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España España · Valladolid
Críticas de Marcos B
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Críticas 76
Críticas ordenadas por utilidad
5
8 de diciembre de 2012
267 de 388 usuarios han encontrado esta crítica útil
VERLO:

No se puede negar que Michael Haneke es un verdadero autor. Sus señas de identidad están intactas en su última película. Los planos largos y desasosegantes, así cómo un perfecto dominio espacial de la vivienda de Georges y Anne, en el que uno diría que puede moverse sin haber estado allí. Uno casi puede recorrer sus estancias y empaparse de la tragedia de la pareja. Haneke se concede incluso algunos segundos magistrales de terror dentro la la propia pesadilla en sí; en una pesadilla dentro de la narración. Todo un prodigio técnico/artístico que me hace darle mi sobresaliente en la realización.

VIVIRLO:

Haneke no me emociona con su película, porque solo cuenta la realidad de la vida. Hace unos años mi abuela enfermó gravemente. De su inicial vitalidad pasó poco a poco a un estado indigno. Recuerdo ayudar a mi madre cuando mi abuela se cagaba y meaba en su habitación, recuerdo sus gritos de locura en mitad de la noche. Gritos desgarradores, sin sentido y escalofriantes, con algunos momentos de lucidez que hacían el martirio practicamente insoportable. Nosotros fuimos durante un año fantasmas al servicio de la muerte, porque finalmente murió.



Me fascina la técnica de Haneke, sus intérpretes, el uso de la cámara y la música clásica en momentos puntuales. Pero no me emociona, porque la realidad diaria supera con creces esta ficción. Además no empatizo con la tragedia, por la aséptica narrativa, que en este caso no beneficia al tejido vivo de la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Marcos B
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4
13 de octubre de 2012
111 de 149 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasados los minutos iniciales, después de la catástrofe, todo se vuelve turbio:

—Enseñe abundantemente las heridas de Naomi, no sea que el espectador no lo pille a la primera.
—Aderece la película con reacciones atificiales: si te encuentras a un herido, arrástrale por el suelo, por el lodo, que sufra, que se oiga bien su sufrimiento.
—Que abunden los primeros planos con ojos llorosos. Que no solo salgan una vez, que sean abundantes y regulares, que se vea lo que el personaje sufre.
—Convierte el melodrama en una caricatura. Invéntate el metamelodrama. Que el dolor sea una caricatura de sí mismo. Ya que hay dolor: ¡QUE GRITE A VOCES!
—Que sea una película resultona, que salga buena casquería de la boca de los intérpretes.
—Que la banda sonora suene potente y sin ton ni son: venga vamos a llorar más.

Con una factura técnica impecable, no es capaz de emocionarme una sola vez por culpa de un mediocre guion. No hay emociones verdaderas en esta película. Todo es humo; hay película, sin embargo no veo una película.

Ahora haga el siguiente experimento:

Reproduzca los primeros minutos de "Mas Allá de la Vida", la película de C. Eastwood. Habrá visto más cine y más dolor que en los 100 que dura la película de J.A. Bayona.
Marcos B
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8
29 de octubre de 2018
52 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
En ocasiones los colores son inseparables. Sobre todo cuando son la cara y la cruz de la misma moneda, y no se puede comprender un lado sin el otro. Un círculo perfecto y sincronizado, condenado a encontrarse una y otra vez, en distintos lugares, distintas ocasiones, distintos estratos sociales, o incluso cuerpos distintos que comparten la misma mente.

Muchas veces no importa el paso del tiempo, o lo que haya sucedido, con tal de no perder la memoria, engendrando una nueva identidad continuadora. Existen vidas que terminan allí dónde empiezan otra nueva. Y es que intentar olvidar no siempre es suficiente, para disipar nuestras más profundas emociones en conexión con una línea de entidad superior.

Carlos Vermut dirige sin que apenas se note su tercera película. Es capaz de unir tiempo y espacio, manejando distintos personajes, líneas argumentales y distintas voces. La Najwa Nimri más contenida en sintonía con Eva Llorach, mientras los fantasmas del pasado se funden con los presentes. Miedos nunca superados, jamás olvidados, al lado de hijos capaz de detonar o detener las pulsiones más básicas, consiguiendo que la rueda no deje de girar en uno u otro sentido. Esas amenazas teñidas de sangre que se esconden tras cuatro paredes, y esos cristales rotos y postizos de puertas, que igual se abren a veces quedan cerradas para siempre.

Planos dibujados de forma quirúrgica, muchas veces sostenidos y ofreciendo pistas para poder reescribir la trama una y otra vez, y no dejar de olvidar. Jamás olvidar. Todo ello utilizando abundancia de planificación larga, fotografía oscura con trazos experimentales, y música perenne que golpea repetidas veces las distintas capas de nuestros cerebros. Voces distintas, voces iguales; karaokes de costa, escenarios de postín. Juntas, en una permanente espiral que no puede aspirar a otra cosa que no sea a completarse.

Preciosa banda sonora minimalista de Alberto Iglesias, que se esconde entre canción y canción, mientras los colores se tornan Ultravioleta; y de forma inexorable se dejan engullir definitivamente por el devenir y el regurgitar de las olas del mar.

