Conversaciones con mamá (2004)

La película desprende sencillez y ternura por todas partes, a medio camino entre la sonrisa y la tristeza, entre la dulzura (la experiencia y la sabiduría de las personas mayores) y la acidez (en la vejez casi todos los pensamientos viajan hacia atrás, los sueños son muy cortos y la esperanza se hace cada vez más pequeña), donde el director no quiere ahondar nunca en el drama y nos muestra la historia con naturalidad.

La puesta en escena no es nada brillante, pero creo que no es primordial en la película, ya que en ésta se impone claramente el guión sobre las imágenes y se fundamenta en la interpretación impecable, llena de matices y expresividad de 2 grandes actores como son China Zorrilla y Eduardo Blanco (el Benigni argentino), porque si uno se come la pantalla en un plano, el otro le da una brillante replica en el contraplano correspondiente lo que hace que exista una gran química entre la pareja, como si de verdad fueran madre e hijo en la realidad.

En resumen, no es una ninguna obra maestra, pero es una joyita de película para sentir y pensar, que se ve con el paladar y se degusta con el oído.

Sublime China Zorrila. ¿Puede una actriz ser más adorable, talentosa y creíble que la inmensa uruguaya?. No por supuesto, porque todo lo que haga China tiene su toque mágico único. En Conversaciones con mamá está impresionante y Eduardo Blanco como su hijo no se queda atrás, juntos tienen unos diálogos que son de antología. Y para colmo que las relaciones madre e hijo no suelen ser muy fluidas que digamos, acá se plantea el problema que sucede cada vez más a menudo y es que el hijo adulto se queda sin trabajo y la familia que tiene constituida entra en crisis, razón por la cual hay que empezar a recortar los gastos. Y también suele pasar que las primeras víctimas de estos dramas son los viejos, nuestros queridos viejos, y el prota no sabe que hacer porque quiere a su madre pero su esposa también le reclama la vivienda donde vive ella. Y para sorpresa suya tampoco mamá es la viejita dulce y pasiva que aparenta sino todo lo contrario, a pesar de su edad aún le queda combustible para rato. El duelo actoral de China y Eduardo es un deleite, un placer absoluto y si por escasos momentos el ritmo decae un poquito, ahí está la enorme China Zorrilla que sostiene el film con solo escucharla hablar. Me resultó gratificante que no haya nada nostálgico ni que el director apele a golpes bajos para conmovernos; todo lo contrario, es optimista y esperanzador un final que tal vez sorprende por lo inesperado. Hermosa, hermosísima película que es una caricia al corazón. Como las de mamá.