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España España · Madrid
Críticas de saberius
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
10
10 de noviembre de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Exquisito ejercicio de estilo y profundo canto en torno a la soledad e incomprensión humanas bajo la personal visión de un Billy Bob Thornton tan comprometido con el proyecto que ha terminado haciéndose cargo del guión, la dirección y el papel principal, al más puro estilo de los antiguos maestros y artesanos como Chaplin, Keaton, Welles o Woody Allen.
El otro lado de la vida no sólo nos habla de la marginación que sienten los disminuidos psíquicos y de su dificultad para integrarse en la sociedad, es la narración de una importante parte de la historia norteamericana, la que se escribió a mano, con letra pequeña, tan sólo reflejada en los cuadernos de notas, como el diario íntimo de Karl, un ser humano muy especial considerado por la sociedad como un retrasado y que comienza su inserción con la mejor voluntad y en busca de una única conquista, la de su dignidad humana.
La película también propone un recorrido por las modestas y escondidas localidades de esa América profunda y, por extensión, nos conduce hacia la exploración de las "psiques" de algunos de sus desconfiados pobladores, ajenos al sentir del americano convencional pero alejados también de los individuos que apenas gozan de aceptación y se encuentran solos, olvidados y discriminados, y que en el filme se hallan encarnados por Linda, una mujer que debe rehacer su vida tras el suicidio de su marido junto a un hombre alcohólico, con tendencias agresivas y continuos cambios de carácter contra los que él mismo desea luchar día tras día; un niño que encuentra en Karl al sustituto de su padre, a ese amigo que nunca tuvo y Vaughan, homosexual, protector de Linda y su hijo, lleno de amor para compartir y despreciado a veces por el acompañante de Linda.
Cada uno de estos personajes se encuentra en las antípodas del maniqueísmo: ni Linda corresponde al patrón de lo que pudiéramos considerar una mujer maltratada, ya que lucha al lado de su pareja por la superación de esos primitivos instintos que a veces le dominan, ni su compañero cumple con el perfil del maltratador, puesto que es consciente de las lacras de su comportamiento y de la necesidad de abandonar esos arrebatos, ni su hijo puede ser considerado como un chico abandonado por la ruptura de una pareja desestructurada, ya que el amor que su madre le profesa es latente y aflora en numerosas ocasiones, ni Karl se adscribe al rol de individuo completamente marginado, ya que encuentra en la admiración que el chico le profesa una razón más para sentirse valorado. Todos ellos son personajes propios de ese característico tejido humano o material sensible que habita en toda comunidad: por pequeña y olvidada que estas puedan parecer sin duda de ellas se nutren y componen el más amplio mosaico de nuestra sociedad...
Por todo esto y por la poesía destilada en cada encuadre, crepúsculo, confesión, anécdota o curiosidad El otro lado de la vida nos acerca de forma honesta y verosímil a esa realidad que casi siempre obviamos o decidimos ignorar.
saberius
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10
30 de junio de 2007
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Incuestionable obra maestra tanto en la filmografía del reputado realizador Mankiewicz como en el género de intriga policiaca, articulada en torno a la ironía, la sutileza e inteligencia emanada de los diálogos que componen ese erudito guión cuya autoría corresponde al dramaturgo de excepción Anthony Schaffer, autor del que Hitchcock adaptó otra obra suya para realizar un nuevo "canto del cisne": "Frenesí". "Un divertimento cínico y civilizado, un duelo refinado donde los epigramas sociológicos decoran el despecho amoroso", ante todo, "La huella" propone una ácida y lúcida visión en torno al juego con todas sus vertientes: la del lenguaje (en sus juegos de palabras, adivinanzas, alusiones, registros diversos según la extracción social, los interrogantes, los ingeniosos diálogos), los trucos (encarnados en los muñecos burlones mecánicos, la ruleta que marca el destino, la diana que esconde una caja fuerte, el disfraz, el arma trucada y el arma de fuego real) y el divertimento (juegos de mesa, billares, juguetes musicales, instrumentos).
El juego es a la vez entendido como la principal arma arrojadiza de la aristocracia (experta en su manejo por cualificación y práctica) contra la clase trabajadora que se contempla como arribista (y que no sólo es capaz de presentar un digno oponente sino que además logra dominar las reglas y abatir al adversario con ventaja).
