No me esperaba el tono que ha proyectado Gervais para su nueva serie. Porque, precisamente, no parece su tono. El más irreverente de los cómicos, se vuelve pausado y melancólico.

Crea, y para mí es lo mejor de la serie, una galería entrañable de personajes secundarios con los que es muy fácil empatizar. Incluso el suyo. El más huraño, y el más sufrido. El que vive sin objetivos.

A veces resulta repetitivo y roza lo cursi, pero lo solventa con la expresión de las pequeñas cosas: los paseos con su perra, las charlas con los compañeros, las visitas al padre. Una perspectiva de pequeñas cosas. Lo que viene ser la vida.