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Voto de Archilupo:
7
27 de enero de 2009
45 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
La atávica rivalidad entre hermanos por la primogenitura puede enconarse especialmente entre gemelos, separados sólo por horas en vez de por años, y generar pasiones que duren, como suele decirse, “más allá de la muerte”.
La abuela que enseña al nieto un juego ancestral que en el fondo es una técnica de brujería, no cuenta con que esas inconcebibles pasiones lo potencien fuera de control, en complejo proceso psicológico que posibilita el impulso criminal.
El paroxismo alcanzado por el enconamiento, aun en niños de supuesta inocencia, la violenta lucha por la preferencia paterna y sus símbolos de autoridad (concretados en un anillo), es el esqueleto argumental, articulado en fuertes sucesos, de gran magnitud dramática. Y en grandes sorpresas, crear cuyas condiciones implica una tremenda dificultad, afrontada de lleno por Mulligan.
Para encandilar al espectador, escoge contar la historia a través de una apariencia de los hechos, la percepción infantil, que no se corresponde con la realidad en que, para mantener hasta el final la película como artefacto enigmático, se inserta y camufla.
El artificio narrativo requiere del director un continuo funambulismo. Da su fruto porque el efecto aterrador, logrado sin abandonar un paraje rural y luminoso, es sutil, ajeno a truculencias burdas.
La enrevesada tarea narradora acapara el esfuerzo, y queda por ello renqueante el acabado formal, a ratos desangelado. El rendimiento cinematográfico se resiente porque la sofisticación del relato en la novela original obliga al virtuosismo: puesta en escena de relojería, diseño de cada plano con lupa y compás.
La ingente labor técnica exige enorme empeño, digno de mejor cosecha. Mulligan lo acomete con impecable honradez artística, buscando siempre refinar el género, y es de reconocer.
La abuela que enseña al nieto un juego ancestral que en el fondo es una técnica de brujería, no cuenta con que esas inconcebibles pasiones lo potencien fuera de control, en complejo proceso psicológico que posibilita el impulso criminal.
El paroxismo alcanzado por el enconamiento, aun en niños de supuesta inocencia, la violenta lucha por la preferencia paterna y sus símbolos de autoridad (concretados en un anillo), es el esqueleto argumental, articulado en fuertes sucesos, de gran magnitud dramática. Y en grandes sorpresas, crear cuyas condiciones implica una tremenda dificultad, afrontada de lleno por Mulligan.
Para encandilar al espectador, escoge contar la historia a través de una apariencia de los hechos, la percepción infantil, que no se corresponde con la realidad en que, para mantener hasta el final la película como artefacto enigmático, se inserta y camufla.
El artificio narrativo requiere del director un continuo funambulismo. Da su fruto porque el efecto aterrador, logrado sin abandonar un paraje rural y luminoso, es sutil, ajeno a truculencias burdas.
La enrevesada tarea narradora acapara el esfuerzo, y queda por ello renqueante el acabado formal, a ratos desangelado. El rendimiento cinematográfico se resiente porque la sofisticación del relato en la novela original obliga al virtuosismo: puesta en escena de relojería, diseño de cada plano con lupa y compás.
La ingente labor técnica exige enorme empeño, digno de mejor cosecha. Mulligan lo acomete con impecable honradez artística, buscando siempre refinar el género, y es de reconocer.