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Voto de Shinboneniná:
3
Thriller. Drama Antonio, un pistolero de la banda terrorista ETA, días antes de cometer un atentado, conoce a Charo, una drogadicta de dieciocho años que, a pesar del ambiente sórdido en el que ha crecido, conserva todavía la ingenuidad. Él ha dedicado su vida a una causa en la que ya no cree y su malestar crece al sentirse atrapado en un callejón sin salida donde todo es destrucción y muerte. (FILMAFFINITY)
28 de abril de 2008
126 de 188 usuarios han encontrado esta crítica útil
-“¿Vas a ver a Alfredo? Pues dile que si me quiere follar me tiene que pedir perdón de rodillas; y si no, que se vaya a follar con su puta madre”.
Frases como ésta, que se repiten con insistencia, nos dan una idea de la categoría del guión y del planteamiento de Uribe, un supuesto experto en temas etarras. Y con razón: esta película es auténtico terrorismo cinematográfico. Desde luego, si la novela de Juan Madrid es tan demencial como el guión de estos “Días follados”, digo “Días contados”, me temo que se le va a escapar el Nóbel de Literatura. Esta patética historia de amor entre un gudari etarra y una yonqui miramicoño qué bonito es, no tiene mayor atractivo que la entrepierna de Ruth Gabriel o las peras de Candela Peña, venga o no a cuento enseñarlas. Por cierto, la disquisición de las dos en la cama, acerca de su condición de putas, es de traca. Como lo es el personaje de Karra Elejalde y sus ridículos secuaces. Carmelo Gómez está como siempre, se sabe que está porque hace mucho bulto. El único que se salva es Bardem, cuyo personaje de yonqui pasado de vueltas resulta bastante convincente.
El comportamiento del comando etarra es para la antología del disparate. Supongo que cuando la película la vieron los que realmente saben de terrorismo, o la gente del entorno de ETA, se descojonaron; incluso puede que alguno se cascara una manola a cuenta de los calentones de la pareja protagonista. Capítulo aparte merece la banda sonora de Nieto; creo que es la peor que he oído en mi vida, a medio camino entre el publirreportaje de una marca de embutidos y un mix del Vangelis de “Carros de fuego”. Muy a su pesar, supongo, resulta cómica.
Ah, creo recordar que en su día la película se vendió como una visión novedosa del fenómeno etarra: entre teta y teta, el parrús de la Gabriel.
Shinboneniná
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