Son gente insoportable. Te sobrevienen siempre cuando menos te lo esperas, te hacen saltar todas las alarmas y te dejan la vida hecha un desastre. A veces, también el corazón. Son incomprensibles, infantiles y caprichosos. A pesar de ser totalmente inofensivos, son capaces de hurgar en ciertos recovecos del alma para sacar lo mejor y lo peor de las personas. Un gran poder que, por supuesto, no saben controlar.

Por supuesto, son extremadamente inconvenientes e inoportunos. Nueve de cada diez veces la cagan y te hacen desear no haberlos conocido nunca. Lo malo es que esa tonta e insignificante vez que no la cagan te hacen sentir vivo de verdad, y creer de nuevo, por un momento, que eres capaz de levantar una montaña, escapar del manicomio y volar.

Cada uno tiene al suyo por ahí, volando sobre el nido del cuco o perdido por algún lugar en la cabeza, en el mundo, en sus sueños. Aguardando el momento para escapar de la sala de enfermos agudos y volver a hacer de las suyas.

El otro dia vi a un par de ellos por ahí, riendo por la calle. Uno sabe reconocer a estos personajes de inmediato. Se metieron en el metro. Se intuía que estaban haciendo algo que se suponía que no debían estar haciendo, y ella le llamaba a él cansino històrico. Y él le tocaba el culo y probablemente también pensaba que ella era una cansina histórica, o una incontinencia suma. No sé si eran conscientes de ello, pero ese par de locos eran las dos personas más cuerdas de la ciudad aquella noche.