Una preciosidad con un sello único. Una pieza de orfebrería para procurar no olvidar.
Marcos B
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7
1 de agosto de 2022
44 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
La exploración de nuevas localizaciones y la necesidad de volver a los sentimientos universales que nos unen. De esta manera podría definir el nuevo trabajo de David Serrano (‘Días de Fútbol’, 2001; ‘Tenemos que Hablar’, 2016), dentro de la incursión del musical al ritmo de Hombres G, creadores indiscutibles de varios himnos del pop-rock en español, con canciones que forman del imaginario indeleble de varias generaciones en varios países. Aquellos pijos acomodados para algunos, transgresores canallas para otros, trazan la recta, aún sin visos de final, creando la banda sonora de numerosas almas que cantaron y soñaron desde los 80 hasta la actualidad; dentro de un sueño que modela una forma de ser y comprender obviando la tecla de stop.

David Serrano nos transporta a dos líneas temporales alejadas en el tiempo. La primera, dentro del inicio de la adolescencia de un grupo de chicos y chicas en el Valladolid de finales de los 80. La historia de David y Layla, compañeros que se encuentran en la misma clase, conectando rápidamente gracias la música de la banda capitaneada por David Summers. Acompañados por Luis, Paco y Fernando, amigos de fatigas, conoceremos el día a día de los pequeños; sus travesuras, el grupo de malotes que acosan sus jornadas escolares, fiestas, casetes de Hombres G, canciones y bailes que inundan los más variados rincones de la ciudad. Nos harán testigos de ese primer amor, aquel que se queda en la memoria y, en cierto modo, se convierte en la vara de medir para toda la vida. Un vivo y colorido retrato, interpretado magníficamente por un elenco infantil que nos contagia su alegría de vivir; con ellos conoceremos también la ida y la pérdida dentro de esa fina línea que suponen los primeros palos de la adultez.

La segunda línea nos muestra a los jóvenes 30 años después de aquel inolvidable encuentro de la infancia. David (Raúl Arévalo) regenta una librería en su Valladolid natal, mientras Layla (Karla Souza) se ha convertido en una directora de éxito en Estados Unidos, a punto de recibir la Espiga de Oro de honor en SEMINCI. Un mensaje de Layla llega al teléfono de David, con la intención de volver a verse unos días antes de celebrarse el Festival de Cine, y reunirse con él y sus amigos.

Serrano dota a la comedia musical de un carácter melancólico, gracias a una rotunda interpretación de Raúl Arévalo, con su voz grave y potente. Son los paseos nocturnos por la ciudad los que acentúan ese aire de pérdida, esas canciones de karaoke con cánticos de batallas pasadas, y esas cenas recordando momentos pretéritos que convierten lo ausente en presente y latido acelerado. Nos muestra pinceladas de sus antiguos compañeros, dando el do de pecho, enriqueciendo una vibrante narración.

Trabajada desde el guion, ofrece una progresión natural de sus personajes. Descacharrantes expresiones propias de los ochenta que todavía se oyen y tienen repercusión en nuestro lenguaje. Deslumbrantes coreografías de baile con banda sonora de excepción, bañados por la luz de la fotografía de Kiko de la Rica. Decenas de bailarines, figurantes y extras, movilizados por los lugares más emblemáticos, alimentan la llama que nunca terminó de apagarse en nuestros protagonistas.

Intercambio de guiones y citas ineludibles. Esa niña que mira desde el cristal del asiento de un cristal de un Ford Fiesta blanco. Ese vehículo de alta gama que se aleja con una mujer; la promesa optimista de un futuro cercano mientras la obligación llama. Una novela, un guion: una bella coincidencia. De momento, ¿por qué no ser amigos? Solo así la espera será más corta y evitaremos para siempre que la carroza se convierta en calabaza.



https://cinemiamor.wordpress.com/2022/08/01/mirada-desde-un-ford-fiesta-blanco-voy-a-pasarmelo-bien-2022-david-serrano/
Marcos B
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8
24 de octubre de 2019
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
El susurro se desliza por las calles, llamando a cada puerta, sin hacer apenas ruido entre la multitud. El dolor y la angustia se llevan por dentro, y no emiten sonidos, a no ser que se quiera escuchar con mecanismos distintos al oído. Una confesión telefónica incompleta, es un lamento suficientemente claro para dejar dicha la pena.

La mirada atraviesa muros de difícil comprensión, que no se atiene a la razón lógica; y de forma instintiva es capaz de abrir puertas a lo que habla en silencio. Pasando las horas sin poder olvidar lo que se tiene por dentro, pero tampoco a quien espera fuera. El duelo tampoco puede ser escuchado.

Es infrecuente encontrar una película así. Maryam Touzani, maneja herramientas de maestro, guiada por un relato humano y sincero de forma natural. Sin exceso de palabrería pero con una honestidad tan rotunda, que hace que la historia sea prácticamente inquebrantable. Es esa luz acogedora la que ilumina esos rostros, cada gesto, cada movimiento, hablando por si misma. Son esos ojos que se iluminan contemplando a Warda, mientras dice escuchar el sonido desde el vientre. Son la determinación y la juventud de Samia los que hacen que la mirada de Abla vuelva a brillar. Es la deslumbrante dirección de fotografía, la que nos acompaña en cada noche, mientras lágrimas entre sombras fluyen inaudibles por la mejilla.

La ausencia de música de partitura completa la sinfonía. Tan sólo las melodías del pasado rompen el silencio del encuadre. Cuando una se da a la otra tenemos los momentos más bellos. Son lecciones de vida completando los huecos necesarios. Amasando con delicadeza harina para ir cimentando el futuro.

El compendio de dos vidas que van por distintos caminos, pero que no pueden ser ajenos el uno del otro. Para llegado el momento apretar las entrañas contra el pecho, contener la respiración, y dejar surgir el llanto. Y sin decir palabra cumplir la promesa, y con un par, deslizarse como un susurro a eso que llamamos la vida.
Marcos B
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