Entiendo que fuera un fracaso de taquilla en su momento, no por su calidad cinematográfica (incuestionable), sino por la forma amarga que tiene de tratar el conflicto bélico. Ciertamente cuesta imaginar una película más oscura y pesimista que esta, en la que la acción no es sólo entretenimiento (y cuando lo es lo es de un modo perturbador, véase el paseo por el campo de minas) sino un reflejo antiépico del instinto de supervivencia del hombre ante un medio que le es hostil. Su grupo cerrado de caracteres identificables y el juego de apariencias que mueve el relato remite a un cierto cine de guerra más lúdico y adrenalítico, tipo Doce del patíbulo, pero la mirada de Siegel es propia del mejor cine antibelicista, imbuida de la negra poesía del horror (fuegos nocturnos, sombras en la batalla) que hace de la acción pura y dura elevada (y primaria) reflexión existencial, mostrando con crudeza y sin patriotismos ni música enaltecedoras innecesarias la trastienda del combate mismo. Sólo hay que fijarse en el momento en que está colocado el The End para darse cuenta de que la cosa va muy en serio. Lo dicho, pese a irregularidades de guión y algún que otro tópico en la construcción de personajes, filme regio, lleno de hierro y potencia visual, de discurso desencantado y profundo. Ah, y con un soberbio Steve McQueen.