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Terror en el piso 13 (2004)

Terror en el piso 13
94 min.
4,2
1.524
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Sinopsis
Nell y Steven Burrows, una joven pareja, están encantados de haberse mudado al Lusman Building, el lujoso hotel Art deco, construido en los años 40 y frecuentado por los ricos y famosos de los buenos tiempos de Hollywood. El viejo edificio pasó por una mala época, pero ahora ha recuperado su esplendor. Desgraciadamente las reformas del Lusman han hecho surgir a un asesino que conoce todos sus rincones y secretos. (FILMAFFINITY)
Género
Terror Thriller Slasher Asesinos en serie Remake
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Toolbox Murders
Duración
94 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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3
El precio de la vivienda obliga a hacinarse en cualquier antro
Angela Bettis se pasa la peli dando vueltas por el hotel investigando una historia durante la cual estás siempre pensando "¿que coño le importa a la tia esta lo que pase?", "¿ por qué no deja la investigación a profesionales?", "¿ le gusta jugar a encontrar tumbas y escalar a lo Lara Croft?". Mención aparte merece la secuencia en la que la protagonista encuentra una trampilla en el suelo de la zotea, la abre y literalmente se lanza en un impulso de puenting sin cuerda, sin ni siquiera asomarse antes para ver si la caida que le espera es de 2 o 20 metros, asi que en un salto de buena fe se pega un hostión contra el suelo del que luego se pasa un tiempo doloriendo. Sin duda alguna una de las secuencias más interesantes de la cinta que nos hace plantearnos la insensatez de la protagonista.

A parte de este salto, poco más que comentar, la peli en general aburrideta, no pasa casi nada, un par de muertes insipidas y un final bastante mejorable. Se ve tan pronto como se olvida.

Lo mejor: El final, porque el resto de la peli es flojísimo.
Lo peor: Es monotona y poco variada. Las muertes no molan.
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19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Separa la ropa blanca de la de color
Scream Queen, es uno de esos términos surgidos del terror, se pueden recordar grandes actrices que evocan este cliché, o conocidas películas donde se lucen mujeres que nunca hicieron otra cosa que correr y gritar con más o menos ropa, con más gracia o atractivo, cualquier cosa sirve, pero ahí están, rellenando planos y memoria histórica en películas y personas.

Pero claro, pensando una cosa he caído en la cuenta de otra, aquí las reinas invitadas... ¿Gritan? ¿Sufren como condenadas? ¿Sufrimos los espectadores por ellas? No, claro que no, es una película a la que dedicar tu valioso tiempo a sabiendas de encontrarte ante otra más y no una iluminada entre cientos.

Unos recién casados se deciden mudar a un mítico edificio de viviendas de alquiler, lleno de agujeros por las obras y de futuros actores y actrices en pleno estado de ensayo perpetuo. Tiene un casero propio, que se escurre cual babosa de cualquier problema y su peluda mano derecha o puede que izquierda, de aspecto sospechoso, para solucionar desperfectos. Lo comenzamos a tener todo dispuesto, una menuda y entrometida protagonista, vecinos ruidosos que ayudan a intrigar, un anciano que habla en clave y desapariciones. La lavandería, en el sótano (algún día me atreveré a preguntar el por qué) y el mal, escondido. Luego están los infortunios, cómicos finales para las estrellas de segundo grado y todo tipo de errores de manual que no hacen más que acelerar el pago del cheque por trabajo terminado.

Se supone algo cierto, el horror se nos escapó de las manos, el error es buscarlo por algún sitio concreto, si nos necesita, nos encontrará. Ahora toca reírse.

Así presenciamos un acto tras otro, qué es eso que asoma en nuestro rostro, tal vez una sonrisa al ver la trampa que trampea con el humano, una pérdida de interés ante cualquier nauseabundo intento de demostrar lo aniquilador que es este mal, ciertamente una decisión tomada de antemano, mejor tener lavadora propia, pasar de los vecinos y nunca, repito nunca, hacerse con los planos del edificio. A parte de averiguar que la casa de al lado es más grande aunque el casero insistiera que no, que todas eran iguales. Si tienes que morir, que sea siendo un ignorante y no un envidioso.

Ante gritos pasivos, muertes calculadas y misterios poco apetecibles, yo me obsesioné con la colada, y el por qué una de las lavadoras sólo lavaba en caliente. Cuando poco esperas, algo sacas. La conclusión final... edificios viejos con equivalencia de peligro. Monstruos ocultos con agravante de fealdad. Policías sin sentido de ley. El cuatro como número clave. Y mujeres, cómo no, dispuestas a morir con la ropa limpia puesta.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
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