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Voto de kakihara:
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Acción. Thriller
Mikhail Rostov (Richard Lynch), un peligroso terrorista que dirige a un grupo de mercenarios sin escrúpulos, planea comenzar una campaña de terror en los Estados Unidos, pero antes decide acabar con Matt Hunter (Chuck Norris), antiguo integrante de la CIA, que fue su bestia negra en el pasado. Mientras que Hunter trata de salvar su vida de cientos de enemigos que le buscan por todo el país, tendrá que destruir los planes de Rostov que ... [+]
19 de enero de 2013
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de acción de los años 80 representó una época dorada en el género de forma muy particular. Aparentemente, se trataba de un cine que cogía una fórmula muy esquemática: una cara conocida (un tipo duro), entre los que se podían contar actores como Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone, Jean Claude Van Damme, Steven Seagal o, como es este caso, Chuck Norris. Actores que interpretaban personajes que en la mayoría de ocasiones se enfrentaban solos ante un peligro de magnas dimensiones (que en muchas ocasiones tenía que ver con actos terroristas o una seria amenaza para la seguridad de los Estados Unidos). Se trataba de films que explotaban hasta la hipérbole la figura del héroe a cual Lobo Solitario que se enfrenta a un ejército de antagonistas (siempre liderados por un villano final de apariencia mortífera y tremendamente destructor). Films que dedicaban la mayor parte del presupuesto en grandes explosiones y en dar rienda suelta a la adrenalina del espectador, con escenas a cual menos verosímiles, aun a costa de debilitar unos guiones ya de por sí exagerados y violentos. Pero lo más importante: la voluntad de las Majors era ofrecer al espectador un cúmulo de escenas cargadas de acción, peleas, tiroteos, persecuciones, explosiones y sobretodo violencia gratuita en un contexto marcado por el conservadourismo de la era Reagan. Films como Commando (1985, Mark L.Lester), Por Encima de la Ley (1988, Andrew Davis), Cobra (1986, George Pan Cosmatos) o Desaparecido en combate (1984, Joseph Zito) aparentaban un retroceso ideológico y moral respecto al cine de acción tan transgresor que se venía haciendo en el New Hollywood de los 70.
Pero no nos engañemos. Algunas de estas películas, y particularmente la que nos ocupa (como ejemplo de uno de los casos más extremos de la época) se beneficiaron de una serie de rasgos y cualidades que las convierten, en mi opinión, en obras verdaderamente transgresoras. Y el caso de Invasión USA recoge todas estas características llevadas hacia el paroxismo. A saber:
-El film de Joseph Zito adopta al ya popular Chuck Norris y lo convierte en un mito inmune a todo (llevando la figura del actor más allá de lo que lo había hecho en su anterior film, Desaparecido en Combate). Norris es aquí un Lobo solitario que se encuentra, por decisión propia, apartado de la acción (antiguo agente de la CIA) y se dedica a cazar caimanes con sus propias manos (el mismísimo actor, sin dobles). Es un hombre impasible a cualquier tipo de emoción, una suerte de hombre de hielo que, si es que sufre, lo hace por dentro (véase su reacción al ver el cuerpo sin vida de su amigo el indio). No recibe ningún rasguño ni herida de ningún tipo (estrategia que más tarde utilizaría, con menos fortuna, Steven Seagal). Y por si fuera poco, es inmune hasta a los tradicionales guantazos de la damisela de turno (véase el instante en que esquiva, de forma absolutamente inesperada, el intento de guantazo que le propina la periodista, y lo hace alzando fríamente el brazo, sin siquiera mirarla).
-El indudable humor y autoconsciencia con el que están tratadas muchas de las situaciones y, en particular, las relativas a nuestro héroe. Punto totalmente relacionado con el anterior, existe una voluntad de extremar el perfil de americano sureño, muy macho, y con mucho pelo en el pecho, de forma sutilmente cómica, tanto desde dirección, como desde otros apartados como guión, vestuario y el propio acting de Norris. El espectador llega a encariñarse con un personaje que no se acaba de tomar en serio a sí mismo, y se ríe con él (con la diferencia básica de que Norris se ríe por dentro, dejando escapar de vez en cuando una semi-sonrisa chulesca). Pocos héroes tan patéticos y ridículos (desde un punto de vista racional) han conseguido atraer tanta simpatía por parte de un sector desprejuiciado de espectadores.
