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Voto de Miquel:
8
7,0
3.179
Drama
Una joven belga (Audrey Hepburn) que pertenece a una familia burguesa, ingresa como novicia en un convento. Tras profesar como monja, la hermana Luke es enviada al Congo a trabajar como enfermera en una misión. Su sorpresa será mayúscula cuando compruebe que ha sido destinada a un hospital para blancos, como ayudante de un cirujano. (FILMAFFINITY)
28 de septiembre de 2009
31 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decimoquinto largometraje del austríaco Fred Zinnemann (1907-97) (“Solo ante el peligro”, 1952). El guión, de Robert Anderson ("Té y simpatía”, Minelli, 1956), adapta la novela biográfica “The Nun’s Story” (1956), de Kathryn C. Hulme, basada en la vida de Marie-Louise Habets (1905-86). Se rueda del 24/I al 25/VI de 1958 en escenarios reales de Bélgica (Brujas, Froyenne y West-Vlaanderen) y de la República del Congo (Kisangani, leprosería, estación de ferrocarril y mercado nativo) y en los platós de Cinecittà (Roma), con un presupuesto de 3,5 M USD. Nominado a 8 Oscar, gana un Bafta (actriz) y la Concha de plata (actriz) de San Sebastián. Producido por Henry Blanke para la Warner, se proyecta por primera vez en público en sesión de preestreno el 18-VI-1959 (NYC).
La acción dramática tiene lugar entre 1927 y 1944 en Bélgica y, sobre todo, en la República del Congo. Gabriela van der Mal (Hepburn), de unos 22 años, de familia acomodada, hija de un reputado cirujano viudo, pese a las reticencias paternas, ingresa como postulante en el convento de las Hermanas de la Caridad de Jesús y María, congregación fundada en 1803 por Peter Triest en Lovendegen (Bélgica). Como religiosa toma el nombre de hermana Luke y cursa estudios de enfermería en la Escuela de Medicina Tropical. El papel de la madre Emmanuelle, superiora, corre a cargo de Edith Evans y el de cirujano belga Dr. Fortunati, que trabaja en Kisangani, a cargo de Peter Finch.
El film desarrolla un drama psicológico. Compone el retrato profundo, detallado y consistente de un personaje singular y apasionante, de extraordinaria penetración y riqueza de detalles. Ocupa el centro del relato y se presenta construido con habilidad y esmero. La aportación más importante de la cinta viene dada por la profundidad psicológica de su análisis y la sutileza de los medios empleados en la tarea. La evolución del personaje a lo largo de 17 años intensos de vida, con cambios de destino y trabajos, se basa en un brillante conocimiento y manejo de los recursos psicológicos y de la fuerza de afirmación de una personalidad humana que se sitúa fuera de lo común. Luke es batalladora, generosa, entregada y dispuesta incondicionalmente al servicio de los demás.
La descripción de las incidencias que marcan su experiencia misionera y monástica atesora entre líneas la exploración de su lucha interior, la nobleza de sus sentimientos y, sobre todo, la eclosión que se produce en la sociedad occidental de una matriz nueva de valores superiores a los tradicionales, que se han demostrado insuficientes para inspirar y motivar la vida colectiva de una sociedad con nuevos problemas, nuevas metas y nuevas necesidades, a raíz de la IIGM y sus consecuencias. La madre Luke (Hepburn) sufre en su intimidad los embates de la confrontación que se produce en el mundo entre valores emergentes y caducos, valores nuevos y viejos, valores de presente y los del pasado.
La acción dramática tiene lugar entre 1927 y 1944 en Bélgica y, sobre todo, en la República del Congo. Gabriela van der Mal (Hepburn), de unos 22 años, de familia acomodada, hija de un reputado cirujano viudo, pese a las reticencias paternas, ingresa como postulante en el convento de las Hermanas de la Caridad de Jesús y María, congregación fundada en 1803 por Peter Triest en Lovendegen (Bélgica). Como religiosa toma el nombre de hermana Luke y cursa estudios de enfermería en la Escuela de Medicina Tropical. El papel de la madre Emmanuelle, superiora, corre a cargo de Edith Evans y el de cirujano belga Dr. Fortunati, que trabaja en Kisangani, a cargo de Peter Finch.
El film desarrolla un drama psicológico. Compone el retrato profundo, detallado y consistente de un personaje singular y apasionante, de extraordinaria penetración y riqueza de detalles. Ocupa el centro del relato y se presenta construido con habilidad y esmero. La aportación más importante de la cinta viene dada por la profundidad psicológica de su análisis y la sutileza de los medios empleados en la tarea. La evolución del personaje a lo largo de 17 años intensos de vida, con cambios de destino y trabajos, se basa en un brillante conocimiento y manejo de los recursos psicológicos y de la fuerza de afirmación de una personalidad humana que se sitúa fuera de lo común. Luke es batalladora, generosa, entregada y dispuesta incondicionalmente al servicio de los demás.
La descripción de las incidencias que marcan su experiencia misionera y monástica atesora entre líneas la exploración de su lucha interior, la nobleza de sus sentimientos y, sobre todo, la eclosión que se produce en la sociedad occidental de una matriz nueva de valores superiores a los tradicionales, que se han demostrado insuficientes para inspirar y motivar la vida colectiva de una sociedad con nuevos problemas, nuevas metas y nuevas necesidades, a raíz de la IIGM y sus consecuencias. La madre Luke (Hepburn) sufre en su intimidad los embates de la confrontación que se produce en el mundo entre valores emergentes y caducos, valores nuevos y viejos, valores de presente y los del pasado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La solidaridad, la iniciativa, el espíritu crítico, la rebeldía, la innovación, la capacidad de adaptación al cambio y otras virtudes similares, desplazan de sus antiguas posiciones a la obediencia, el sometimiento, la prudencia, el sacrificio, la acomodación, el silencio, la oración y la negación de la iniciativa personal, etc.
