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España España · Córdoba
Críticas de laranra
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
8
13 de septiembre de 2012
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Los niños de la colmena" es puro neorrealismo a la japonesa. Esto supone que comparta cosas importantes y definitivas con Vittorio de Sica y con esa "Alemania, año cero" (1948) de Rosselini. Es un drama conmovedor ambientado en la destrucción que sobrevino tras la segunda guerra mundial. Entre los daños colaterales quedaron montones de niños huérfanos condenados a sobrevivir en los márgenes de una sociedad rota. Entre paisajes naturales de hermosura selvática y los restos quemados de toda una civilización la película avanza optimista y negrísima a la vez. Su fuerza es pletórica y aun así ese poder se debilita un poco por ese "a la japonesa" comentado que se traduce en un exceso de melaza que no ha envejecido del todo bien. Escaso achaque para una película excelsa sobre el mayor crimen posible: una infancia robada que como esos fotogramas impagables de Hiroshima aparece hecha añicos. Eso es violencia. Y cómo duele.
laranra
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10
5 de mayo de 2009
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bergman es lo que tiene. Te engancha como a un tontito. A poco que te intereses por la imaginería y el pensamiento de este creador tan personal quedarás prendado para siempre de su mundo negro y sus obsesiones primarias, desoladoras, enormes. Está claro que nunca se le ha considerado un optimista. Eso queda palpable con películas de la negrura de "El séptimo sello". En ella se nos acerca a un momento histórico en el que la muerte caminaba por la tierra invadiendo todos los ámbitos de la vida cotidiana. Me refiero a la gran plaga, la peste negra que asoló Europa en el siglo XIV. Parece un momento idóneo para lanzarse al carpe diem feroz, aunque para Bergman es mejor para hacerse las preguntas de siempre. El caballero cruzado (un enorme Max Von Sydow) trata de engañar a la muerte en una partida de ajedrez que solo sirve para alargar lo inevitable. Mientras, atraviesa aldeas e iglesias invadidas por el miedo cegador de un cristianismo castrante que ve en la epidemia una oportunidad única de aumentar su poder a través del miedo a la condena. En este ambiente de pensamiento único destaca el pensamiento lúcido, libre y despreocupado de Juan, el escudero. Un hombre rudo con mucho más que decir de lo que parece a simple vista. Es la sencillez del hombre salvaje. La bondad real por encima de la que predican los charlatanes.

¿Qué hay después? Es la pregunta desesperada del caballero. Nadie puede contestarle. Ni Dios, ni Satán, ni la misma Muerte. En su partida desesperada consigue algo más que alargar su agonía. Consigue distraer a la parca mientras José y María, la pareja de alegres comediantes, escapan con su hijo Miguel. Todo un regalo que asoma en la forma de la dosis de alegría y esperanza mínimas a las que Bergman nos acostumbra. Cuando todo está negro y los ángeles tocan las trompetas del apocalipsis aún queda un hálito de esperanza representado por estos tres personajes que parecen sobrevivir a una humandad corrompida y llena de miedos y odios. Parece que al fin y al cabo hay un futuro.
laranra
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9
5 de mayo de 2009
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fanny y Alexander es una obra nostálgica y amarga. Toda su ambientación, su discurso y su lento discurrir es pura poesía en movimiento. Sentimientos poderosos sacados a la luz y ocultos en los oscuros recovecos del alma. Es un enfrentamiento del hombre con un Dios injusto. Un enfrentamiento entre la calidez navideña de los tonos rojos del hogar de los Ekdahl y el blanco impávido, severo y gélido del "palacio" episcopal. Un enfrentamiento entre la alegría de la promiscuidad socialmente aceptada y la inversión sexual oculta y esbozada. Bergman sigue sin ofrecer respuestas a sus preguntas pero eso no hace más que aumentar el deleite que proporciona su creación postrera.

Recuerdos cálidos y agrios sobre la muerte, el amor y la disciplina férrea capaz de atormentar y mostrar cómo desaparece la delgada linea entre el amor y el odio.

