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El diablo y yo (1946)

El diablo y yo
101 min.
6,2
486
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Disponible en:
Suscripción
Película Completa (ESPAÑOL)
Sinopsis
El gánster Eddie Kagle muere asesinado por uno de sus cómplices. Ya en el infierno, Mefistófeles repara en él por su parecido con un viejo enemigo, el juez Parker. Consigue que Eddie regrese al mundo de los vivos y adopte la personalidad del juez. Eddie acepta obsesionado por la venganza, pero en su nueva existencia encontrará un ángel que luche por su rendición, Bárbara, la bella prometida del juez Parker. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Fantástico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Angel On My Shoulder
Duración
101 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Harry Segall
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8
un diablo simpático
Película divertida con grandes actuaciones de los protagonistas, especialmente de Paul Muni y Claude Rains, en blanco y negro. Claude Rains que hace de Mefistófeles y Paul Muni como Fausto. Es una divertida comedia haciéndonos recordar el valor de la bondad, que las personas podemos cambiar si hubiéramos tenido una vida distinta y otro entorno social en el que nos hayamos criado. Mefistófeles no nos parece tan malo como nos hubiera parecido el demonio, y que las personas podemos luchar contra la vida que nos ha tocado vivir. Asimismo el amor es un sentimiento que nos cambia a las personas y nos impulsa a altas metas en la vida.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Comedia Romántica con el Diablo como celestino.
El Diablo y yo es una de aquellas películas que aunque no han forjado la historia del cine, si merecen un poco de atención por parte de la historiografía, por tratar enfoques cuanto menos curiosos que de alguna manera u otra siguen llamando nuestra atención hoy en día. Simplemente con que el lector lea la sinopsis de la película se dará cuenta de la originalidad del argumento: Paul Muni interpreta a un gánster que es asesinado y que va derecho al infierno, pero gracias a su parecido con un juez en la tierra, el diablo (sin que el protagonista sepa que es él) decide hacerle una oferta para devolverlo a la tierra, con tal de que arruine la figura prestigiosa del juez.

Semejante argumento nos recuerda evidentemente al Fausto de Goethe, en la que nuestro protagonista, Fausto, vendía su alma al diablo con tal de obtener poderes. Evidentemente la película nunca logra el nivel de la obra literaria del joven alemán, y solamente nos recuerda a la obra por su argumento y por una vaga inspiración. De hecho, la película sólo podría entenderse como una versión ligera de la profunda y reflexiva obra del poeta alemán. Dicho, esto, la película deja mucho que desear, así que es más fácil hacer un repaso de los aspectos positivos de la película.

Sin duda alguna, uno de los aspectos más interesantes del film es el retrato que realiza la película del infierno, que el espectador puede comprobar en los primeros compases de la película en cuanto Paul Muni abandona el mundo de los vivos para dirigirse al inframundo. La realización del espacio está muy bien lograda, y se crea una atmósfera barroca y recargada que logra una ubicación singular. La visión se basa ideas laberínticas y llena de rocas angulosas grandes y peligrosas (la idea del infierno excavado en la propia tierra), a las que como no podía ser de otra manera, se les añade diversos toques de humos y gases que intentan simular las calidades tétricas del averno. En Esta desmesurada recreación también encontramos diversos condenados e incluso una jerarquía diabólica que le da un toque pintoresco a la película. Es cierto que es un infierno particular, y que tampoco se presenta como algo tan realmente terrible, pero hemos de tener en cuenta que las mentes de aquella época (la película se rueda en al 1946 y el director, Archie Mayo, es un hombre forjado en el Hollywood de los años treinta) eran fácilmente impresionables, y la película pese a la escasez del presupuesto, tenía unas intenciones comerciales bastante claras.

La interpretación del diablo, hecha por Claude Rains, es sin duda otro de los factores que reman a favor de la película. Se nos muestra un diablo simpático, que más que la destrucción del mundo o ideas pretenciosas semejantes, busca el descrédito de un juez de los Estados Unidos. Como no podía ser de otra manera, no aparece con cuernos y piernas de macho cabrío, sino con traje y corbata. Un atuendo que para hacerse pasar por diablo tiene mucho más verosimilitud, desde luego. La gracia de Claude Rains así como muchas de las líneas de diálogo hacen que la película tenga en este personaje tan simbólico, el peso clave de la obra.

Sin embargo no se descubre nada nuevo cuando se dice que la película tampoco consigue convertirse en una comedia icónica. De hecho, sino fuera por tan extraño y sorprendente argumento, tampoco habría pasado a la historia, sino que se habría destapado como lo que realmente es: Una comedia romántica. Sí, porque más allá de implicaciones personales que podría recoger el film, la película simplemente se dedica a retratar la relación amorosa que se forja entre Paul Muni y Anne Baxter. Se supone que Paul Muni vuelve con la forma del juez, pero el personaje de Baxter no es capaz de reconocer las diferencias, con lo que el argumento aprovecha la situación para explotar el contenido más romántico del film. Los actores cumplen, pero tampoco la película destaca por tener un toque Lubitsch o unos diálogos tan frescos como en los romances disparatados que nos mostraba Wilder, más bien la película cae en algunos tópicos que no le hacen ningún bien al film, como la transformación del personaje principal, interpretado por Paul Muni.

Y es que resulta poco creíble después de lo visto en la primera mitad de la película, el sorprendente cambio que pega el personaje al conocer a Anne Baxter. De matón peligroso pasa a un edulcorado y amoroso personaje en apenas tres escenas. El tono de interpretación del primer Muni, el peligroso y barriobajero Gánster (son impagables las secuencias en las que llega a burlarse del propio demonio) son muy correctas, pero la transformación del personaje no se ajusta a la interpretación del actor (sólo tenemos que recordar el papel del actor en su mítica aparición en Scarface).

Y el final vuelve a recordarnos al cierre que se acontecía en el Fausto de Goethe, en el que el amor servía como redentor para el protagonista. Salvo que en este caso el cierre no es tan perdonavidas como el de la obra de Goethe, cosa que nos refleja el poco interés del director, Archie Mayo en mostrarnos la crueldad del infierno, porque no sería digno para el gusto de la época el crear una obra que hiciera reflexionar (demasiado) al espectador.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
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