena para ella es pura kryptonita, con otra y abandona el nido de amor… Sus nuevos compañeros de piso serán los nuevos hombres de su vida.

Parece que la solución de todos los episodios es que los chicos se sumen y monten al mundo de locura de Jess. Ellos están para ella y ella por ellos. Como si fueran una revisión de D'Artagnan con pechos y gafas de pasta gruesa y los tres disfuncionales mosqueteros los enfrentamientos, dramas sentimentales y conflictos se resuelven en una catarsis grupal, con vómito de ridículo, destinada a provocar carcajadas y simpatía. Como si todo ello fuera una terapia colectiva de superación de esa burla que es su genial protagonista y otro tratamiento, por risoterapia con aleteos de mariposa al ritmo de ‘Dirty Dancing’, para el espectador.