El hombre lobo de Washington (1973)

A veces una, a priori, buena idea, no basta si no se sabe plasmar o desarrollar. Queda bien para contarla en una barra de bar o en una cena con amigos, pero de eso a rodar con ella un filme dista un abismo. Y es lo que pasa con "El hombre lobo de Washington". Ya solo viendo el póster te das cuenta que no es una película de terror al uso. Y es así. Es una extraña e irregular sátira política en pleno Watergate, en la que el jefe de prensa del presidente de EE.UU. es un hombre lobo.

Siguiendo la historia clásica que interpretó Lon Chaney en el cine - lo de los zíngaros en Hungría, un lobo que le muerde y le contagia la maldición- rápidamente evoluciona a una comedia negra con unos gags poco graciosos e incluso tontos -la escena del baño en la Casa Blanca o la de los bolos, cuando el protagonista es incapaz de sacar la mano de la bola - que recuerdan, lejanamente, a aquellas películas paródicas del equipo ZAZ. Ver a Dean Stockwell cargado de cadenas mientras su amante le besa tiene su aquel. Stockwell no hará todos los gestos y pondrá todas las caras que hizo con su Doctor Yueh de la "Dune" de David Lynch. El hombre-lobo empezará a matar a diestro y siniestro, causando el pánico en la capital.

El protagonista lo cuenta y nadie le cree. Ver intentando evitar la transformación en las reuniones de altos cargos tiene su gracia, por cuanto mientras le vemos a él poner cara de monstruo, los auténticos monstruos son los que le rodean, por lo que dicen. De hecho, una de las escenas más sorprendentes es un plano general en el que el hombre-lobo se enfrenta en un cuerpo a cuerpo con el Presidente de los EE.UU. mientras militares, periodistas y funcionarios les rodean cual pelea de patio de colegio.

Hay intentos de desarrollar otras subtramas que no llegan a nada. En el subsuelo de la Casa Blanca encontrará a un Mad Doctor enano-Michael Dunn- que está devolviendo la vida al Monstruo de Frankenstein y que consigue domar al hombre-lobo, dándole lametones como un perro faldero. Pero ahí se queda.

También tenemos la consabida critica racial. Así el hombre-lobo, por cierto un excelente maquillaje, es de pelaje blanco y el vicepresidente racista pretende acusar de los muertos a los "panteras negras" ¿se creerá que son panteras de verdad?

El director y también guionista solo dirigió dos filmes, y se le nota el cariño en su obra. Hay algunas buenas escenas, pensadas y trabajadas, le gusta abusar de los primeros planos. Pero no deja de ser una película independiente, de esas de arte y ensayo. Y la crítica social no llega. Tiene ese espíritu derrotista de los años 70, pero no se decanta por hacer un filme de humor o uno de terror. Y la mezcla resulta indigesta.