Alexander ve el fantasma de su padre muerto. Si a Hamlet le reveló el nombre de su asesino, a Alexander no parece ofrecerle solución a sus preguntas, tan solo un pequeño alivio en la oscuridad de una vida que tiene que empezar a vivir con su hermana, su madre y un padrastro que lo ama no con "un amor ciego ni atolondrado", sino con uno "rígido y fuerte". Al final, también se le aparece el fantasma del obispo con su pesada cruz al cuello. "No te librarás de mí tan fácilmente". Está claro, siempre queda la esperanza, aunque no podemos esperar que esta dure mucho. Como mucho, un ratito en medio de la noche, perdidos en el taller de títeres de un prestidigitador mefistofélico. O tal vez alimentando la imaginación con las historias que dibuja en la pared una linterna mágica. O puede que durmiéndonos mientras la abuela nos recita un poema. Un instante para atesorar.
laranra
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8
7 de noviembre de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Orson Welles se enfrentó en 1963 a la tarea de adaptar al cine El proceso de Franz Kafka. Proyecto nada fácil por lo abstracto y mágico de la novela. El cine siempre concreta y da forma a lo que imaginamos y en este caso se antojaba muy complicado dar forma al caos lógico, al mundo onírico que dejó Kafka en su obra maestra. Y a pesar de todo, Welles da con la tecla entregando una película poderosa en la que entremezcla elementos del libro, otros sugeridos solamente e ideas de cosecha propia que solo pueden salir de una comprensión completa de la obra. De eso se trataba creo yo. No de una mera reproducción sino de una creación a partir de un material sublime.

En primer lugar se aprovecha de la indefinición temporal y espacial de la historia original para situarla en un entorno borroso e impreciso pero claramente posterior a la época en la que Kafka vivió. La presencia de un primitivo ordenador en la película, las vestimentas y algunos edificios así lo atestiguan. Welles se queda con la claustrofobia, la desesperación, la lógica endiablada, senil y demente del sistema judicial, de la existencia misma y añade reflexiones propias o transformadas que no aclaran pero ayudan a ordenar las ideas. Por lo demás, la recreación es bastante fiel salvo los detalles mencionados y un final ligeramente retocado. Queda patente además la misoginia y la tensión sexual que exudaba la novela con esos retratos femeninos implacables y terribles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
laranra
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10
7 de noviembre de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
""Madre en la puerta hay un niño,
más hermoso que el sol bello,
tiritando está de frio
porque viene casi en cueros."

"Pues dile que entre,
se calentará
porque en esta tierra
ya no hay caridad."

¡Qué grande es Berlanga! Una vez más nos tenemos que rendir ante su acidez y su puntería satírica. En "Plácido" ataca sin piedad a la individualidad humana, a ese "yo-mi-me-conmigo" inherente a cada persona. Se trata de una visión descarnada vestida de humor negro pero totalmente desesperanzada como ese villancico con el que cierra y que es el resumen perfecto para esta película genial.

La película se desarrolla en un frenesí caótico de personajes que no escuchan, solo hablan en busca de un objetivo propio. Para ellos todo lo ajeno no es más que una cacofonía de fondo que molesta y perturba sus acciones y solo se percatan de su existencia cuando lo necesitan para llevar a cabo sus planes. Es lo que hacen las familias adineradas con Plácido y su motocarro. Solo atienden a su obsesión por pagar la dichosa letra cuando es condición sine qua non para que ejecute sus deseos. Lo mismo podría decirse del mismo protagonista, un Ulises en busca de un dinero que le permita un respiro efímero pues el mes siguiente volverá a tener que enfrentarse a esa dura condena para pagar su vehículo. Es el hombre medio que trata de vivir su vida ajeno a toda esa vorágine sin conseguirlo.

No obstante el hilo conductor sobre el que se basa la película es aún más devastador. Esa suerte de organización benéfica montada por los ricachones y que al grito de "siente a un pobre en su mesa" se retrata como la acción más egoísta e incluso cruel que imaginarse pueda. Anteponiendo la imagen, el qué dirán y una compasión mal entendida, utilizan a esos "pobres" como meros objetos que están ahí para servir a sus fines "altruistas". El hecho de que no los llamen por sus nombres, decidan por ellos en todo momento e incluso lleguen a casar a uno contra su voluntad para "salvar" su alma puede resultar gracioso al espectador, aunque deja en cueros una evidencia fundamental: toda esta filantropía es un maquillaje burdo para que todo siga como siempre. Los ricos dominando. Los pobres hundidos, anónimos y en su papel de infrahumanos.

Durísimo retrato de un pueblo sin nombre, de una España negra que en lo malo sí que puede ser reflejo de una humanidad sin misericordia.
laranra
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