Sin ser de las mejores películas de Paul Schrader (Harcore, American gigolo, Aflicción...) esta amarga visión del mundo del espectaculo, la falsamente puritana sociedad americana, la adicción al sexo y el proceso de autodestrucción de un hombre se merecía bastante más suerte de la que obtuvo.
Lastrada por una interpretación algo redundante de Greg Kinnear, Schrader vuelve a convertirse en juez moral de este particular descenso a los infiernos, y si la profundidad obtenida en otras ocasiones aquí no se logra tanto, aún así consigue una obra mucho más interesante de lo que aprenta y que hay que ver con mucho cuidado y atención. Detrás de sus imágenes Auto Focus esconde un espléndido discurso sobre la condición humana, la soledad, la frustración y la imposibilidad de luchar contra un destino predeterminado. Una auténtica lección de nihilismo existencial.