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Huella de luz (1943)

Huella de luz
76 min.
6,2
357
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Escena (ESPAÑOL)
Sinopsis
Octavio Saldaña, un hombre joven y soñador, está empleado en las oficinas de la empresa Manufacturas Sánchez-Rey. Como premio a su trabajo, el señor Rey le invita a pasar unos días en un balneario. Allí, conoce a Lelly, hija de un fabricante de paños, y decide hacerse pasar ante ella por un millonario. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Romance
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Huella de luz
Duración
76 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Wenceslao Fernández Flórez
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10
ISABEL DE POMÉS, HUELLA DE LUZ DEL CINE ESPAÑOL DE TODOS LOS TIEMPOS
Una prueba de que el cine es un maravilloso escaparate de ilusiones, de ansias hechas realidad, de historias condenadas al fracaso que se revuelven sobre sí mismas y alcanzan el esplendor y la gloria, es esta “Huella de luz” de Rafael Gil, con una actriz como Isabel de Pomés, guapa entre las guapas, luciendo la belleza de sus 18 ó 19 años, edad que tenían cuando hizo esta película, que sin duda te dejan enamorado y admirándola para siempre. Me creo sin dudarlo que el actor Francisco Rabal, hablando de esta bella actriz años después, dijera que él también se enamoró de ella, como tantos españoles, cuando la vio en “Huella de Luz”. La verdad, es que está para comérsela, para adorarla y dedicarle el más apasionado trío de: ¡preciosa, preciosa y más que preciosa!

La historia se basa en una novela corta del notable periodista y escritor Wenceslao Fernández Flórez (ya famoso galardonado en la década de los años veinte con premios como el de Bellas Artes y el Nacional de Literatura), intelectual muy crítico contra el sectarismo izquierdista extendido por España durante la II República, que logró escapar de los asesinatos realizados en Madrid por las milicias socialistas del Frente Popular gracias a la Embajada de Holanda donde se refugió y que le dejaron huellas no de luz sino de amarga experiencia:

«El olor a rojo es tan fuerte y típico que creo posible distinguir un marxista y aún seguir su rastro con olfato poco ejercitado. El marxismo —religión de presidiarios, fracasados, de envidiosos, de contrahechos, de vividores, de perezosos, de gente de cubil— tenía que oler así precisamente: a conciencia podrida, que huele peor que una ballena muerta porque el marxismo materialista es una doctrina intestinal...»

Tanto Wenceslao como el propio director Rafael Gil realizaron el guión de esta película, el cual merece el calificativo en mayúscula de ENCANTADOR. Se trata de una narración donde es inevitable reír y llorar con fascinación. Una historia clásica donde el personaje principal (interpretado a la perfección por Antonio Casal) es un pobre hombre o pobre siervo contemporáneo, de buen corazón y presencia, que vive con su anciana madre, que por una casualidad del destino halla a un benefactor de ésos que en la vida aparecen a veces como si fuesen “ángeles de la guarda” e intervienen en nuestro camino, nos sacan de la desdicha o la atonía y nos elevan hasta el mismísimo Reino de los Cielos sobre la Tierra.

Una película en blanco y negro la más de agradable, que deja un sabor enorme a maravilla y milagro en la memoria de quienes la vean. Para mí de las mejores, inolvidables y siempre merecedoras de ensalzamiento en la historia de sobresalientes películas españolas. Toda una obra cinematográfica para gozar, para quedar rejuvenecido ante la hermosura de Isabel de Pomés y sobre todo para conservar en nuestro rincón del alma donde se guardan “in aeternum” las visiones que en verdad nos calaron y llenaron de contento.

Fej Delvahe
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24 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
SÍ, NOS LO CREEMOS
En su tercera película como director, Rafael Gil nos regala un delicioso cuento de hadas lleno de ternura y sentido del humor. A pesar de la austera puesta en escena (beneficiosa sólo para mostrar la casa del protagonista) y de la sencillez de una historia que todos sabemos como se va a desarrollar, e incluso como va a finalizar, a pesar de ello -decía- la fuerte carga emotiva de ciertos discursos e imágenes, la simpleza narrativa de Rafael Gil y la inolvidable interpretación de Camino Garrigó como la madre de Octavio, nos abocan de manera inevitable a la ternura y a la lágrima fácil. Esto no es nada malo, de la misma forma que no es fácil conseguir aunar ternura y humor de manera tan eficaz y convincente. Dicho de otra manera: el mensaje llega, sólo si nos creemos el cuento.
Antonio Casal (algo más alejado de la teatralidad que en otras ocasiones) realiza una buena interpretación del humilde Octavio, aunque, sin duda, la palma de la llevan los secundarios Juan Espantaleón y Camino Garrigó.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
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