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Voto de Luis Guillermo Cardona:
9
Comedia. Romance En 1911, embajadores de toda Europa acuden a Londres para asistir a la coronación de George V y la reina María. Uno de estos enviados pertenece a la embajada del reino de Carpatia y no es otro que el propio regente del país, el Gran Duque Carlos. En su primera noche en la capital británica, el Gran Duque decide visitar el Coconut, un cabaret en el que actúa como corista la señorita Marina. (FILMAFFINITY)
12 de septiembre de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con Marilyn Monroe ocurre como con todas aquellas personas altamente valiosas: A medida que avanzas en el conocimiento de su vida, y sobre todo de su obra, va aumentando tu aprecio y tu admiración por ella. Mientras más veo sus películas (y algunas las he visto dos y tres veces), más me convenzo de la inmensa belleza que ella poseía. En lo externo, su rostro me resulta entre los más puros y armoniosos que nos haya dado el cine en sus primeros sesenta años; y por mucho tiempo, su cuerpo fue de unas líneas fascinantes. Lo mejor, es que siempre irradiaba una inocencia, una fragilidad y una bondad que te hacían amarla. Obsérvese su mirada y su expresión plena, y si hay alguien en quien no cabe ni por asomo la maldad, es en Marilyn. Puede adivinarse en ella algo de vanidad con cierto movimiento que hace con su labio superior; también hay coquetería y provocación en la manera como ondea sus caderas, pero esto se siente, en gran parte, presionado desde lo externo con los incesantes halagos, más los reclamos de los directores en sus afanes de exhibirla. Pero, cuando la observas en cualquier primer plano que dure lo suficiente, Marilyn tan solo despierta deseos de abrazarla y de protegerla como el más preciado tesoro.

“EL PRÍNCIPE Y LA CORISTA”, sirve para reafirmar esta imagen que tenemos de una actriz que, además, vuelve a demostrar aquí la enorme chispa que tenía para la comedia. Su rostro de nuevo nos deja lelos y su cuerpo -aunque ahora algo pasadito de kilos- mantiene la coquetería que, en este caso, tenía su merecido lugar.

La obra,“The sleeping Prince” y el guión del notable dramaturgo, Terence Rattigan, gozan de una dinámica en constante ebullición, y los diálogos, además de exquisitos y siempre atinados, dejan en muy buen sitio a las mujeres que hacen parte de la historia. El personaje central es Elsie Marina (Marilyn), una modesta actriz de teatro que, accidentalmente, dejará su huella, al ser presentada al gran duque Charles, príncipe regente de Carpathia, alteza, ilustrísima… y toda esa suerte de títulos y adjetivos que tan solo sirven para maquillar sombras. Como es de esperarse, la invitación a cenar no se hace esperar mucho y el aristócrata se va a encontrar con una muchacha que, subestimada por su proveniencia, va a demostrar que lo que tiene dentro es oro puro, y quizás con esto haga historia.

Laurence Olivier, otro notable director que se suma a la importante lista que ya había dirigido a la rubia inmortal (Huston, Mankiewicz, Lang, Goulding, Hawks, Preminger, Wilder…), es también el protagonista de una aventura en embajada monárquica donde, de nuevo, la hormiga es la que deja la lección al elefante. Necesario decir que, Marilyn no solo se pone a su altura sino que, con su gracia, su carácter y su belleza, rebasa con creces a su pareja. Necesaria mención de Richard Wattis, estupendo como el asistente del gran duque, y Sybil Thorndike, la reina Dowager, con mucho mejor olfato que oído.

Esta es la suerte de comedias que aseguran un rato aleccionador y muy gratamente divertido.
Luis Guillermo Cardona
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