Pero no nos engañemos. Algunas de estas películas, y particularmente la que nos ocupa (como ejemplo de uno de los casos más extremos de la época) se beneficiaron de una serie de rasgos y cualidades que las convierten, en mi opinión, en obras verdaderamente transgresoras. Y el caso de Invasión USA recoge todas estas características llevadas hacia el paroxismo. A saber:
-El film de Joseph Zito adopta al ya popular Chuck Norris y lo convierte en un mito inmune a todo (llevando la figura del actor más allá de lo que lo había hecho en su anterior film, Desaparecido en Combate). Norris es aquí un Lobo solitario que se encuentra, por decisión propia, apartado de la acción (antiguo agente de la CIA) y se dedica a cazar caimanes con sus propias manos (el mismísimo actor, sin dobles). Es un hombre impasible a cualquier tipo de emoción, una suerte de hombre de hielo que, si es que sufre, lo hace por dentro (véase su reacción al ver el cuerpo sin vida de su amigo el indio). No recibe ningún rasguño ni herida de ningún tipo (estrategia que más tarde utilizaría, con menos fortuna, Steven Seagal). Y por si fuera poco, es inmune hasta a los tradicionales guantazos de la damisela de turno (véase el instante en que esquiva, de forma absolutamente inesperada, el intento de guantazo que le propina la periodista, y lo hace alzando fríamente el brazo, sin siquiera mirarla).
-El indudable humor y autoconsciencia con el que están tratadas muchas de las situaciones y, en particular, las relativas a nuestro héroe. Punto totalmente relacionado con el anterior, existe una voluntad de extremar el perfil de americano sureño, muy macho, y con mucho pelo en el pecho, de forma sutilmente cómica, tanto desde dirección, como desde otros apartados como guión, vestuario y el propio acting de Norris. El espectador llega a encariñarse con un personaje que no se acaba de tomar en serio a sí mismo, y se ríe con él (con la diferencia básica de que Norris se ríe por dentro, dejando escapar de vez en cuando una semi-sonrisa chulesca). Pocos héroes tan patéticos y ridículos (desde un punto de vista racional) han conseguido atraer tanta simpatía por parte de un sector desprejuiciado de espectadores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
- Después tenemos la trama que da pie a esta historia, extrema y estrambótica: un ejército de terroristas rusos (como los actuales mercenarios rusos que están ayudando a la Dictadura Siria a sobrevivir) logran burlar la seguridad de las costas estadounidenses para emprender una ola de terrorismo masivo, asesinando civiles durante la Navidad y de forma indiscriminada e injustificada (incluyendo mujeres y niños). Perplejos nos deja aun a día de hoy una escena como la de la destrucción de las casas con bazocas en una tranquila urbanización. Y es que lo que acaba llamando más la atención es la falta de escrúpulos a la hora de mostrar una violencia extrema que pocas veces habíamos visto en la gran pantalla. Una violencia que se muestra bajo múltiples formas: la carente de escrúpulos, como la mencionada secuencia de la urbanización o la masacre de refugiados cubanos en su patera; la intimista, como la clavada de cuchillo al negro; o la masiva, como el macro duelo final entre el ejército de USA y el sin fin de mercenarios rusos. Por no citar el guiño final al mismo concepto de violencia hiperbólica con el disparo en pleno pecho del villano (caracterización inolvidable de Richard Lynch) utilizando un bazoca que, debido al tremendo impacto, lo lanza a través de la ventana hacia el vacío. Como es igualmente memorable la mujer negra que el personaje de Rostov lanza por una ventana sin justificación alguna (vislumbrándose claramente al varón que hace de doble con peluca, para regocijo del espectador cachondo).
Todos estos elementos tan presentes en el cine de acción de los 80, más aun en el cine de Chuck Norris y de Joseph Zito en particular, y todavía más en este film como emblema de la acción más exagerada y descabellada, nos confirman que el cine de acción en su connotación más palomitera (como simple diversión desprejuiciada), no hizo sino renacer en esta época bajo una nueva forma aparentemente conservadora. Porque, si no pasamos por alto las posibles lecturas políticas, ¿sería descabellado plantear este film como una feroz crítica a la era Reagan?
Sin duda, un film que tras 27 años de su estreno nos continua dejando boquiabiertos por su tratamiento de la violencia y humor (¿intencionado en su momento?) al que no estamos muy acostumbrados en las actuales multisalas (más allá de propuestas como Los Mercenarios o Wanted).
Todos estos elementos tan presentes en el cine de acción de los 80, más aun en el cine de Chuck Norris y de Joseph Zito en particular, y todavía más en este film como emblema de la acción más exagerada y descabellada, nos confirman que el cine de acción en su connotación más palomitera (como simple diversión desprejuiciada), no hizo sino renacer en esta época bajo una nueva forma aparentemente conservadora. Porque, si no pasamos por alto las posibles lecturas políticas, ¿sería descabellado plantear este film como una feroz crítica a la era Reagan?
Sin duda, un film que tras 27 años de su estreno nos continua dejando boquiabiertos por su tratamiento de la violencia y humor (¿intencionado en su momento?) al que no estamos muy acostumbrados en las actuales multisalas (más allá de propuestas como Los Mercenarios o Wanted).