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La canción de la linterna (1943)

La canción de la linterna
93 min.
6,5
31
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Sinopsis
Kitahachi es hijo adoptivo de Genzaburo Onchi, célebre actor de Noh. El mismo es un consumado artista, y está llamado a sustituir a su padre cuando este se retire. Un día, tras una actuación en Nagoya, un extraño habla al soberbio Kitahachi de Sozan, un legendario actor de Noh oriundo de la zona. Kitahachi acude a casa de Sozan y ve a su hermosa hija Osode, a la que toma por una de sus concubinas. Cuando comparece el anciano Sozan, Kitahachi solicita una demostración de su arte y desprecia al anciano ciego al demostrarse que su maestría no se corresponde ya con su reputación. Humillado, Sozan se suicida. Al día siguiente, el padre de Kitahachi, mortificado ante la crueldad de su hijo, le repudia. Kitahachi se convierte en músico callejero. Entabla amistad con Jirozo, otro ejecutante de shamisen, quien le ayuda a recuperar la confianza en sí mismo y a encontrar a la hija de Sozan, Osode, que ha quedado huérfana por culpa de Kitahachi. Abrumado por sus sentimientos de culpa, Kitahachi enseña a Osode una danza especial del Noh, la Matsukaze, de la que podrá servirse para llegar a ser una geisha respetable. Casualmente, Onchi (el padre de Kitahachi) y su socio Ishii se hospedan en un albergue en el que tienen ocasión de contemplar una actuación de Osode. Al ver su técnica, ambos comprenden que su maestro no ha podido ser otro que Kitahachi. Onchi se siente tan conmovido ante la buena acción de su hijo que acepta nuevamente y de buen grado a Kitahachi en su corazón. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Teatro Música Baile
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Uta-andon
Duración
93 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
5
Musical japones
Salvo la inicial representación de teatro Noh, el resto del arranque de la película tiene demasiados diálogos y un dramatismo forzado e incomprensible. En este despropósito ayuda la mala interpretación del protagonista con una cara de palo a la que Naruse no puede sacarle mucho provecho, como veremos después. Ha pasado un tercio de la película y echo en falta los toques de humor que el director suele incluir antes de entrar en el meollo dramático, que por otra parte sigue siendo poco visual y demasiado verbal. La cámara toma una posición con encuadre de los personajes y allí se produce el diálogo, a veces pesado, sin que haya ningún juego de planificación para valorar. Una buena muestra de esto es el diálogo del protagonista con otro intérprete callejero, sentados en una mesa, con unas botellas de sake por medio. Posiblemente el fallo radique en mi, que desconozco el teatro noh y por lo tanto no se apreciar la música y el baile, así como la música tradicional japonesa. Eso sí, en algunos momentos me he quedado absorto escuchando dicha música y viendo el baile, cuando el director se ha esforzado en ofrecer un momento cinematográfico auténtico.
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