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Soy Cuba (1964)

Soy Cuba
141 min.
7,9
2.512
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Sinopsis
A través de cuatro historias se describe la lenta evolución de Cuba, del régimen de Batista a la revolución de Fidel Castro. Son cuatro narraciones que refuerzan el ideal comunista frente al capitalismo. Comenzada a filmar apenas una semana después de la 'crisis de los misiles cubanos', una singular coproducción soviético-cubana en la que, a lo largo de estos cuatro episodios, Cuba se libera de sus dependencias políticas para reafirmar su identidad, singular e independiente, con sus contradicciones y esperanzas. La película fue "redescubierta" y dada a conocer al mundo por los maestros Martin Scorsese y Francis Ford Coppola en los años noventa. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Bélico Prostitución Propaganda Histórico Revolución Cubana Película de episodios Película de culto
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Unión Soviética (URSS) Unión Soviética (URSS)
Título original:
Soy Cuba (Ya Kuba)
Duración
141 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Unión Soviética (URSS)-Cuba;
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Premios
1995: Premios Independent Spirit: Nominada a Mejor película extranjera
9
LA CÁMARA-PÁJARO
Preludio: pequeños títulos blancos en tomas aéreas de la costa cubana, transfigurada por la luz fotográfica. Lento aterrizaje.

Sigue el primero de la apabullante serie de planos secuencia que descose por todos lados la película (inicialmente un artefacto propagandístico), tras de un hombre que con pértiga empuja su barca por una calle de agua entre chozas de tablas, tendederos y toscas pasarelas.

Ya esos minutos llevan al espectador a preguntarse cómo demonios se mueve esa cámara, con qué trucos e ingenierías, para ser como pájaro que vuela veloz, sube y baja, pasa bajo puentes, entra y sale por ventanas, se cuela por boquetes, se eleva de pronto a la altura cenital.

Cuando luego, en la moderna Habana de Batista, pura diversión, juego y mulatas, la cámara-pájaro sigue a las concursantes del bikini, al locutor, a los festejantes que recogen bebidas de la bandeja y se pasan vasos y saludos en danza continua, sube a una azotea, desciende al solarium, revolotea entre los personajes, se fija en una bella que se levanta de la tumbona, camina cadenciosa hacia el borde de la piscina y se zambulle… la cámara ¡también se zambulle! y toma imágenes subacuáticas de los bañistas, del ondear de las extremidades, baile incesante…

Así todo: inagotable fiesta de la imagen en movimiento, una cámara dotada de facultades sobrehumanas en lo acrobático de su vuelo, en su atravesar paredes y rozar azoteas, pero también en el ímpetu poético, en la búsqueda de rostros elocuentes, paisajes que conmueven, gestos que llegan a lo hondo e inundan de humanidad el corazón impresionado del espectador.

La sucesión desbordante no sólo de planos secuencia sino de encuadres plásticamente soberbios, de elecciones escénicas brillantes, de ritmo siempre vibrante y sostenido, alcanza un alarde culminante en la toma de la comitiva funeraria que lleva a hombros el féretro del revolucionario por las calles de La Habana vieja, volando la cámara-pájaro desde la tela de la enseña sobre el ataúd, y desde los rostros sudorosos, hacia los áticos de los edificios circundantes, atravesando la sala donde los fabricantes de puros despliegan la bandera, por la que se desliza el vuelo del objetivo para regresar a la calle y abarcar la comitiva en panorámica majestuosa.

Sólo por su fabuloso plano inicial se pondera tanto, y con justicia, “Sed de mal”, de Welles. Hay en “Soy Cuba” una docena de planos secuencia tan fabulosos o más. ¡Qué deslumbrante acumulación de talento visual, arte cinematográfico y entusiasmo lírico!

