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Drama. Romance
Inglaterra, principios del siglo XX. Los señores Maudsley, de la alta sociedad inglesa, han invitado a Leo, un compañero de clase de su hijo a pasar unos días de vacaciones con ellos. El recién llegado será utilizado por la hermana de su amigo para enviar cartas a su amante. (FILMAFFINITY)
30 de julio de 2009
30 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera y última colaboración del realizador Joseph Losey (1909-84) con el dramaturgo y guionista Harold Pinter. El guión adapta la novela “The Go-Between” (1954), de Leslie P. Hartley (1895-1972). Se rueda en escenarios exteriores y naturales de Hedon (iglesia y escenas de ciudad), Thornage (juego de cricket), Melton Constable Hall (como Brandham Hall), Norwich y paisajes abiertos (Norfolk) y en los platós de Elstree Studios (Barehamwood, Inglaterra). Gana la Palma de oro de Cannes. Producido por John Heyman y Denis Johnson para EMI Films, John Heyman Productions y Columbia, se estrena en diciembre de 1970 (RU).
La acción dramática tiene lugar en el verano de uno de los primeros años de la década de 1900-09, durante varias semanas, en la mansión de campo Brandham Hall (Norwich, Norfolk). El joven Léo Colston (Guard), de 13 años, compañero de colegio de Marcus Maudsley (Gibson), de familia modesta y huérfano de padre, es invitado a pasar unas semanas de vacaciones con la familia. Pronto siente adoración por Marian (Christie), hermana de Marcus, de veinte y pocos años, con la que habla con frecuencia. Se convierte, sin pretenderlo, en mensajero de Hugh Trimingham (Fox), novio de Marian, y ésta. Más tarde hace las veces de mensajero entre Marian y Ted Burgess (Bates), que tiene arrendada la Black Farm al padre de Marian. Léo es ingenuo, manejable y listo. No sabe nada de sexo, pero siente curiosidad por el tema y desea informarse. Su preguntas directas obtienen respuestas evasivas, tanto de Ted como de Hugh. Marian es atractiva, guapa, simpática y apasionada. También es egoísta, autoritaria, impositiva y clasista. Cuando le conviene, presiona al chico abusando ostensiblemente de su superioridad.
El film suma drama, romance y crítica social. El guión sigue con relativa fidelidad la novela, describe con eficacia la sociedad aristocrática inglesa de la época eduardiana, explora sus costumbres, ideales, debilidades, intereses y decadencia, recrea el ambiente aristocrático con la ayuda de un vestuario magnífico, unos decorados espléndidos y unas interpretaciones de gran nivel. La narración se desarrolla siguiendo los recuerdos de un niño que ve las cosas con superficialidad y que no entra en el análisis de las interrelaciones de las variables que ve, pero no entiende por razones de edad y por su condición de persona ajena a la familia protagonista. Los recuerdos se evocan unos 70 años después de que ocurrieran los hechos. El que los rememora es un Léo (Redgrave), de 82 años, que contempla el pasado sin emociones y desde la lejanía que impone el paso del tiempo.
(Sigue sin “spoilers”)
La acción dramática tiene lugar en el verano de uno de los primeros años de la década de 1900-09, durante varias semanas, en la mansión de campo Brandham Hall (Norwich, Norfolk). El joven Léo Colston (Guard), de 13 años, compañero de colegio de Marcus Maudsley (Gibson), de familia modesta y huérfano de padre, es invitado a pasar unas semanas de vacaciones con la familia. Pronto siente adoración por Marian (Christie), hermana de Marcus, de veinte y pocos años, con la que habla con frecuencia. Se convierte, sin pretenderlo, en mensajero de Hugh Trimingham (Fox), novio de Marian, y ésta. Más tarde hace las veces de mensajero entre Marian y Ted Burgess (Bates), que tiene arrendada la Black Farm al padre de Marian. Léo es ingenuo, manejable y listo. No sabe nada de sexo, pero siente curiosidad por el tema y desea informarse. Su preguntas directas obtienen respuestas evasivas, tanto de Ted como de Hugh. Marian es atractiva, guapa, simpática y apasionada. También es egoísta, autoritaria, impositiva y clasista. Cuando le conviene, presiona al chico abusando ostensiblemente de su superioridad.
El film suma drama, romance y crítica social. El guión sigue con relativa fidelidad la novela, describe con eficacia la sociedad aristocrática inglesa de la época eduardiana, explora sus costumbres, ideales, debilidades, intereses y decadencia, recrea el ambiente aristocrático con la ayuda de un vestuario magnífico, unos decorados espléndidos y unas interpretaciones de gran nivel. La narración se desarrolla siguiendo los recuerdos de un niño que ve las cosas con superficialidad y que no entra en el análisis de las interrelaciones de las variables que ve, pero no entiende por razones de edad y por su condición de persona ajena a la familia protagonista. Los recuerdos se evocan unos 70 años después de que ocurrieran los hechos. El que los rememora es un Léo (Redgrave), de 82 años, que contempla el pasado sin emociones y desde la lejanía que impone el paso del tiempo.
