Es una pena, porque la idea tiene su gracia: 'el turno del cementerio' es como llaman los estadounidenses al turno de noche en las fábricas, y es en ese turno cuando ocurren las muertes. Varios trabajadores, entre ellos el novato, son obligados a formar equipo para limpiar el sótano de trastos y ratas, descubriendo unos túneles subterráneos que, tachán! ¿dónde irán?...

...pues al cementerio!

Y el culpable de llevar a los currelas hasta allí, no es el jefe o el encargado, ni siquiera un horario explotador y desalmado, sino una especie de murciélago gigante que camina, eso sí, con sumo cuidado, ya que nadie se cosca cuando le viene por detrás.

Y el caso es que, lo mismo que no se nos dice la procedencia del protagonista, tampoco lo hacen con el bicharraco. Esto es y ocurre así, porque sí. Y punto.

Es que ni siquiera una maldición, oiga.