Un dentista adinerado erotómano y playboy y la mujer (modelo, ex novia de un piloto y buena conductora) que acaba de conocer, se disponen a pasar un fin de semana en el bonito palacete junto a un lago que este tiene, cuando tras ponerse la mujer a los mandos del bonito Corvette descapotable por una solitaria carretera en medio de ninguna parte, se cruzan con cuatro descerebrados con un coche rojo que la toman con ella, iniciándose una persecución, cuyo resultado es, los descerebrados saliéndose de la carretera y varados en un arrollo (con un rebote de muy padre y señor mío) y la parejita siguiendo camino.
El dentista resulta ser un sonrojante erotómano de saldillo, que con sus burdas y pueriles maniobras logra provocar el rechazo de la modelo (Brenda Vaccaro) la cual le pone en su sitio y decide largarse, pero para su desgracia se lo impide el líder de los descerebrados (Don Stroud), que tras el incidente del principio había iniciado una obsesiva búsqueda del Corvette y por fin los habían localizado.
Todo esto a modo de presentación, a partir de aquí nos encontramos con una entretenida producción canadiense con este recurrente tema en la década de los 70, (La ultima casa a la izquierda, Perros de paja, Domingo Sangriento, etc.…), de pacíficos ciudadanos acosados en parajes recónditos por descerebrados psicópatas y su transformación en implacables y violentos justicieros mientras luchan por sobrevivir, que si bien no llega a ser nada de otro mundo (en cuanto a gore y escenas sangrientas), tiene en la interpretación de Brenda Vaccaro y Don Stroud (en menor grado) sus mejores bazas para echarla un visionado.
Tanto William Fruet, como Brenda Vaccaro, fueron premiados por esta película en Sitges 1976, el uno como mejor puesta en escena y la otra como mejor actriz.
Recomendable.