A la película ya le quedaba bien el traje de sátira, de comedia que ridiculiza la realidad a través de unos personajes tremendos, con Alberto Sordi a la cabeza. Como comedia pura, la primera parte de "Un burgués pequeño, muy pequeño" es ejemplar, es un escándalo. Monicelli se encarama casi hasta el surrealismo usando como excusa ese amor extremo hasta el absurdo por un hijo memo. No es sólo que el padre se haga masón para recibir trato de favor hacia su hijo, esa es la punta del iceberg, hay más.

Cada vez que me topo ante una película de Mario Monicelli no lo dudo, sé que va a aportar cosas buenas. Si en este caso se hubiera quedado con la sátira y hubiera tirado para adelante hasta el final por el camino del humor absurdo ya nos habría estado bien. Pero no, súbitamente se cruza el azar (pocos spoilers son tan necesarios como este) y Alberto Sordi ya no nos hace reír y nos vamos al otro extremo. ¿Es buena una división tan radical en la película?, ¿era necesario?; el caso es que de repente nos encontramos ante un registro absolutamente diferente. Y mi valoración es positiva.

Monicelli es un maestro, no tengo ninguna duda ya. Lo que hizo en "La gran guerra" le salió mucho mejor, pero de verdad que "Un burgués pequeño, muy pequeño" vale mucho la pena si al espectador no le importa ese giro tan sorprendente en la trama.