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Voto de Chris Jiménez:
3
Comedia Carlos es un pobre y aburrido hombre que se deja llevar por la vida hasta el punto que se va a casar un tanto por la fuerza. Pero su vida cambia radicalmente un fin de semana cuando se encuentra en medio de espias extranjeros y aventuras... (FILMAFFINITY)
26 de mayo de 2017
1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un secreto internacional convenientemente guardado, una lucha a muerte entre potencias enemigas, una cacería entre agentes secretos...y un pobre hombre sin media torta que se verá metido en el embrollo por su mala suerte.
Y es que una vez que entras en este mundo ya no puedes salir.

Como el "blaxploitation" a finales de los '70 o el "glam metal" a principios de los '90 con la trágica llegada del "grunge", la comedia gruesa española del "destape" estaba dando claros signos de cansancio a mediados de los '80, con ideas que ya se intuían repetitivas e incluso desfasadas, que empezaban a no interesar al público de la época como antes y que se erigían en contra de la dañina ley de Pilar Miró. En ese momento la obra del gran Mariano Ozores, que había dirigido la última y más floja colaboración de la pareja Andrés Pajares/Fernando Esteso, "La Lola nos lleva al Huerto", también estaba un poco de capa caída.
Decide entonces volver a desmarcarse de sus comedias ligeras y mezclar su desgastado cine con uno que todavía tiene éxito en aquellos años, el de espías y agentes secretos, cuyas historias se suelen situar en el ambiente de la Guerra Fría, la cual se halla en punto de incertidumbre donde no saber si explotar del todo o desistir de puro agotamiento. Así arranca la dudosa trama de "¡Qué Tía la C.I.A.!", con el director sacando sus cámaras a territorios extranjeros y relatándonos los infortunios que ha de pasar una espía rusa para sacar de Lisboa unos planes secretos sobre una supuesta alianza entre las dos Alemanias.

Planes que los germanos ansían y que se hallan archivados en el interior de un diminuto microfilm, elemento que lleva formando parte de este tipo de películas desde hacía cuarenta años. Pero el protagonista no tendrá nada que ver con estos conflictos entre asesinos y agentes encubiertos, pues se trata de un inocente, apocado e insípido inspector de fábricas de quesos que ya se encuentra en una situación terrible de por sí al haber sido forzado por el jefe de una importante compañía a casarse con su hija, supuestamente violada por él (cuando en realidad ocurrió todo lo contrario).
Y por si fuera poco para llegar puntual al altar le encasquillan a un patético detective privado hecho con los jirones del peor imitador de Sherlock Holmes. Poco puede hacernos suponer que este españolito medio que teme ver sangre y se ahoga en un vaso de agua se va a meter en ningún asunto de espionaje, pero así sucede cuando se cruza con la espía rusa del principio, quien le da, sin él saberlo, el microfilm, para luego desaparecer; las "excitantes" aventuras no dejarán de sucederse a partir de ese momento, las cuales incluirán a sádicos hombres de negocios, agentes dobles, asesinos despiadados, guapas espías e importantes secretos internacionales.

Más que poco graciosa, el alocado argumento que nos quiere hacer tragar el director se advierte idiota y con una carencia de entusiasmo y originalidad a unos niveles pasmosos. Es cierto que esto es una comedia y sus humildes pretensiones son visibles (como podemos comprobar en esa secuencia inicial en la que varios agentes se matan sin orden ni concierto para robar un mensaje), sin embargo, allá donde Ozores acertaba parodiando el "western" en "Al Este del Oeste", falla al intentar hacer lo mismo ridiculizando el cine de espías en el film que nos ocupa.
Pues la bienintencionada burla que lleva a cabo de los clichés y estereotipos del género, así como de esas intrigas protagonizadas por individuos inocentes y perseguidos por esas fuerzas del Mal cuya existencia escapa a cualquier ciudadano corriente de la sociedad (como sucedía en los clásicos de Hitchcock a los que el madrileño también desea rendir tributo), se articula en torno a una trama que pocas sorpresas puede provocar donde abundan chistes de factoría "ozoriana" harto repetidos y "gags" tan simpáticos (la tortura de los tres taladros de acero) como mediocres, estirados hasta el tedio por culpa de diálogos poco inspirados y la constante verborrea de los protagonistas.

Como una enclenque versión castiza del Thornhill de "Con la Muerte en los Talones", Fernando Esteso acomete su papel de miedoso inocente perseguido como mejor puede, anunciándose en su cansado rostro lo cerca que estaba su separación con el sr. Ozores, quien parece conceder mucha más atención a los secundarios, la genial pareja formada por su hermano Antonio y Juanito Navarro, éste como el taxista que se involucrado en el lío del microfilm sin comerlo ni beberlo (un personaje que tampoco puede faltar).
Les acompañan otros buenos actores (en un plantel donde hay nombres internacionales para dar más empaque a la cosa) como Emiliano Redondo (al que todos recordamos por su impagable intervención en "Los Liantes"), Gérard Tichy, Emilio Fornet, Alfonso del Real, Rafaela Aparicio, Luis Barbero y esa Brita Jensen cuyas habilidades interpretativas brillan por su ausencia; si algo le falta desde luego a "¡Qué Tía la C.I.A.!" es contar con la presencia de alguna de las estrellas femeninas que han estado adornando anteriores títulos del cineasta (agradable hubiera sido ver a Adriana Vega, Jenny Llada, Nadine Rochex o África Pratt de mujeres fatales).

El nivel de genialidad que había en sus obras está fuera de combate en esta parodia de espías, tema que ya tocó anteriormente con mejores resultados ("Objetivo: "BI-KI-NI" ", "Operación "Mata-hari" "), de la que poca gente se acuerda, donde se cuenta además con un erotismo cada vez más rebajado y una de las secuencias más estúpidas y peor rodadas de toda la carrera del realizador (como es ese asesinato, cuchillo en mano, de los agentes por Esteso).
Entretenida es, pero por los pelos. La salvan Antonio Ozores, Navarro y Tichy...bueno, y Ronald Reagan.
Chris Jiménez
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