Esta película llegó a mí por mera casualidad, y por ello doy gracias. Es un filme que nos vuelve a recordar algo que olvidamos día a día: que la vida no se limita a los estudios, el triunfo, las posesiones y el materialismo, sino que en realidad nuestra existencia esconde más maravillas de las que podemos ver, de las que queremos sentir o de las que sabemos apreciar (una leve sonrisa, el caluroso abrazo de una madre, un dulce beso, un claro amanecer, un cálido recuerdo...).

Ishaan nos muestra que cada persona es un mundo que merece la pena ser descubierto, más allá de una foto, un expediente académico o un currículum.

Esta obra de arte contiene un mensaje que lucha contra la visión mecanicista y cosificadora de la sociedad moderna, a la vez que nos hace reflexionar acerca de los motivos por los que hemos dejado a nuestro niño atrás y lo hemos encerrado entre barrotes. Perder la inocencia y hacer de nuestro corazón piedra es un grave error que nos oprime, ciega y limita, como podemos ver en la figura del padre de Ishaan.

Aprisionar nuestros sentimientos y rodearlos de una barrera de conocimientos y destrezas "útiles" es casi una imposición de la era moderna y del sistema educativo actual. Aquí se nos dice lo contrario: que liberemos el niño que llevamos dentro, que nos permitamos sentir, que nos soltemos, que no pensemos y actuemos por intereses, sino por valores y sueños; que vivamos una vida donde cada persona sea especial, una vida sin comparaciones, llena de comprensión, y de amistad. Por eso...

Dejemos la oscuridad atrás, seamos, junto con Ishaan, estrellas en la tierra...