La calle de las Rosas (2003)

Film esmerado en detalles estéticos y técnicos con una puesta en escena y fotografía admirable, pero le falta enganche; la historia se desarrolla con retrospectivas y detalles que no enriquecen al argumento y aburren al espectador.
Una original historia basada en hechos reales que aunque no se narra de manera eficaz, puede
verse.

Quizás una de las mejores cualidades de La Calle de las Rosas sea que nos permite introducirnos en los ambientes por los que discurre a un ritmo pausado, íntimo, sosegado. Sin duda no es el tipo de película que atraiga a los amantes de ese cine rápido, acelerado y no pocas veces precipitado, que suele ser la norma entre el llamado cine comercial. Esta película nos habla de viejos dolores y profundas emociones, tal y como si un viejo amigo nos las contara, sin prisas, ante un buen café una tarde de otoño. Se pasea del pasado al presente con la cadencia de aquellas viejas canciones de un Berlín que murió con la guerra. Explora un amplio abanico de sentimientos y nostalgias varias, construidas sobre una necesidad universal: El deseo de los hijos de comprender/conocer a los propios padres y su historia, porque solo así es posible conquistar la propia madurez.
La directora, además, nos narra con gran lucidez aquellos siete días de septiembre del 43, cuando miles de mujeres se concentraron en Rosenstrasse, en sorda protesta ante un régimen que a punto estaba de llevarse a sus hijos y esposos a un destino que ya se adivinaba funesto. Este episodio histórico nos trae los ecos de otras mujeres que, treinta años mas tarde y en el otro hemisferio, también un día comenzaron a congregarse en otra plaza, la de Mayo, para pedir fundamentalmente lo mismo, la devolución de aquellos de los suyos que todavía hoy no están presentes.
Con todos estos elementos se va construyendo un relato con aroma a una época que ya se desvaneció, a la que nos ayuda a transportarnos una acertada banda sonora. Es un film que huye de lo grandilocuente y heroico, para centrarse en lo humano, en las cosas que van construyendo la vida de las personas y a las personas mismas, de forma que esa perspectiva de lo humano no se pierde en ningún momento, pese a la tentación puede suponer tratar temas con una carga tan traumática desde territorios más tremendistas.