¿Qué pasaría si pudieses crear a medida a tu príncipe o princesa azul?

¿Y si pudieras cambiar automáticamente cualquier cosa que no te gusta de tu pareja?

Esta es la pregunta implícita que plantea "Ruby Sparks", una comedia románticamente antiromántica, en la que a un escritor bloqueado se le presenta, en carne y hueso, su encarnación de la chica ideal. Y tan ideal, que solo es un producto de su imaginación. Hasta que...deja de serlo y se convierte en una persona.

Y no hace falta ser escritor para comprender el dilema del protagonista.

Porque cada vez que nos enamoramos creamos del otro un personaje de ficción que vendrá a cumplir todas nuestras expectivas y cuando se cae el velo de los ojos y vemos al ser humano real, nos cuesta tanto aceptarlo que en el esfuerzo de mantener la fantasía viva, acabamos rompiéndonos o rompiéndole.

"Ruby Sparks" ofrece todas estas reflexiones con la naturalidad y frescura de un guion joven, seguro de sí mismo y capaz de llevar su estupenda premisa a sus últimas consecuencias. Es una película que te llegará si sabes la diferencia entre querer y enamorarte, si ya no costruyes altares para parejas muy terrenales o si ya comprendiste que la única manera de amarse es conociéndose, no imaginándose.

La protagonista de esta película es el sueño superficial de un hombre que no sabe amar y como el Tom de "500 días juntos" (y tantos hombres y mujeres reales) cree que la afinidad tiene más que ver con los gustos musicales, la manera de vestir o el background turbio que con la pasión, la autenticidad y la amistad.

¿Diseñar a la persona de tus sueños y reescribirla cada vez que se equivoca, o que no se comporta como a ti te gustaría o que simplemente empieza a alejarse?

Suena horrible...y para muchos y muchas, inconfesablemente apetecible.

¿Sabemos amar, en realidad?

Las respuestas van brotando con naturalidad en la que resulta ser una de las mejores películas de los últimos años, sea cual sea el género.