(Sigue sin “spoilers”)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El film denuncia las diferencias de clase, el puritanismo y la hipocresía de las clases altas, sus abusos de poder, las conexiones entre religión y poder, las conductas castradoras que destruyen las relaciones amorosas espontáneas y sinceras, el sometimiento de los jóvenes a las normas convencionales. Esboza una reflexión sobre la memoria y sus funciones de conexión del presente y el pasado. Presenta el caso de una interrupción abrupta de la inocencia de un adolescente, tema que se convierte en el central del relato y sobre el que se concentra gran parte del impacto dramático del film. La reaparición de Léo, 70 años después, convertido en un aciano silencioso, perplejo, amable, soltero, solitario, capaz de escuchar, recordar y aconsejar, pero incapaz de intervenir para cambiar una realidad que, pese a todo, sigue arraigada con fuerza. El contraste entre el ayer y el hoy de algunos personajes resulta desolador. Pocas cosas han cambiado de verdad. En ello se apoya uno de los elementos más sólidos del drama.
Joseph Losey gozó en su momento de gran prestigio. Su condición de exiliado de EEUU a causa de la “caza de brujas” del senador McCarthy le rodeó de una cierta aureola, que con el tiempo se ha desvanecido. En la actualidad Losey es denostado como cineasta limitado, poco consistente y superficial. En nuestra opinión, injustamente. Su trabajo en “El mensajero” demuestra pericia, capacidad de presentación del contexto general de los problemas que apunta y una adecuada focalización en un tema principal que no se desvela hasta el final. A través de sus indicaciones, sugerencias, sutilezas y sobreentendidos, nos dice que el pasado pesa más de lo que se cree en general, que la traumática pérdida de la inocencia de Léo ha tenido sus consecuencias y que la renuncia al amor verdadero de Marian también las ha tenido y que unas y otras siguen pesando y provocando dolor y amargura.
La banda sonora, de Michel Legrand (“Las señoritas de Rochefort”, Demy, 1967), aporta una partitura de temas melancólicos, vibrantes y ligeramente inarmónicos, interpretados elegantemente al piano. Añade dos canciones ajenas, una a cargo de Ted (“Take Pair of Sparkling Eyes”) y otra de Léo. La fotografia, de Gerry Fisher (“Accidente”, Losey, 1967), en color, se complace en mostrar la belleza de la campiña inglesa, la variedad de su flora y fauna, la placidez de los remansos del río y la violencia oculta que se disimula tras estos elementos (encuentro de la familia Maudsley y Ted Burgess junto al río). Algunas escenas destilan veneno, como la de la oración matinal que reúne antes del desayuno a la familia y al personal de servicio uniformado.
Bibliografía
José Francisco MONTERO, “El mensajero”, Miradas de cine, nº 74, mayo 2008.
Joseph Losey gozó en su momento de gran prestigio. Su condición de exiliado de EEUU a causa de la “caza de brujas” del senador McCarthy le rodeó de una cierta aureola, que con el tiempo se ha desvanecido. En la actualidad Losey es denostado como cineasta limitado, poco consistente y superficial. En nuestra opinión, injustamente. Su trabajo en “El mensajero” demuestra pericia, capacidad de presentación del contexto general de los problemas que apunta y una adecuada focalización en un tema principal que no se desvela hasta el final. A través de sus indicaciones, sugerencias, sutilezas y sobreentendidos, nos dice que el pasado pesa más de lo que se cree en general, que la traumática pérdida de la inocencia de Léo ha tenido sus consecuencias y que la renuncia al amor verdadero de Marian también las ha tenido y que unas y otras siguen pesando y provocando dolor y amargura.
La banda sonora, de Michel Legrand (“Las señoritas de Rochefort”, Demy, 1967), aporta una partitura de temas melancólicos, vibrantes y ligeramente inarmónicos, interpretados elegantemente al piano. Añade dos canciones ajenas, una a cargo de Ted (“Take Pair of Sparkling Eyes”) y otra de Léo. La fotografia, de Gerry Fisher (“Accidente”, Losey, 1967), en color, se complace en mostrar la belleza de la campiña inglesa, la variedad de su flora y fauna, la placidez de los remansos del río y la violencia oculta que se disimula tras estos elementos (encuentro de la familia Maudsley y Ted Burgess junto al río). Algunas escenas destilan veneno, como la de la oración matinal que reúne antes del desayuno a la familia y al personal de servicio uniformado.
Bibliografía
José Francisco MONTERO, “El mensajero”, Miradas de cine, nº 74, mayo 2008.