Un magnífico "tour de force" interpretativo tiene lugar entre dos de los más destacados actores de orígen británico: por una parte Lawrence Olivier, con sus cadencias teatrales, el dominio de la palabra y de la experesión corporal y la ostentación de ese porte aristrocrático que siempre le caracterizó y, por otra parte, un Michael Cane en la cumbre de su carrera, que da vida al advenedizo, ambicioso y rampante pequeño empresario con ansias de un veloz ascenso social que culmina seduciendo a la mujer del aristócrata. Precisamente esta pugna amorosa se convertirá en el detonante capaz de desencadenar toda una serie de tragedias de trampa y cartón, dando pie al conocimiento del pasado que marcó a cada personaje, con sus frustraciones, implícitas intenciones y explícitas acusaciones. Y además las armas las carga el diablo que llevamos dentro...

Sin duda se trata de una de las obras maestras de Mankiewicz y de una de las más grandes obras cinematográficas de todos los tiempos dentro de un nuevo género que posibilita el acercamiento entre el género policíaco británico tradicional con el "revival" del cine negro americano sobre un tapiz en el que se vislumbra igualmente un cierto trasfondo social donde se plasma la lucha de clases y la venganza nacida de la propia humillación.
saberius
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10
10 de noviembre de 2011
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraordinario filme de un ya legendario Ettore Scola que en su última producción logra mantener ese difícil registro realista, costumbrista, de rabiosa actualidad y sin concesión alguna a la comercialidad en una obra que mantiene la tónica y constantes del realizador de las memorables e intimistas Splendor o La familia.
La historia de este pobre y joven individuo es la historia de millones de jóvenes de todo el mundo: eternos licenciados en paro que viven de una pequeña pensión cobrada por su familia y desesperanzados ante una situación que no parece admitir cambio alguno a pesar del paso del tiempo y de haber partido con su mejor voluntad para afrontarla.
Scola imprime a cada una de las imágenes un sello característico en el retrato de esa miseria disimulada a causa de las convenciones sociales, en la plasmación del clima sofocante que se respira dentro del bloque de edificios de un barrio deprimido, hábitat y caldo de cultivo natural para tipos de torva catadura como ese vecino (magistralmente interpretado por un Alberto Sordi en plenas facultades) abrumado y manipulado por la personalidad egocéntrica y tirana de una esposa con ilimitadas ambiciones y el deseo de permanecer ajena a su propia realidad, a expensas de las consecuencias que sus acciones conllevan, una vez perdido ya todo su atractivo y capacidad de seducción (como si se tratara de una Gloria Swanson de los suburbios romanos).
Al más puro estilo del neorrealismo italiano, en lo que pudiera parecer una actualización o continuación del mismo, aunque sin solución de continuidad por las evidentes diferencias entre ambos contextos históricos, la película avanza como una historia aparentemente anodina a través de cuyo engranaje el espectador comienza a percibir el peso específico de un genuino personaje central: ese joven humilde, honesto, cada vez más desesperado, que no acierta a comprender lo que sucede a su alrededor, envuelto en un nihilismo absoluto una vez perdidas todas las ilusiones por alcanzar un trabajo digno y mantener una cierta sensación de orgullo y dignidad ante la vida y entre todos los que le aprecian, llegando incluso a la negación de la vivencia más hermosa que en sus circunstancias la vida puede ofrecerle: la relación con una inteligente joven universitaria que alberga intensos sentimientos amorosos hacia él. Esta negación llega marcada por esa incapacidad para afrontarla con unos mínimos de dignidad.
La asombrosa verosimilitud que arroja tanto la historia narrada como todas y cada una de las interpretaciones, así como su acertado tratamiento, convierten al filme de Scola en una insustituible lección de cine bajo la privilegiada batuta de uno de los indiscutibles maestros del cine italiano contemporáneo.
saberius
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8
10 de noviembre de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su último y más premiado filme la directora hindú Deepa Mehta realiza con mano maestra un retrato de la familia hindú con sus tradiciones, rituales y jerarquía, utilizada a su vez a modo de metáfora que refleja las etapas por las que un país tan complejo como la India ha ido atravesando a lo largo del tiempo.
En la ciudad de Nueva Delhi abundan los contrastes: es una puerta abierta a Occidente y al progreso material y una ventana hacia la importación de los nuevos usos y costumbres o modas importadas, un lugar de tránsito en el que cohabita lo antiguo y lo moderno, la sociedad oriental y occidental, la orientación espiritual y material, donde las diferentes fuerzas entran en conflicto.
