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España España · Córdoba
Críticas de poverello
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Críticas 127
Críticas ordenadas por utilidad
9
18 de enero de 2012
36 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Respecto a los realizadores japoneses, he de reconocer mi antojada predilección hacia Kenji Mizoguchi, y puedo dar variados motivos de ese antojo, pero cuando veo una película de Ozu, contrapunto artístico de su compatriota, todas esas razones se me tornan absurdas e injustificables. La sensibilidad y estilismo de este hombre no encuentra techo, parangón ni límites. La escena de la playa es... es, bueno: ES.

Viendo sus películas, sorprende que Yasujiro Ozu ni se casara, ni trabajara en toda su vida y ni tan siquiera fuera a la universidad, pues su disección del espíritu y de las pasiones humanas, su estructura fílmica arquetípica es ahora y será siempre irrepetible. No es en absoluto de extrañar que para muchos, sea el paradigma del auténtico cine clásico.

Memorias de un inquilino es la primera película producida en Japón tras la Segunda Guerra Mundial, y eso es decir mucho, muchísimo. En una época en la que la radical censura aliada masacraba sin piedad cualquier intento que mostrara la maldad de los vencedores, Ozu es capaz de convencer hasta a los censores con su ternura, su dolor y su apagado canto. Porque Memorias de un inquilino es dura, seca y abominable en cierto sentido hacia quienes destruyeron Japón y pretendieron conseguir que nadie desee hacerse cargo de un niño solo y abandonado, buscador de basuras, pero de mirada inocente (algo que, desde luego, no tiene el director, que ya en sus años mozos fue expulsado de la escuela por su reconocida rebeldía).

Qué alegría que filmes como éste, de silencios y pasiones contenidas, de cristalina y transparente belleza ausente de artificios jamás serán remakeados vilmente en Hollywood.
poverello
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8
11 de abril de 2008
36 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca fui un adonis, aunque mis fans tengo, sin embargo en la vida he deseado tanto ser tremendamente feo como cuando aquella noche salí del cine tras ver Cyrano con tal de, al tiempo, compartir el alma del brillante espadachín francés.
Reconozco que la versión de Michael Gordon, con José Ferrer como Cyrano, de 1950 era brillante, pero jamás habrá otro Cyrano tan clavado, tan perfecto, tan orgulloso, tan emotivo como el que nos muestra Rappeneau con Depardieu.
He de decir que siento un enorme disgusto por la triste contraparte de esta exquisita historia, que además por su desgracia no la corono con un sobresaliente: Vincent Pérez está... ¿está? Quizá es que Gérard se sale o que debiera ser así para mostrar lo apagado de su alma, pero en la obra de Edmond Rostand se percibe con adorable notoriedad y frescura los contrastes de ambos personajes.

Aún así han pasado casi veinte años desde que la gocé desde el primer al último verso y tengo grabadas a fuego en mi memoria multitud de secuencias: el duelo a ritmo de soneto; la penumbra del balcón; la quijotesca lucha a muerte con los árboles.

¡Quiero tener la nariz tan grande que al girar la cabeza tropiece con todo! ¡¡A cambio de tu espíritu, Cyrano!!
poverello
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9
10 de abril de 2008
30 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace menos de un mes, en unas jornadas sobre "Los sin techo", tuvimos la brillante idea de proyectar esta cinta que casualmente logré encontrar en la web dando infinidad de vueltas de tuerca. "Varda", me dije, "sinónimo de notabilidad".
- Es muy dura, ¡qué desagradable! -plañía más de una como una desesperada tras la proyección.
- Si quieres le echo azúcar -pensé, pero no lo dije, claro. ¡Cómo si la vida fuera fácil!
Mona, la protagonista real (no lo olvidemos) de "Sin techo ni ley" tiene algo de Francisco, de Rafael, de Antonia, de Loli, de Fernando... de cada un@ de las personas que, todas las semanas, estuve visitando durante varios meses, en su trocito de calle. También temo encontrar algún día a Francisco aterido, muerto en medio de la nada donde habita. Mona es perfecta, no porque personalmente lo sea, sino porque es una sin techo de verdad, con el morro y el descaro que les caracteriza, con la libertad y la soledad que los nutre y atormenta... con lo que ayuda a aprender.
Varda es una eminencia en el género documental como recientemente demostró con "Los espigadores y la espigadora", y aquí lo confirma una vez más. La estructura narrativa del film nos hace ser espectadores y testigos directos de la vida que decidió vivir Mona y que muchos no estamos dispuestos a soportar, porque la odiamos porque a veces nos cuestiona.
Ya quisiera Loach (al que ciertamente aprecio) lograr la cuarta parte de realismo e "invitación al suicidio" que logra Varda.

Muy buena, Varda, sí señora.
poverello
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9
10 de abril de 2008
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando era un renacuajo, tras la cena de nochebuena -uno de esos pocos días en los que mi madre tenía la maravillosa amabilidad de permitirme la retirada al catre horas después del "vamos a la cama"-, mi hermano y yo nos tumbábamos en la cama mueble que nos montaban en el salón y nos poníamos a ver la tele -sólo dos cadenas, ¡qué tiempos!- hasta que el sueño nos vencía.
En esas extrañas condiciones, vi por primera vez "¡Qué bello es vivir!". Tendría 10 años.
Desde entonces, llega todas las navidades como los Reyes Magos en virtud de alguna de las decenas de cadenas de las que ahora "gozamos", y desde entonces, cada año, cada nochebuena, la busco desesperadamente como ese niño que era de 10 años, y la veo aunque sólo sea un ratico, y lloro, aun sabiendo de memoria lo que va a pasar.

Acusan a Capra de sensiblero, de mostrar los mundos de yupi y unos finales imposibles. Posguerra en los 40, todo se derrumba, ¡qué coño queremos que rodara! ¿Apocallypse Now? Prefiero de héroe a Juan Nadie o a George Bailey.

"¿Qué hubiera sido del mundo sin ti?" le muestra Clarence a Stewart.
"¿Qué hubiera sido del cine sin Capra?"
poverello
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6
20 de febrero de 2012
28 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imperfecta, irregular e inestable... Tal vez debiera ser así para captar su sentido más profundo, pues también es así el amor del que nos habla, del que se goza.

La falta de paciencia
La desesperada espera mirando el móvil
La indeseada ausencia
El dolor de no tener lo que deseas
La necesidad de desear lo que no tienes
La presencia tan lejana que golpea
La desesperanza que nos debilita a cada paso
Las opciones que no quieres aunque las elijas
La angustia contenida y que te explota...

El echar de menos sin remedio, sin quererlo, sin poder evitarlo... Aunque al final, la unión por fin compartida haya de consolarse o abrazarse con sentimientos pasados.

Doremus lo hace bien. Sencillo, pero eficaz, como el primer beso, que en nada es distinto a los demás, pero todos experimentamos que es especial. Como "Like crazy": tan igual a otras, pero especial, sin que sepa explicar exactamente el por qué.
poverello
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