Recuerdo que, ante la duda entre si volver a coger de la estantería del videoclub esta película o Las chicas de la Tierra son fáciles, acababa cogiendo Bitelchús.

Y es que esta pequeña tienda de los horrores me fascinaba por su olor a Jim Henson por los cuatro costados y por su estupendo reparto, pero había un problema, y de los gordos: era musical. Eso me echaba para atrás; alargaba el brazo y hacía amago de cogerla, pero en el último instante, como si de electricidad estática se tratara, chas! cerraba la palma de la mano y la dejaba de lado.

Hoy, el que aquí les escribe, que ya poco tiene que ver con aquel niño que se debatía eternos momentos frente a las estanterías (ahora lo hace delante de los precios en el Carrefull), disfruta con esta película como nunca lo ha hecho, las canciones son en su mayoría magníficas, el numerito de Steve Martin es para agarrarse al sillón y la pequeña aparición (para mi, "cameo" es otra cosa) de Bill Murray es hilarante. Lo demás sigue intacto, todo muy cartoon, un Barrio Sésamo con mala baba por el que, por si fuera poco, ahora se pasea la nostalgia.