Para la historia del Cine, el lastre propagandístico que esta película tiene en su carta natal quedará en lo anecdótico. Dan igual las palabras, el argumento. Por la generosidad creadora de Kalatozov, ese aspecto —que en manos de otros habría sin duda resultado pobre y grosero— se contagia aquí de cierta grandeza, en virtud de la exuberancia poética y una inspiración que no se explica, que nomás invade, colma y traspasa la sensibilidad fascinada del espectador.
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88 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
¿Ideológica?
¿Quién, desde la curiosidad por las bambalinas, no ha mirado nunca una película prestando atención al racord, o al modo en que las cámaras ejecutan su papel, interrogándose por el buen o mal hacer que no aparece en la pantalla pero que está detrás de todo cuanto vemos en una determinada película? Algunas producciones invitan a ello más que otras. Igualmente, algunas lo ponen más difícil que otras, permitiendo al espectador paladear los planos secuencia pero ocultando la alquimia cinematográfica que ha dado lugar a semejantes monumentos; es el caso de la célebre introducción de 'Touch of Evil', y también el de 'I Am Cuba', solo que aquí es buena parte del metraje -y no únicamente los minutos iniciales- el que se caracteriza por una construcción visual que, aun disfrutable en cada fotograma, no deja que se penetren en sus misterios. Las visibles guías aéreas de la cámara pájaro que sobrevuela la comitiva funeraria constituyen uno de los pocos momentos en los que la película hace explícitos sus trucos.

Así, con un aspecto técnico unánimemente aclamado, las divergencias brotan alrededor de la cuestión ideológica: "es que es una película panfletaria". Panfletaria. ¿Seguro? ¿Panfletaria en la llamada anímica a pisar el camino de la revolución o en una hipotética ausencia de rigor histórico? Hablamos de cosas distintas.

En lo tocante a la primera, yo preferiría la expresión “romanticismo revolucionario”, eso que muchos hemos sentido de imberbes, cuando leíamos a Lenin y soñábamos con una espontánea efervescencia en el seno de las masas. En ese sentido, el relato del asalto al Palacio de Invierno no supera los mitos de la Revolución cubana, con sus desembarcos desgraciados, epopeyas de la sierra y ciudades enteras que se ponían del lado de los rebeldes; por no hablar del emblemático Che. Sin insistir en los pormenores de la revolución, 'I Am Cuba' despliega las ideas clave de dicho romanticismo en el contexto del país caribeño, lo cual puede gustar más o menos, pero equivale al romanticismo del amor u otros tópicos que el cine ha explotado desde sus inicios. Igual mito hay en el "fall in love" cinematográfico que en ciertos motivos metaargumentales del cine soviético. Se dice que éste es propagandístico, panfletario y, sobre todo, ideológico. Habría que determinar si el cine norteamericano sepultado por el Código Hays, las tramas de las que Lillian Gish era protagonista, 'Ninotchka' o multitud de instantes en Hitchcock no están también salpicados de ideología. Basta tomar una definición expansiva del concepto "ideología": "Un sistema de creencias y valores impregnado de elementos emocionales, saturado de mitos y orientado a la acción, sobre las personas y la sociedad, la legitimidad y la autoridad, y asumido en gran parte como cuestión de fe y hábito" (K. Loewenstein).

Así que solamente queda la cuestión del rigor histórico: ¿'I Am Cuba' se abandona o no a un relato ficticio? O dicho de otro modo: ¿Era la United Fruit Company una autoridad que, amparada por el gobierno de Batista, hacía y deshacía en la isla? ¿Eran los norteamericanos dueños y señores de un sinfín de espacios de La Hábana? (¿Nos engañaba Coppola al presentarnos a los mafias de turno haciendo sus chanchullos en esas coordenadas?) ¿La prostitución estaba a la orden del día? ¿Estaba el país sumido en un estado semicolonial? ¿Había represión política? ¿No contaron los revolucionarios del Granma con la ayuda de los campesinos para establecer su baluarte en Sierra Maestra después del fatídico "desembarco"? ¿No recibieron aquellos barbudos el apoyo masivo de muchos centros urbanos? Bien, entonces, ¿dónde está el engaño? ¿Seguro que 'I Am Cuba', con toda su subjetividad, no se acerca más a la realidad isleña que el esbozo sanguinario que propone Hitchcock en 'Topaz' o Fleischer en su infame 'Che!'?

Algunos siguen sin admitir la ejemplar excepcionalidad de la Revolución cubana (1956-1959), y tiran de ese criterio político para cargarse la película. En verdad, yo tampoco valoro este trabajo por su manera de infundir el ánimo revolucionario. De hecho, la moraleja del último episodio me parece facilona y pobre, además de chirriarme las meditaciones de la cubana cuando los estudiantes descienden por la escalinata (eso de "la sangre y la muerte, no queda otra" suena a lo que suena). Sin embargo, se trata de una película de 1964, "combatiente"; no se le pueden pedir peras al olmo. Quienquiera emplear el prisma de Miami, mejor que vaya a otra cosa. Quienquiera encontrarse con una película mágica, de planos imposibles, sobresaliente en su realización, espectacular y romántica, puede darle al play.
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45 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
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