Acabo de ver el último capítulo de la primera temporada de Community y la verdad es que esta serie promete muchísimo. Los guionistas y actores han creado un grupo de personajes inolvidable y variado, cumpliendo cada uno de ellos con el rol asignado dentro de la dinámica de la serie. Y los guiones son un completo derroche de talento (atención a capítulos redondos como “Modern Warfare”, de lo mejor que he visto nunca en una comedia).

Pero lo que diferencia a Community de otras es su exuberante capacidad para la metalingüística, para hablar del propio lenguaje, en este caso del lenguaje de las series. Y lo hace sobre todo a través de Abed, un personaje que se permite agudas observaciones a propósito del mismo desarrollo de las tramas, una especie de crítico televisivo dentro de la historia. Algo que enriquece los guiones y que nos hace percibir Community como una serie en todo momento consciente de sí misma, y también consciente de sus predecesoras (con constantes referencias a otras series y películas).

Espero que las próximas temporadas confirmen el genial rumbo de la primera y me permitan graduar con un 10 a esta maravilla de serie.

Borgen nace del mismo molde que The West Wing. En ambos casos el protagonista es un recién elegido presidente que desde el principio es presentado en términos positivos que hagan al espectador identificarse con él (aunque en este caso no es él, ni es presidente, sino que es ella, Primera Ministra). A partir de ahí asistimos a episodios temáticos con un dilema central muy claro, en el que el protagonista tratará de hallar la solución que mejor combine sus principios morales y el pragmatismo que parece exigir la situación concreta. Tanto en Borgen como en The West Wing, además, lo central es la percepción pública del Gobierno, su relación con los periodistas y cómo el ejecutivo se presenta a sí mismo. En esto último ambas series comparten también el gran protagonismo concedido a la figura del asesor, por un lado, y las repercusiones familiares que para el gobernante supone su trabajo, por el otro.

Pocos defectos se le pueden reprochar. Entre ellos citaría la poca verosimilitud del comienzo de la trama de la periodista, así como cierta simplificación a veces en lo referente a la cadena televisiva (aunque siempre con historias interesantes y bien hiladas). Aunque sabemos que sin duda las relaciones entre el poder y los medios son clave para la estabilidad de los gabinetes, se echa en falta una mayor profundización en asuntos políticos no necesariamente ligados a lo mediático.

Pero lo anterior son inconvenientes menores que no empañan una serie honesta, realizada con talento y un gran respeto al espectador. Entre sus mayores aciertos está un guión preciso que sabe dirigir y gestionar las tramas, y sobre todo un reparto buenísimo y profundo, encabezado por dos actrices y un actor protagonistas que conforman un trío de actuaciones tan sobresalientes como pocas veces he visto en cualquier otra serie o película.

El cielo se ha oscurecido pero no hay ni rastro de Shenron. Nos la han jugado. Sí, se puede leer en tu cara: tú has visto Dragon Ball Evolution. El mayor fiasco cinematográfico que podemos recordar, el peor insulto al manga de nuestras vidas.

Ya está todo dicho sobre esta inmensa porquería (por cierto, a aquellos que piden una segunda oportunidad en los cines para poder valorarla justamente les digo que no, que este insulto a nuestra inteligencia no se merecía ni que viéramos el trailer). Así que, señores dragonballeros, aquí van mis sugerencias:

1. Necesitamos rebautizar el engendro. No puede llevar el mismo nombre que la mítica serie. Como apunta uno de los compañeros, "Castaña Evolution" es más adecuado. Hagan sus propuestas.

2. Pido a filmaffinity que haga una simbólica excepción y nos permita puntuar esta basura con un 0. Si alguna película debe tener el honor de estrenar este número redondo es sin duda ésta.

3. Declarar la fecha de su estreno (8 de abril) como Día internacional contra la Gilipollez crónica. Será el día propicio para recordar, entre otras cosas, toda la porquería audiovisual que nos rodea, desde buena parte del cine comercial hollywoodiense hasta la gran mayoría de la televisión nacional.

4. Algo en lo que todos estaremos de acuerdo: hay que evitar en la medida de nuestras humildes fuerzas que esta película tenga éxito. Qué menos que eso. De lo contrario estaríamos hablando de un insulto doble (por no hablar de la posibilidad de que hagan secuelas).

Goku bless you.

Le di una oportunidad porque apostaba por los mismos puntos que habían hecho a The Office una de mis comedias preferidas: la técnica del falso documental, el espacio laboral y el protagonismo de un jefe excéntrico y acaparador (jefa rubia en este caso) pero que deja espacio a unos secundarios de lujo. Los primeros capítulos no me disgustaron, pero me parecieron faltos de chispa. No enganchaban. Un año después le he dado una segunda oportunidad, he visto de un tirón sus tres primeras temporadas y esta vez está claro: el show de Leslie Knope no sólo comparte con The Office la estructura obvia, también posee su genialidad, su atención milimétrica por los detalles y unos guiones que suelen ser bastante buenos. Por supuesto también dispone de unos actores en estado de gracia. Parks and Recreation es una comedia con encanto y en la que cada personaje actúa siempre conforme a su deliciosa idiosincrasia: cada capítulo es un espectáculo de caracteres en permanente colisión.

The Waldo moment es de lejos el Black Mirror con peor puntuación en Filmaffinity. Quizás la razón se encuentre en que el futuro que nos presenta este capítulo es el futuro que más presente tenemos ya, hasta el punto de que la crítica total a los profesionales del mensaje político se ha convertido ya en lugar común en los análisis sobre las sociedades actuales. Por eso la idea central no suena tan rompedora como en otros episodios, incluso aunque venga dicha por un personaje que basa su carisma precisamente en ese ánimo rompedor. Aún así, The Waldo moment es una certera reflexión sobre la deriva mercantilista e igualadora en la mediocridad y la mentira de la política neoliberal que nos oprime. El absurdo de la nihilidad al servicio del Sistema. Contiene todas las bondades de la serie: interés bien logrado, ritmo exacto, preclara visión sociológica, rápida ambientación, apabullante densidad narrativa.

Del mismo modo que las grandes distopías del siglo XX (1984, Fahrenheit 451, A brave new world) son ubicadas como una gran trilogía (aunque pertenecen a diversos autores), las distopías más brillantes del siglo XXI nos llegan de tres en tres de la mano de Charlie Brooker.