Amigas íntimas (TV) (2005)

-Otro telefilme más del montón. A pesar de todo, 'Amigas íntimas' tiene un argumento de culebrón pero que engancha. Las interpretaciones no están mal (destaco lo buena que está Claudette Mink) y la intriga está asegurada. Tal vez se haga bastante repetitivo pero lo compensa bien con esa asfixiante atmósfera que lo cubre durante todo el metraje.

Ay, qué cansino es escribir críticas de telefilmes malos; ésta la vi hace un par de semanas y tuve que investigar un ratillo pues se me había borrado completamente de la memoria.
La cosilla es una producción canadiense, dirigida por un tal Michael Scott, que firma otra veintena de títulos semejantes, que oscilan entre lo deleznable y lo vulgar, y escrita por una señora que atiende por Donna Radik, pero de la cual no habíamos ni hemos tenido más noticias, pues éste es, hasta ahora, su único trabajo para la tele (y no me extraña, porque lo suyo no es lo de darle a la pluma, por lo visto).
En resumidas cuentas, el asunto va de una respetable cuarentona con marido, hijo y sobrina, que vive en ese típico barrio semipijo de cualquier ciudad norteamericana (da igual Canadá que EEUU), con un cierto pasado turbio (la pobre fue, en su día, un poco cornuda y bastante borrachuza), pero que en el presente de la trama es feliz cual perdiz; esta tipa, Beth, tiene como vecina y mejor amiga a una rubia, más jovencilla, que parece igual de chachipiruli que ella, pero a la que se le ve a la legua que es más mala que Caín (lo ven todos menos ella y su familia, que son bastante lerdos en general). Dicha vecina, Claudia, no contenta con ser más guapa, más joven, y más de todo que la antedicha Beth, tiene un problemilla, un marido un tanto vejestorio y acechado por la ruina, lo que no le mola un pelín a la rubia, que quiere ascender de la clase media a la alta, vamos, tener más pasta para seguir viviendo sin dar un palo al agua, como toda persona lista, no te digo.
En esas andamos cuando a la vecina chunga se le cruza un cable, y, sin que se explique ni mucho ni poco, le entra una vena de envenenadora, mezclada con una envidia de lo más insana, y le da por atosigar a la otra prota, que se lo tiene bien merecido, por petarda y sosa.
Truculencia va, y truculencia viene, y todo se acaba, como tiene que ser, sin mayores originalidades ni cosas chulas que llevarse a la boca, qué le vamos a hacer.
Las dos actrices que interpretan a las protas están competentes en su cometido, una tal Claudette Mink, haciendo de la mala, desconocida a no ser que uno sea un friki de los telefilmes norteamericanos, salvo por un par de apariciones en algún largo (Chantaje, con Pierce Brosnan), y la buena, Megan Gallagher, ésta con mucha mayor presencia, casi siempre en cosas para la tele, sobre todo en series (qué lejos queda su Oficial Tina Russo en la mítica Canción triste de Hill Street).