A medida que avanzaban las temporadas, se acumulaban los elogios y asimismo los retos. Los Simpson habían cambiado las reglas de la animación televisiva con su humor inteligente y forma de llevar "problemas reales" al estilo cartoon. Dentro de las consignas del show, todos los años se hacía una casa-árbol del terror donde en veinte minutos se contaban tres historias cortas.

Con una capacidad de referenciar desde los grandes clásicos a las cuestiones de moda, esta sexta entrega no defrauda en lo absoluto. De particular interés es el experimento en tres dimensiones con Homer que llegó a tener vida propia como corto.

Las otras dos aventuras son clásicas parodias de elementos populares, no siendo por ello menos dignas de mención. El jardinero Willie se convierte en un improvisado Freddy Krueger con algunas secuencias imperdibles como el bueno del escocés ardiendo en llamas mientras espera su turno de palabra en la reunión de tutores legales para esclarecer si es bueno que Milhouse tome macarrones dos días a la semana.

La primera de las entregas de estos tres deliciosos platos versa sobre los efectos publicitarios a gran escala y la importancia de la atención (o no) del público. A los monstruos no mirar.

Sin desperdicio. Se deja el plato limpio.