Unspoken (2008)

”People 'round here don't like to talk about it.
Presumed dead. Unsolved Child Murder.”

Unsolved Child Murder, The Auteurs

Un matrimonio vive su día a día intentando afrontar que su hija desapareciese hace cuatro años. Ella (una espectacular Emmanuelle Devos) es la que parece haberse repuesto mejor, si bien de cuando en cuando sigue durante varias manzanas a una chamaca que se supone se parece a la desaparecida. En ocasiones, cuando va a nadar en piscina cubierta, alguna ex compañera de su hija le manda recuerdos -sin saber nada de su desaparición, sin intenciones de trolear ni nada- y sigue con sus doscientos mariposa, quedándose la mujer que ni un tolondro de goma resolviendo un sudoku. Él, sin embargo, fatal: sigue dándose vueltas por el colegio de la niña (creyendo las chavalas que es un pederasta), en ocasiones pilla prostitutas en su coche porque le recuerdan a su hija (a lo Vincent Gallo en The Brown Bunny, solo que aquí especulando con el componente incestuoso) y, aunque de primeras parezca desenvolverse bien pese a esa pérdida que lleva de losa (rehace su vida con una amante y es muy activo en lo laboral) en realidad está cerca del colapso mental. Hay una grieta que recorre todo el techo de su vivienda, un pedazo gotera que no es tanto esa metáfora fácil del resquebraje de su vida desde la desaparición de su hija como una analogía de sus actitudes ante dejar atrás el suceso y que deje de empozarcar todo: ella es la que más encono pone en arreglarla, mientras que él a lo sumo pilla unas cortinas y las cuelga, que ya me dirás qué manera de arreglar una gotera es esa, hijo de puta. Si no tuvieran poco con este percal un día les visita una amistad de su hija y encima empiezan a darse demasiado a menudo unas llamadas en las que nadie habla al otro lado de la línea telefónica.

Aquí Fien Troch vuelve a realizar un film sobre la pérdida pero de forma radicalmente diferente a sus otros dos films sobre el asunto, Someone Else´s Happiness y Kid. Si la primera estaba filmada en planos amplios y la segunda con un naturalismo medio hermanos Dardenne medio el neo-ascetismo de Bruno Dumont, aquí se casca casi dos horas de película filmada en más de su noventa por ciento a base de close ups, algo que yo, particularmente, ni en los melodramas más opresivos había visto. Se permite seguir desde la nuca a sus protagonistas en contadísimas ocasiones, y esto se hace más con la función que implementaba Alan Clarke para el formato que para el capricho vacuo de Lynne Ramsay: son largos planos que contextualizan a los protagonistas mientras dan sobrada información de su situación psicológica, esto es, el desenfoque de todo lo que no sea ellos se corresponde con lo muchísimo que se la bufa el mundo en rededor desde el rosario de percances que tienen entre hija desaparecida y padre a puntito de caramelo.