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Críticas de antonalva
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Críticas 487
Críticas ordenadas por utilidad
6
7 de octubre de 2017
317 de 452 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por una parte, soy un tardío fan de la cinta original. En 1983 me pareció un pestiño (era un adolescente abducido por ‘La guerra de las galaxias’); en 1992, en mi opinión, el montaje del director mejoraba (y mucho) la propuesta; pero no fue hasta hace algunos pocos años, ya en formato blue-ray, en que me sedujo y cautivó por completo y sin reservas. Por otra parte, soy un entusiasta admirador del director Denis Villeneuve, de quien sólo he visto aciertos de todo género y planteamiento, un virguero de las imágenes y del montaje, un artista incontestable y evidente, lo mejor que me he encontrado en una sala de cine en lo que va de siglo. Es decir, que iba con ganas y sana curiosidad al cine, esperando encontrar un propuesta inédita y – sea cual fuera el camino elegido – llena de aciertos… pero nada más lejos de la realidad.

Pero vayamos por partes, porque hay muchos aciertos pero también otros tantos deméritos dignos de mención. Entre lo positivo está la puesta en escena que recrea, prolonga y amplía la arrebatadora estética primigenia: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.

Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hace desfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.

Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia.

En definitiva, la perfección formal asemeja una estatua inerme y granítica cuyo estatismo y falta de alma, bravura o sustancia acaban por aburrir y exasperar al más predispuesto. ¿Digna sucesora? Quizás... Pero, sobre todo, una colosal oportunidad fallida.
antonalva
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7
14 de diciembre de 2013
218 de 269 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy un fan entusiasta y acérrimo de “Shame” (2011), que me parece una de las grandes cintas de la última década, por lo que visto el panegírico de buenas críticas cosechadas por ésta, tenía muy altas las expectativas. Quizás por eso la película me ha sabido a poco y sin desdeñar sus muchas virtudes (el reflejo detallado y sin medias tintas de una vivencia espantosa y repugnante, llena de inefable desmesura e inaudita repulsión y sobrecogedor realismo) me parece que se queda bastante por debajo de lo que pretende y que en este caso el exceso de hiperrealismo solo consigue distanciar al espectador, el cual reconoce y valora intelectualmente lo que está viendo, pero lo distancia y pierde emocionalmente, porque no hay ni el más mínimo resquicio para la empatía.

Es innegable que todos los actores están perfectos en sus cometidos, pero sobre todos ellos destaca – en un pérfido papel de inusitada crueldad y vesania – el actual chico de moda, Michael Fassbender. Y hay muchos actores de relumbrón y renombre que realizan aportaciones breves o fugaces, quizás interesados en figurar en un proyecto de prestigio y no tanto por la relevancia de su cometido. Esta descompensación entre su ‘nombre comercial’ y su ‘aportación real’ contribuye también a distanciarme del conjunto, ya que realmente salvo la enfrentada pareja protagonista, todos los demás carecen de un cometido que vaya más allá de servir a un propósito más alto: ser una gran cinta contra la esclavitud – empeño que todos suscribimos – pero que quizás hubiera necesitado de un planteamiento y ejecución más humildes.

El hecho de que se nos refleje (sin que tampoco tenga uno la sensación del paso del tiempo, la verdad) la vida y acontecimientos durante el oprobio de la esclavitud sobrevenida de un liberado músico neoyorquino, hace que todo resulte algo episódico, con una narrativa dispersa y algo carente de tensión dramática, confiando quizás en exceso en lo inhumano y bestial que se refleja, pero desatendiendo por el camino algún recodo más complaciente o que permita coger algo de resuello al extenuado y sobrecogido espectador.

En definitiva. Es una buena película llena de buenas intenciones y con un sano y loable afán de denuncia y crónica de lo que no debe volver a ocurrir jamás. Pero deja frío, muy frio al espectador, más atento en la acumulación de latigazos, vilezas y depravaciones que en disfrutar de una experiencia fílmica en verdad memorable. Buena, no cabe duda y, sin embargo, fallida, hinchada y sobrevalorada.
antonalva
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9
4 de febrero de 2017
161 de 180 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es el retrato de un hombre póstumo, de un individuo corroído por los remordimientos y con un lacerante sentimiento de culpa que lo incapacita para la vida y para entablar cualquier tipo de vinculación afectiva con sus semejantes. Malvive con el insoportable peso de un cataclismo emocional que lo tortura y que le corroe las entrañas, no pudiendo ni queriendo zafarse de su zozobra y de su desconsuelo, que tiñe sus días de ansiedad y desazón. ¿Cómo sobrevivir al apocalipsis de una pérdida irreparable cuando nos creemos responsables de nuestro íntimo y bochornoso fracaso y somos reos de nuestros garrafales yerros? No quedan ni fuerzas para el alivio del llanto…

Estamos, por todo ello, ante una tragedia en estado puro, ante la radiografía descarnada de un vía crucis doloroso e inextinguible. Pero el soberbio guión y la maravillosa e invisible dirección – ambos debidos a un Kenneth Lonergan en estado de gracia – no se detienen en recrearse ante la desgracia, sino que van mucho más allá, aprehendiendo el vacío absoluto y punzante de un alma en pena, de un muerto en vida que deambula sin meta ni empeño por un valle de lágrimas que lo anega todo. No busca provocar el sollozo liberador ni despertar la compasión plañidera, no pretende servirse de los resortes clásicos del melodrama para incitar a la catarsis sentimental, ni coquetea con la simpatía inducida o con la empatía manipulada. En apariencia se queda en la epidermis de los hechos para, en realidad, bucear en la honda y densa espesura de la angustia.

