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Polonia Polonia · Galitzia
Voto de Valkiria:
8
Drama América, años treinta. Chuck Glover (Montgomery Clift) es un funcionario del Gobierno del Valle del Tennessee, encargado de expropiar las tierras ribereñas, cuyos habitantes sufren con frecuencia los devastadores desbordamientos del río. El objetivo es, además de evitar catástrofes, construir una presa hidroeléctrica que garantice el progreso de la región. Pero ese proyecto exige la demolición de las viviendas de una pequeña población y ... [+]
2 de septiembre de 2009
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kazan nos devuelve a la América profunda con su inconfundible narrativa visual, crepuscular, dorada, presentándonos a orillas del río Tennessee una historia de segregación racial adaptada a los ambientes sureños de la época de la Gran Depresión. Una historia, “Río Salvaje”, que bien podría formar parte de una trilogía documental junto a “Esplendor en la hierba” y “Al Este del Edén”. Pareciera que las tres películas se retroalimenten entre sí.

La acción transcurre en el año 1934. Clift, ya reconstruido su rostro tras el accidente de tráfico que sufre en el 1956, es un agente de la Administración del Valle de Tennessee encargado de la expropiación de unas tierras, al que poco menos que toman por el pito del sereno. Kazan pone como nadie de relieve el conflicto o choque de poderes y competencias que se produce entre el gobierno federal de los Estados Unidos (que Monty representa) y las libertades individuales en cada casa, rancho, condado o ciudad. En “Río Salvaje”, se evidencia el tropiezo entre las distintas idiosincrasias de la nación americana: de cómo un puñado de blancos del Sur, deciden la suerte de todos los hombres negros de la región estableciendo a 2 dólares el jornal por día de trabajo mientras sus congéneres blancos recaudarán más del doble o, de cómo una anciana Jo Van Fleet (de apenas 46 años en el rodaje pero a la que caracterizaron de octogenaria) pone en jaque con su declaración de intenciones al mismísimo presidente Rooselvelt. Todo con la Gran Depresión y el New Deal como telón de fondo, tema recurrente en el cine de Kazan.

Clift tuvo ocasión de compartir pantalla probablemente con las cinco intérpretes femeninas más destacadas que dio el cine americano en el siglo XX:
- Katherine Hepburn y Liz Taylor (en “De repente, el último verano”; con la segunda, “su mejor amiga”, repetiría en “Un lugar en el sol” y “El árbol de la vida”)
- con Anne Baxter en “Yo Confieso” de Hichtcock
- Jo Van Fleet (actriz fetiche de Kazan) en esta entrega.
- y con Lee Remick, co-protagonista en “Río Salvaje”, quien, a juzgar por su papel en “Días de vino y rosas”, pasa por completar el quinteto actoral femenino por justicia.

Él, ya menoscabado su aspecto físico y minada su moral, en proceso de autodestrucción, sigue deslizándose por lo que en Hollywood bautizaron como “el suicidio más largo de la historia”. Quizás los problemas personales de Monty ayudaron a dar más convicción a sus personajes desvalidos y patéticos, como es el caso.

Más allá de las tres interpretaciones protagonistas, de altura, sobresalen los secundarios y un guión que continúa siendo tema de actualidad: ¿hemos de claudicar en favor del progreso y en detrimento del medio natural? A juzgar por la expresión de Clift, quien perpetra la expropiación, evidentemente no. Al fin y al cabo, como el mismo confiesa “la peor erosión no es la que causa la tierra sino la que corroe nuestras ganas de vivir”.

Muy buena.
Valkiria
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