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España España · Valencia
Críticas de Rath
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
La mascota (Fétiche)
MediometrajeAnimación
Francia1933
7,5
548
9
20 de julio de 2010
30 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Georges Méliès fue un pionero, el iniciador del género fantástico con personajes reales en la historia del cine, Starewicz sería su más cercano homólogo en el apartado de cine de animación.

Wladislaw Starewicz (1882-1965), realizador de esta deliciosa película, está considerado el primer maestro en el dominio del género llamado stop-motion, sinónimo de cine de animación con figuras tridimensionales accionadas fotograma a fotograma. Tanto en Rusia, su país natal, como en Francia -donde se radicó en 1920- realizaría la mayor parte de su obra, extendiendo desde allí su merecida fama de gran artista al resto del mundo.

Apasionado de la entomología, sus primeros trabajos los realizó con auténticos insectos disecados -presumiblemente articulados con algún tipo de goma- y en ellos aunaba, por un lado, su inicial interés por el estudio de los insectos con las hasta entonces inexistentes técnicas de animación en base a ejemplares naturales articulados.

A partir de 1915, Starewicz fue abandonando sus experimentaciones con insectos reales, dedicándose a la construcción de muñecos de gran expresividad. Fruto de esta nueva orientación técnica “La mascota” (Fétiche, 1934) figura como uno de los últimos trabajos del artista soviético (hoy en día sería lituano). Posiblemente también como su película más importante o, al menos, mejor estructurada, emocionante y compleja al mismo tiempo. El principal protagonista es un perrito simpático y entrañable, tierno y conmovedor -una maravilla de cuidadísima elaboración artesanal para su época- que se ve sometido a las peores pruebas (¡incluso ultraterrenas!) cuando se encuentra perdido en la calle en el intento de favorecer a su pequeña dueña.

El cortometraje (no llega a los 30 min.) es un singular compendio de diversas técnicas, con animación de muñecos y objetos de todo tipo, intercalando breves apariciones de seres humanos e incluso ambientes callejeros de acción real. Aquí no existe nada que pueda dejar indiferente: el más mínimo de los detalles –y la película no es más que un extenso cúmulo de ellos- puede adquirir, de golpe, un papel relevante: hasta unas hebras de paja arrastradas por un endiablado viento pueden cobrar vida y caminar como si tal cosa… En definitiva, “La mascota” es una maravilla de película, una indiscutible obra maestra absolutamente recomendable.

Starewicz, en su faceta técnica, fue el prototipo de paciente artesano, individualista y solitario. Tanto es así que nunca aceptó las repetidas y suculentas ofertas de los estudios norteamericanos: el material con el que fabricaba aquellos figurines tan realistas continuó por ello siendo un enigma. Añadir por último que en su trabajo tuvo como principales ayudantes a su mujer, France, y, sobre todo, a su hija Irina: el secreto del maestro quedaría celosamente guardado tras la puerta del domicilio familiar.
Rath
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4
18 de septiembre de 2008
43 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de vista, no me explico la gran admiración de Quentin Tarantino por esta película. A no ser por un típico acribillamiento de callejón, es de reconocer, muy bien filmado. También debo confesar que el cine del realizador yanqui -excepción hecha de "Reservoir Dogs" (que tampoco es para tanto)- no me despierta grandes emociones.

Esta es la primera película más celebrada de Wong Kar-Wai aunque, después de haber rodado tres o cuatro con anterioridad, se le podía exigir bastante más, puesto que parece la primeriza obra de un meritorio a la realización con ganas de que se hable de él lo antes posible.

Ya resulta difícil superar la desquiciada cámara en mano de sus primeros diez minutos, para que, abruptamente, nos introduzca en dos historias de amor -a cual más absurda e increíble- hechas como a retales, sin el menor sentido del ritmo en general, ni de la transición entre ambas. Y esto último, pese a que las parejas parecen interpretadas por los mismos actores con diferente look -horripilante peluca incluída- lo que induce a acrecentar, la ya más que patente, confusión.

No pudiendo aguantar estilo tan cansino, a la hora de estar intentando templar los nervios con su visión doméstica (era un DVD), tuve que levantarme y dar una vuelta por la habitación. Y ésto, sólo por regalarme unos instantes de respiro, observando de reojo el enésimo vuelo de una maqueta de avión en manos de personajes que van y vienen (pero que no entretienen) y nunca parecen encontrarse...

Para mí, casi tan decepcionante como la muy aclamada, aunque más interesante y mejor acabada "In the Mood for Love" (del mismo niño prodigio) y, sobre todo, tan pretenciosa como tediosa en su muy particular forma de narrar.
Rath
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7
12 de octubre de 2013
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque el trabajo del realizador cinematográfico Claude Sautet se caracteriza por la sobriedad, por su carencia absoluta de efectismos, sólo se le puede achacar -sin llegar al reproche- cierta frialdad expositiva con tendencia a caminar sobre el filo de la navaja, a rozar casi lo imposible. Con todo y atendiéndonos a ésto, su credibilidad final siempre acaba por resultar indemne y su valentía, remarcada.