Resulta particularmente brillante la secuencia en la que, entre líneas y de modo contenido, se desarrolla la lucha entre la potente concupiscencia de la madre Luke y las tentaciones que le inspiran diversos elementos de su entorno. La batalla entre la castidad y el amor físico crea unos momentos culminantes, resueltos con sutilezas, sin palabras, sin gestos aparentes y con emoción reprimida. Para mi es inolvidable la encarnación de las contradicciones que se plantean en la conciencia de la protagonista entre la obediencia y la eficacia de la acción al servicio de los más necesitados. Creo que es sobrecogedora la justificación que se desvela disimuladamente de la contemporización que adopta la Iglesia ante la ocupación nazi de Bélgica (28-V-1940), al amparo de principios de prudencia y legítima autodefensa.
La interpretación de Hepburn (28 años), que no profesaba ninguna religión, es magnífica y emocionante. A través de su rostro, expresiones contenidas, gestos tenues y con frecuencia con la propia inmovilidad cubierta por los hábitos, entrega un gran trabajo, que se gana la simpatía del público y el favor de la crítica. Son muy meritorios los papeles de la superiora, Rvda. madre Emmanuelle, y del cirujano Peter Finch. El film, supervisado por un grupo de frailes dominicos nombrado al efecto, evita todos los elementos polémicos y críticos y realza con detallismo minucioso (muy propio del realizador) algunas de las virtudes y rigores propios de los conventos católicos antes del Concilio Vaticano II (1962-1965), como se deja ver en la primera parte de la obra. Las sugerencias críticas se contienen sólo en el subtexto y en elementos subliminales del texto.
La banda sonora, de Franz Waxman, compone una partitura de tonos épicos, rasgos grandilocuentes y sugerencias laudatorias, grata a los oídos del espectador. Añade cortes de melodías conventuales y de algunos cánticos religiosos, como el “Adeste fideles”. La fotografía, de Franz Planer (“Vacaciones en Roma”, Wyler, 1953), aporta una narración académica, clara, bien construida y de tonos austeros. Añade unos pocos juegos de cámara y planos generales de exaltación religiosa y monástica, como las perspectivas generales de la capilla con motivo de ceremonias religiosas u oraciones conventuales. Contiene valores documentales de naturaleza religiosa y social, referidos a la época en la que se producen en el mundo grandes cambios en la definición y jerarquía de los valores y principios de la convivencia y cohesión social.
Bibliografía
Pedro CRESPO, “Historia de una monja”, ‘Notorious ed.’, 32 págs., Madrid 2009.
Resulta particularmente brillante la secuencia en la que, entre líneas y de modo contenido, se desarrolla la lucha entre la potente concupiscencia de la madre Luke y las tentaciones que le inspiran diversos elementos de su entorno. La batalla entre la castidad y el amor físico crea unos momentos culminantes, resueltos con sutilezas, sin palabras, sin gestos aparentes y con emoción reprimida. Para mi es inolvidable la encarnación de las contradicciones que se plantean en la conciencia de la protagonista entre la obediencia y la eficacia de la acción al servicio de los más necesitados. Creo que es sobrecogedora la justificación que se desvela disimuladamente de la contemporización que adopta la Iglesia ante la ocupación nazi de Bélgica (28-V-1940), al amparo de principios de prudencia y legítima autodefensa.
La interpretación de Hepburn (28 años), que no profesaba ninguna religión, es magnífica y emocionante. A través de su rostro, expresiones contenidas, gestos tenues y con frecuencia con la propia inmovilidad cubierta por los hábitos, entrega un gran trabajo, que se gana la simpatía del público y el favor de la crítica. Son muy meritorios los papeles de la superiora, Rvda. madre Emmanuelle, y del cirujano Peter Finch. El film, supervisado por un grupo de frailes dominicos nombrado al efecto, evita todos los elementos polémicos y críticos y realza con detallismo minucioso (muy propio del realizador) algunas de las virtudes y rigores propios de los conventos católicos antes del Concilio Vaticano II (1962-1965), como se deja ver en la primera parte de la obra. Las sugerencias críticas se contienen sólo en el subtexto y en elementos subliminales del texto.
La banda sonora, de Franz Waxman, compone una partitura de tonos épicos, rasgos grandilocuentes y sugerencias laudatorias, grata a los oídos del espectador. Añade cortes de melodías conventuales y de algunos cánticos religiosos, como el “Adeste fideles”. La fotografía, de Franz Planer (“Vacaciones en Roma”, Wyler, 1953), aporta una narración académica, clara, bien construida y de tonos austeros. Añade unos pocos juegos de cámara y planos generales de exaltación religiosa y monástica, como las perspectivas generales de la capilla con motivo de ceremonias religiosas u oraciones conventuales. Contiene valores documentales de naturaleza religiosa y social, referidos a la época en la que se producen en el mundo grandes cambios en la definición y jerarquía de los valores y principios de la convivencia y cohesión social.
Bibliografía
Pedro CRESPO, “Historia de una monja”, ‘Notorious ed.’, 32 págs., Madrid 2009.