Murnau, uno de los poetas de la imagen más grandes que jamás han existido, nos ofrece su particular versión del mito fáustico (el pacto con el diablo), que se remonta al siglo XV. Las bellas imágenes, el escalofriante ambiente y el pulso narrativo tienen una fuerza inusitada.
Lo único malo es un bajón hacia la mitad, producido durante un tramo cómico en el que se otorga demasiado protagonismo a un Emil Jannings inadecuado.

En estos tiempos en los que el alma humana está de rebajas, uno tiene que leer de algún usuario que en esta película no hay sentimientos. Me resulta imposible comprenderle; me pregunto si estaría mirando a la pantalla durante el apocalíptico comienzo, durante el pacto con sangre y durante la tormenta de nieve o si ya estaba deseando que acabara la película antes de que empezara. Evidentemente no experimentarás abatimiento ni asombro si sólo te estimulan vísceras y espectáculos ruidosos. Que siga flipando con sus películas gore favoritas, que yo seguiré a lo mío. ¡Si al final todos nos podemos llevar bien!