Hay películas especialmente diseñadas para gustar al gran público y las hay solo concebidas para satisfacer a su(s) responsable(s). “Stella cadente” entraría claramente en el segundo caso. Ya sea por el uso de sustancias tóxicas, por ocurrencias disparatadas o sueños delirantes, Lluís Miñarro no hace más que encadenar escenas absurdas unidas por un fino hilo argumental . En realidad hacer una película de este tipo es de lo más fácil. El personaje es lo de menos. Miñarro se sirve de Amadeo de Savoya como hubiese podido escoger cualquier otro personaje histórico o ficticio. Solo es una excusa para poder vertir todas tus pajas mentales. Unos cuantos planos de exteriores, algunas escenas de sexo para cubrir la cuota de provocación, unas canciones aunque estas no vengan a cuento (imprescindible que sean las que le gustan al director), algún simbolismo que otro que esto siempre da empaque autoral y si tienes algún amiguete crítico de cine que te venda el producto, voilà! Ya tienes tu película lista. Da igual que el resultado final no tenga ni pies ni cabeza, que algunas escenas provoquen vergüenza ajena o que tu producto sea más aburrido que sentarse a ver crecer la hierba. La cuestión es poder decir que has hecho una película diferente, que la has podido estrenar y aunque la vean cuatro gatos tu ego ya estará satisfecho para el resto de los días.

Lo mejor: el baile con que nos deleita el rey Amadeo.

Lo peor: que algunos directores luego se quejen de que la gente no va al cine.