Sin la menor duda, es una joya del cine reciente que, en poco tiempo, se convertirá en un clásico indiscutible. La película es larga pero se hace corta, parece no ir hacia ningún lugar y, sin embargo, recala en todos los puertos de la inefable existencia humana. Parece desesperada pero siembra de forma imperceptible una parcela para el consuelo y la reconciliación – o al menos para cultivar un atisbo de reparación, por improbable o inalcanzable que parezca. Además contiene un sinnúmero de escenas memorables hechos con jirones de autenticidad y añicos de aflicción: el demoledor flashback con el asombroso adagio de Albinoni como único telón de fondo sonoro, la confesión a tumba abierta del protagonista ante la policía, el reencuentro fortuito e imposible entre el matrimonio quebrado, casi todos los momentos entre tío y sobrino, el colapso nervioso ante un congelador rebelde,…

Las interpretaciones de Casey Affleck y Michelle Williams consiguen la rara virtud de ser perfectas, fundiéndose los actores con sus personajes hasta devenir en una experiencia milagrosa. Lo mismo puede decirse de todo el elenco. Pero los máximos elogios para Kenneth Lonergan que ha ensamblado una obra grandiosa, de una sencillez turbadora.
antonalva
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6
7 de diciembre de 2013
208 de 282 usuarios han encontrado esta crítica útil
El comienzo (de hecho, la primera hora y pico) es un arrollador poema visual, oda a la belleza de una ciudad inigualable y homenaje a todas las apologías de esa ciudad eterna que la han precedido en el cine. Es un retrato magnífico y arrollador, lleno de vértigo y locura, entre el ridículo y lo felliniano. Pero luego la película se dispersa, disgrega, repite y acaba por dejar indiferente pese a tan espectacular comienzo.

También es un canto – como “Ciudadano Kane” – a lo que se perdió y que nos impide, de alguna forma, alcanzar una vida plena y satisfactoria, dejándonos deslizar por la pendiente de un lento deterioro anímico y espiritual que parece no tener fin. Esta espiral de nostalgia y pérdida ilumina, a ráfagas, a destellos, toda la cinta, pero acaba un poco sepultada entre tanto oropel y tanta virguería estéril, siendo más un bosquejo de lo que pude ser y no fue… como la vida misma de su protagonista.

La belleza y originalidad de las imágenes es incuestionable, el tono premioso es voluntario y retrata con valentía el lento ocaso de una vida ociosa echada a perder pese al talento inicialmente mostrado… pero el conjunto deja entrever una película que pudo ser y no es, quizás por un exceso de indulgencia, por una falta de autocrítica, por una falta de límite, muy acorde con los temas que aborda la cinta. Pero el conjunto resulta insatisfactorio pese a sus muchas virtudes y su radiante factura: hay demasiado y la desmesura cansa, aun cuando se reconozca cierta originalidad y varios logros.

Bella, torrencial y melancólica… deja un regusto amargo y cierto poso de insatisfacción.
antonalva
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8
17 de noviembre de 2013
165 de 196 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es gratificante comprobar el extremo ingenio y la profundidad de miras de este modesto proyecto realizado con muy poco dinero pero con muchísimo talento y con una excelente elaboración de guión, reduciéndose toda la historia a un intenso y laborioso diálogo que se prolonga durante una noche y prosigue, de forma reveladora y cruel, a la mañana siguiente. El andamiaje narrativo se reduce a la mínima expresión: un chico que quiere ligar y una chica que lleva tiempo sin salir y se siente atraída por la presencia, insistencia y perseverancia de la chácara de éste. Todo se reduce al tira y afloja de los ardides y devaneos de la seducción y a las mañas y estratagemas para cerrar esa noche que parecía anunciar algo de mayor calado.

La profundidad se consigue gracias a una minuciosa creación de personajes, todos los detalles son reveladores, cada palabra cumple un objetivo, cada artimaña está sabiamente escogida y tiene calado psicológico y rezuma veracidad existencial, configurando así la nada grata radiografía descarnada de una juventud obsesionada por la gratificación instantánea y por completo ajena a las consecuencias de sus actos. No es una cinta moralista, ni pretende sentar cátedra, ni ofrecer un estudio sesudo sobre los males actuales, pero su sabia observación, su meticulosa presentación de los rituales banales e intrascendentes de acoplamiento, le confiere una enjundia y una legitimidad estremecedoras.

Pocas veces se ha retratado Madrid tan bien, con tanta fuerza y con tanta certeza sus calles, sus casas y sus habitantes, pese a que apenas nos ofrece el retrato de dos personajes y el recorrido aturdido de algunas calles céntricas y el interior de un par de pisos anónimos y una terraza desasosegadora que revela el porvenir que no queremos encarar, que se utiliza como añagaza pero acaba revelando que la vida se vive a cada paso, en cada gesto, en todo lo que hacemos y en todo lo que omitimos. Hermoso poema visual nacido de la parquedad de medios materiales y la abundancia de talento cinematográfico. El excelente guión proporciona un armazón telúrico que nos pone frente a frente con la vida, queramos ver o no lo que ante nosotros se despliega.

Además hay que alabar la extraordinaria labor de los actores: Javier Pereira encarna con una veracidad penetrante la funesta y ciega liviandad del ligón egoísta e irredento y Aura Garrido alcanza cotas excelsas de desgarro, intensidad y hondura con su retrato de la chica frágil y de etérea indefensión. Ambos están soberbios y al mismo tiempo están al servicio de una historia que perdura y permanece más allá de su amargo y dolorido sobresalto.
antonalva
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