Si a ello se añade que el director francés domina la narrativa con extraordinaria soltura es muy improbable que una sola película suya llegue a defraudar al espectador. "Max et les ferrateurs" es un buen ejemplo de lo dicho. Funciona, dentro de un minucioso y blindado guión, como la más ajustada pieza de relojería. Asimismo -genuina marca de su realizador- los personajes están muy bien trazados e incluso proyecta un buen estudio psicológico, al menos de los principales protagonistas.

Sólo es de lamentar la casi errática actitud de Max -solventada con un par de frases de terceros- para definir la que sería más profunda motivación del personaje, el motor de la extraña actitud que adoptará luego y por donde discurrirá toda la historia. También puede echarse en falta algún indicio más preciso de su encubierta atracción por la prostituta Lily. Pero ambas licencias apuntan al más que elogiable interés del realizador por implicarse y ponerse, una vez más, el traje de faena en el intento de enriquecer a sus personajes y a esos arriesgados saltos sin red mencionados al principio. Dicho sea de paso, los actores que encarnan a Max (Michel Piccoli) y, sobre todo, a Lily (Romy Schneider) merecerían un apartado para ellos solos. Su admirable actuación, junto a la de secundarios como Périer, Wilson o Fresson, contribuyen a la mayor credibilidad y son importante aliciente para el relato.

Película de incuestionable interés -aún con algún pequeño altibajo- que merece verse con los ojos y los oídos bien abiertos. Al final, deja el buen sabor característico de los trabajos mejor elaborados del Polar o cine negro francés.
Rath
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7
8 de febrero de 2012
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cortometraje cuyos actores principales son los famosos payasos Maïss y Beby, actores del circo Medrano de París y que basa su título en el libro de Stefan Zweig, "Veinticuatro horas de la vida de una mujer".

Supone la primera incursión de Jean-Pierre Melville en el mundo del cine y se trata de su único corto, datos que pueden contribuir a ampliar el interés sobre esta película. También la presentación corre a cargo del realizador, a través de una voz en off y algunas intercaladas imágenes breves -pretendidamente sombrías- en plano cercano, donde se reconoce el peculiar perfil con sombrero del realizador (añadiría: el más famoso de la historia del cine después del de Hitchcock).

Como su propio título indica, se muestra un día completo, en tono anecdótico, en la vida de Beby, payaso de profesión -y también personaje crepuscular, tan del gusto del director- hoy en día olvidado. Y ya es triste esto último, cuando se le puede contemplar repasando fotografías de su pasado circense en una de las secuencias. En la parte técnica, notable también el tratamiento que se hace de la iluminación y el claroscuro.

Por lo demás, la película resulta simpática y, cuanto menos, curiosa, con una importante carga nostálgica que incita a la rememoración de tiempos pasados.
Rath
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6
17 de marzo de 2012
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entrada, es sorprendente que una película realizada en 1934, conserve unas características técnicas más que aceptables, registro de voz incluido. También es elogiable el acierto en la labor de localización y la escenografía donde transcurre prácticamente toda la historia, un convento sombrío y lúgubre (verdadero protagonista de la película), presentado con una espléndida fotografía en toda circunstancia y ubicación.

El ritmo de "El fantasma del convento" es deliberadamente lento, pero lejos de decaer su interés, consigue con ello dotar a la película de una mayor tensión dramática, pronto decantada hacia lo sobrenatural y desde aquí, a lo terrorífico.

Respecto a un guión con escasas fisuras, pesan sobre la película tanto algunas grandilocuentes, poco adecuadas entradas musicales como ciertos comentarios risibles y la sobreactuación en alguno de sus protagonistas (téngase en cuenta que hasta poco antes de este rodaje el cine era pura mueca), y un final muy de su época, ingenuo y rozando lo cómico, pero que dota a la película de cierta ironía y de irresistible encanto. La narración tiene sus mayores logros en que no puede reprochársele ningún exceso moral -algo que hubiera sido lo más fácil y habitual en aquella época- ni tampoco cae en el maniqueísmo por cuanto el ambiguo papel interpretado por la única mujer nunca sabemos si es real o acaba de ser poseída por algún ente fantasmal...

Una película que no deja indiferente, que tiene su mayor valor en su propia sencillez y falta de pretensiones. Lo mejor que puede decirse de ella es que en ningún momento pierde ni declina su interés, entre la gravedad del tema y la frescura de su resolución.
Rath
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