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Cuando huye el día (1957)

Cuando huye el día
90 min.
8,1
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Disponible en:
Suscripción
Introducción a la película
Sinopsis
El profesor Borg, un eminente médico, debe ir a la ciudad de Lund para recibir un homenaje de su universidad. Sobrecogido, tras un sueño en el que contempla su propio cadáver, decide emprender el viaje en coche con su nuera, que acaba de abandonar su casa, tras una discusión con su marido, que se niega a tener hijos. Durante el viaje se detiene en la casa donde pasaba las vacaciones cuando era niño, un lugar donde crecen las fresas salvajes y donde vivió su primer amor. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Vejez / Madurez Road Movie Película de culto
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Suecia Suecia
Título original:
Smultronstället
Duración
90 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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Premios
1959: Nominada al Oscar: Mejor guión original
1959: Globo de Oro: Mejor película extranjera
1959: National Board of Review: Mejor película extranjera, Mejor actor (Sjöström)
1958: Premios BAFTA: Nominada a mejor película y actor extranjero (Sjöström)
1958: Festival de Berlín: Oso de Oro, Premio FIPRESCI
10
Recuperar el pasado para integrar la vida
En mi opinión, una de las grandes películas de la historia del cine, en la que, tal vez sin que Bergman se lo propusiera muy conscientemente, cristalizan de forma sistemática y coherentemente homogénea una serie de temas que andaban pululando por su cabeza —la relación con el otro, la posible o imposible transcendencia, el tiempo, la muerte, los sueños, el mundo imaginal... y, especialmente, la memoria—, y que aquí se conjugan armónicamente en el tema dominante del film: la reintegración existencial del ser humano.
Los dos sueños y, sobre todo, la dos rememoriaciones dan la clave de la película: la recuperación progresiva de la identidad real más allá del ego «social», del «personaje» que a cada cual le ha tocado en suerte representar. Y si el primer sueño es el desencadenante de la revisión integral de la vida del protagonista (Victor Sjöström), que se resiste a dejarse arrastrar al ataúd en que yace su yo socializado, el segundo sueño y, sobre todo, las dos rememoraciones, nos proporcionan los elementos claves de la reintegración de una vida que, en contra de lo que pretenden hacernos creer los prejuicios modernos, no se vive en el presente ni —aún menos— tiene su razón de ser en el futuro. Justamente al contrario, somos, esencialmente pasado. «El pasado no ha muerto; en realidad, ni siquiera está pasado», decía Faulkner con una de las frases más lúcidas que se han pronunciado en el último siglo y que Bergman despliega y recrea con maestría sapiencial. Somos esencialmente pasado, nuestra realidad no es el instante presente, sino toda nuestra vida, que se hace íntegramente presencia en el instante atemporal del conocimiento. La vida es una, en su unidad, en su totalidad, sin partes que hayan quedado atrás; y su reintegración, a lo largo del viaje iniciático que el protagonista recorre en su interior (viaje interior o verdadero, simbolizado por el viaje «exterior» en automóvil) hacia la posible culminación en el retorno al origen, en la recuperación de la existencia dispersa como unidad esencial, en la asunción de la identidad real. Viaje que puede llevar de la oscuridad a la luz (obsérvense detenidamente la relación entre el plano inicial de la película, tras el prólogo que antecede a los carteles de crédito, con el protagonista en la cama, y el plano final).
Película cargada de sentidos y de claves, probablemente mucho más hondos, incluso, de lo que el propio Bergman llegó a suponer y, por supuesto, de lo que estas breves líneas pueden siquiera sugerir: una excepcional obra maestra.
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216 de 237 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Alquimia
Fresas salvajes es un canto onírico, imperfecto y maravilloso a la soledad que anida en la raíz del ser humano. Es un autorretrato del hijo a través del padre (acaso la forma más íntima de retratarse, la más sincera). Es una búsqueda perpetua e imposible. La infancia en la vejez.

“Modelé una figura que exteriormente se parecía a mi padre pero que era enteramente yo. Yo, a los treinta y siete años, aislado de relaciones humanas, relaciones que yo había cortado, autoafirmativo, introvertido, no sólo bastante fracasado sino fracasado de verdad. Aunque exitoso. Y capaz. Y ordenado. Y disciplinado.”

Fresas salvajes no sería lo mismo sino fuera por la presencia de un gigante: Victor Sjöström. Sus ojos, su mirada, la forma de inclinar la cabeza hacia lo alto. El infinito detrás de las pupilas.

“Victor Sjöström me había arrebatado mi texto y lo había convertido en algo de su propiedad, había aportado sus experiencias: su propio sufrimiento, misantropía, marginación, brutalidad, tristeza, miedo, aspereza, aburrimiento. Había ocupado mi alma en la forma de mi padre…”

De ese modo, la riqueza de la cinta se duplica. La realidad del alma traspasa la pantalla y se hace celuloide. El padre se desborda y el hijo no consigue confinarlo en un trocito de papel.

===

Quisiera haber escrito este magnífico poema para celebrar Fresas salvajes. Andrés Neuman se me adelantó, le puso letra y música a mis pensamientos.

(LOS ERRORES PERFECTOS)

La simetría: un animal sagrado
que pide ser sacrificado al sol.
El rigor cuando sueña se convierte
en un círculo blando que se abre
inundando de zumo
la razón y sus formas.

El ansia por lo exacto
conduce, si es sincera, a lo imperfecto.
Sé que la perfección
es el arte marcial del temeroso,
que toda proporción bien entendida
renuncia al consumarse.

Generosos errores, necesito
belleza improvisada.

ANDRÉS NEUMAN
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124 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
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