Al igual que Nueva Delhi la película de Deppa Mehta posee numerosos cruces de caminos, entramados callejeros o emocionales en los que se entremezclan la crisis de la familia frente a la necesidad de libertad de los jóvenes, la emancipación de la mujer y el cuestionamiento de su papel dentro de la familia y de la sociedad, enterrando para siempre los atributos que la habían definido desde antaño: el autosacrificio y la devoción absoluta bajo la supuesta sabiduría, fuerza y poder masculina.
No obstante el verdadero tema principal que a todas luces se vislumbra en medio de todas las encrucijadas se manifiesta mediante la desgraciada historia de Sita y Rhada, en medio de una situación que ambas se preocupan por cambiar y que desemboca en un sutil y lúcido estudio en torno al deseo y a sus diversas manifestaciones, a las pasiones frustradas, las obsesiones, las amargas aspiraciones, las vidas secretas o el aislamiento humano.
Y el desenlace reviste ese aire de tragedia griega, con la presencia definitiva del fuego, el calor y la luz, la energía interior desprendida por los personajes femeninos que termina ganando terreno, imponiéndose por encima de sus respectivos dramas personales y de su odisea por la supervivencia su sus sentimientos y emociones en un entorno abrumadoramente hostil que posee una iluminación pobre, entre la penumbra y el contraluz, una semioscuridad preponderante en sus vidas, muy a su pesar, que no obstante permite descubrir rendijas, grietas, zonas de luz cálida repletas de esperanza...
Muy recomendable película independiente que propone un estudio sociológico, psicológico, antropológico y pasional en torno a la transformación de Oriente.
saberius
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10
9 de diciembre de 2009
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El realizador Juan José Campanella regresa a la gran pantalla tras las magníficas “El hijo de la novia” y “Luna de Avellaneda”, con una personalísima producción de cine negro, interpretada con acierto y holgado talento por el reconocido Ricardo Darín y una deslumbrante Soledad Villaamil.
La cinematografía argentina, capaz de revisitar los géneros y revolucionarlos, transformándolos con su escuela propia, al pasarlos por su tamiz e idiosincrasia, ha conseguido esta vez resucitar con vigor e inusitada originalidad, el género negro al que se recurre en ocasiones con excesiva facilidad para dotar a las películas de cierta comercialidad. Utilizado por autores noveles y consagrados como marco para presentar sus propuestas o como ejercicio de estilo, el policiaco, que no sólo se nutre de tramas detectivescas, sino también jurídicas, o con investigaciones periodísticas, ha sido protagonista de grandes obras del cine independiente como la que nos ocupa.
La película nos introduce en una escena clave del pasado: una dramática despedida en la estación ferroviaria de los personajes protagonistas, arropada con asombrosos efectos visuales que dotan a la escena de un lirismo desgarrador, con una estética pictórica profusa en elementos románticos, de exaltación sentimental, como si el director hubiera decidido capturar así no sólo la impresión del instante, sino también su intensidad.
Los rasgos esbozados terminan por definirse tras un salto en el tiempo que nos sitúa cronológicamente en una época contemporánea, cuando Benjamín Espósito, el espléndido Ricardo Darín, que encarna a un secretario judicial jubilado, investiga un antiguo caso criminal para inspirarse en el argumento de su nueva novela.
Los antihéroes de Campanella llevan a arriesgar incluso sus propias vidas para recuperar el sentido de esa profesión quizás si en un tiempo respetada, ya desprestigiada, manteniendo encendida su antorcha en medio de la oscuridad que envuelve a una selva enmarañada de intereses económicos, favores pagados con ascensos, algo a lo que ya apuntaba el cine negro clásico de los años cuarenta y cincuenta.
La ironía y el humor recorre no sólo la construcción de los personajes, sino los mismos diálogos, la confección del guión, la trama argumental, alcanzando un equilibrio delicado, tan sólo reservado a los grandes directores, capaces de supervisar una pareja labor de dirección artística, puesta en escena y dirección de actores, lo cual aporta una difícil coherencia narrativa al conjunto.
Con esta producción, además, Campanella ha conquistado una cima que parecía tan sólo reservada a las producciones de grandes presupuestos: consigue levantar un cine lleno de ambiciones y de impecable factura, al tiempo que logra profundizar en la grandeza humana, en el sentido de la dignidad del individuo sencillo como respuesta definitiva a los oscuros temores, a nuestros más ocultos interrogantes.
saberius
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